Batalla de Ideas

15 abril, 2020

Desafíos para el gobierno de científicos

La crisis sanitaria del coronavirus supone un desafío mayúsculo para un gobierno que tiene un anclaje político en el sistema científico-tecnológico y de salud públicos. Pero el reto no es sólo para el armado político en el poder sino también para la propia comunidad científica.

Nicolás Trivi*

COMPARTIR AHORA

Una de las definiciones más contundentes que dio Alberto Fernández en su discurso de apertura de sesiones fue la del “gobierno de científicos, no de CEOs”. Automáticamente muchos pensamos en el fracasado gobierno de inteligentes de Springfield. Por suerte o por desgracia, con la pandemia rápidamente se demostró que, lejos de toda tentación tecnocrática, la perspectiva era la de una conducción política que buscara su respaldo en el análisis científico de la realidad. 

El planteo del presidente tenía que ver con el peso que tuvo durante la campaña electoral el debate sobre el rol de la ciencia y la tecnología para el desarrollo del país, habida cuenta de la política desastrosa del macrismo en el área; del elevado nivel de movilización del sector; y del apoyo explícito que recibió por parte de muchos referentes académicos. 

Con la pandemia, se resignificó en contraposición al discurso de popes de la alt right mundial como Donald Trump, Boris Johnson y Jair Bolsonaro, quienes venían capitalizando la reacción anti-iluminista de la posverdad, el terraplanismo y ese tipo de fenómenos.

El pasado 7 de abril Fernández visitó el Instituto Malbrán y se deshizo en elogios sobre su personal: “Están en otro nivel, están en otro lugar de la inteligencia humana. La dedicación que le ponen a su trabajo y su esfuerzo. La vocación que tienen al hacerlo, porque la verdad no están ni mínimamente recompensados en términos económicos por lo que hacen y aportan, es notable”. 

Se trata de un compendio de lugares comunes sobre el carácter extraordinario de la labor científica, que no obstante plantea un problema real: es trabajo socialmente producido que merece una remuneración adecuada, como la medicina. Y como la docencia, sin ir más lejos. La cuestión es que este discurso (sobre todo la primera parte) se reproduce muchísimo dentro de la propia comunidad científica. ¿Por qué, si somos tan importantes, ganamos tan poco?

Las lógicas históricas de la actividad científica

Una posible explicación a esta contradicción aparentemente insalvable, esbozada desde la experiencia personal y la reflexión no necesariamente rigurosa, es que la actividad científica se encuentra atravesada por tres lógicas diferentes, que se solapan entre sí. Estas lógicas son representativas de distintas épocas históricas, y permiten comprender cómo nuestras condiciones actuales de trabajo son producto de un desarrollo complejo de raíces antiguas.

Hay una primera lógica, de carácter premoderno, compartida con el sistema universitario, que permea muchas de nuestras prácticas, tradiciones e imaginarios más arraigados. Es la lógica de la relación maestro-discípulo y sus asimetrías de poder; el corporativismo de los gremios medievales; y la imagen del genio individual (de extracción aristocrática, o con un mecenas que lo apoye) encerrado en su torre de marfil que, en su infinita misericordia, hace retroceder las tinieblas de la ignorancia con la luz de su sabiduría. 

Esta perspectiva es constitutiva de nuestros mecanismos de elaboración de conocimiento, y es aún hoy reivindicada por buena parte del establishment académico, que exigen abnegación y sacrificio a la gente que forman.

La segunda lógica es la moderna, según la cual la ciencia realiza un aporte decisivo al desarrollo de las fuerzas productivas en el marco del capitalismo. Se convierte así en objeto de intervención y regulación por parte del Estado-nación. Es la justifica que parte del presupuesto nacional vaya a financiar organismos educativos, de investigación y desarrollo tecnológico, y convierte al conocimiento científico en un asunto geopolítico. El Proyecto Manhattan, cuya validación vino de los cielos de Hiroshima y Nagasaki, es su expresión más acabada y cruel.

La última es la lógica posmoderna, que determina en buena medida nuestras condiciones actuales de trabajo. Precariedad, incertidumbre; autoexplotación disfrazada de home office, con límites difusos entre tiempo de ocio y tiempo de trabajo; digitalización de la información, que da pie a la tensión entre piratería, acceso libre y derechos de autor; el big data y la minería de datos a los que los propios científicos estamos sometidos cuando tenemos que completar el Sigeva y otras plataformas. Éstas son las coordenadas actuales de nuestra labor, lo cual no necesariamente anulan las lógicas anteriores, porque en definitiva éstas son irreductibles entre sí. 

Así se puede entender, por ejemplo, la disputa alrededor de si la beca doctoral en el Conicet debe ser reconocida con plenos derechos laborales. Para muchos investigadores los becarios no somos más que simples aprendices de un oficio misterioso, por más que desde una economía política pura y dura del trabajo intelectual (bastante tosca, por cierto), lo que hacemos directores y dirigidos es producir más o menos el mismo tipo de bienes inmateriales (experimentos, papers, materiales didácticos, etcétera).

¿Y entonces?

Aún con sus limitaciones, la política científica del kirchnerismo nos dejó una masa crítica, una nueva generación de científicos que aprendió, a los golpes ajustadores del macrismo, que su puesto de trabajo no se debe pura y exclusivamente a sus méritos individuales, sino que es también el resultado de condiciones económicas, humores sociales y decisiones políticas. 

Muches decidimos apoyar al Frente de Todes por este motivo. Ahora tenemos que demostrar que estamos a la altura de las circunstancias, insistiendo en que no somos genies irrepetibles sino trabajadores de la ciencia, y un activo estratégico para afrontar la crisis sanitaria actual y superar limitaciones históricas de nuestra condición de país periférico.

* Doctor en Geografía (UNLP) y miembro de la junta interna de ATE Conicet La Plata

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas