El deterioro de la educación superior y otro llamado al condonamiento de la deuda
Desde que el domingo 15 de marzo comenzaron las medidas de aislamiento social, se suspendieron las clases. Bueno, se suspendieron las clases presenciales tal y como siempre las conocimos. A partir de esa semana, las y los docentes no tienen respiro.
La crisis sanitaria del coronavirus supone un desafío mayúsculo para un gobierno que tiene un anclaje político en el sistema científico-tecnológico y de salud públicos. Pero el reto no es sólo para el armado político en el poder sino también para la propia comunidad científica.
Un análisis pormenorizado de los nutrientes que debería aportar, según la ley, el alimento que entrega el gobierno porteño en las escuelas y la distancia que existe entre el texto y la realidad.
Con el aislamiento obligatorio y la suspensión de las clases se impuso, como medida transitoria, la educación virtual. Sin embargo, al ser la docencia una profesión en la que el 82% de sus trabajadoras son mujeres, es necesario preguntarse acerca de cómo impacta en ellas el teletrabajo.
Extrañando encuentros en la sala de maestres, mates, charlas; algunas líneas como puntapié para seguir haciendo catarsis, discutiendo y reflexionando para que la experiencia de estos tiempos sea transformada en conocimientos que se construyan colectivamente.
¿Están las instituciones educativas acompañando a las familias o aumentando su angustia? ¿Igualan o profundizan la brecha educativa?