Educación y Ciencia

14 abril, 2020

Que la cuarentena sea con derechos para las mujeres

Con el aislamiento obligatorio y la suspensión de las clases se impuso, como medida transitoria, la educación virtual. Sin embargo, al ser la docencia una profesión en la que el 82% de sus trabajadoras son mujeres, es necesario preguntarse acerca de cómo impacta en ellas el teletrabajo.

Alicia García Tuñón y Tamara Perelmuter

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Desde que el domingo 15 de marzo comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio se suspendieron las clases presenciales en todos los niveles. Al mismo tiempo, se dispuso el dictado de clases por medios virtuales.

Algunas veces con recursos tecnológicos y la mayoría con creatividad, comenzaron a dictarse clases con algunas plataformas o enviando tareas, trabajos, actividades por mail o por whatssap o acercando fotocopias a algún local cercano a las familias. En el nivel terciario o universitario, además, con clases grabadas y subidas a Youtube, mediante Zoom u otras aplicaciones. 

Éstas, indudablemente, son salidas transitorias a tiempos excepcionales de cuarentena que no reemplazan la presencialidad necesaria de la educación. 

A pesar de los deseos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial para uberizarnos y de algunos que consideran a la educación como un negocio y viven de las plataformas virtuales, la escuela como siempre la conocimos seguirá vigente después de la pandemia.

No obstante la imposición de la virtualización de la educación en un contexto tan excepcional y angustiante por la incertidumbre que provoca, generó amplios debates en toda la comunidad educativa. Asimismo, al ser la docencia una profesión en la que el 82% de sus trabajadores son mujeres, es necesario preguntarnos acerca de cómo impacta la cuarentena y el teletrabajo para las docentes.

Para la mayoría de las mujeres, el hogar no es un lugar de descanso sino de trabajo. Sobre sus cuerpos recae el cuidado de los demás, tareas como la limpieza, la cocina y la atención de niñes y adultes mayores. Si el trabajo de cuidados fuera remunerado, representaría el 9% del PIB mundial, lo que equivale a 9 billones de dólares, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El traslado del trabajo a la casa agrava la realidad cotidiana. Obliga al doble trabajo pero ahora en un contexto obligatorio de aislamiento en el que se comparte las 24 horas con toda la familia. Más comidas, más limpieza, más contención a niñes, acompañamiento de las tareas escolares y el propio trabajo docente multiplicado por cada alumne.

La propia ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, relató en una entrevista a Página/12 cómo se siente en este triple rol de madre, docente y funcionaria: “Entre limpiar, cocinar, trabajar en casa, ocuparme de los pibes, hacer que hagan la tarea es inhumano, lo vivo en carne propia. Mi sensación es que no se puede”. “Soy docente universitaria, sigo dando clases, así que el viernes tomé recuperatorios por videollamada, hacer todo con los pibes en la casa, cocinar. Dejo una reunión con las ministras de Latinoamérica y pongo la mesa”, describió la sobrecarga que -como ella- sufren miles hoy en la Argentina.

Un aula con 25 estudiantes se convirtió en una comunicación individual con cada une o con sus familias y con las conducciones escolares o sus titulares de cátedra.

Preparar las clases virtuales, adaptar los materiales, programas, entrega de informes de investigación, dirección de proyectos en las universidades; contactarse con cada familia para ver por qué no responden a las tareas o a los mensajes, verificar si necesitan becas para ser beneficiaries de los bolsones de alimentos, trabajar con los temas de violencia intrafamiliar que explotan con la cuarentena, etc., etc., etc.

Como dato que suma a esta complejidad, el 62% de las docentes curriculares o del nivel medio y universitario tienen dos o más cargos y más de la mitad trabaja en dos o más escuelas, lo que implica interactuar con múltiples grupos de estudiantes, diversas comunidades educativas y distintas autoridades.

“Algunes de elles aún no han dado señales de conectividad, esa situación, de verdad me preocupa porque entiendo que lo más importante es mantener un vínculo genuino, afectivo, hoy, así, en estas condiciones”, señaló Mercedes, profesora del Colegio 12 del barrio porteño de Villa Urquiza. “Eso lleva muchísimo tiempo: buscarlos, encontrarlos, diagnosticar sus condiciones de aprendizaje posibles, adaptar las actividades (mientras yo misma aprendo a usar la virtualidad)”, añadió. 

Por otro lado, destacó que en paralelo hay que “sostener un encierro saludable con hijas” y “acompañar en sus actividades, en sus vínculos sociales, en sus intereses. Organizar rutinas de todo tipo, que se caen en la primera de cambio y hay que volver a organizar. Acompañar sus estados de ánimo, sus enojos, equilibrar su virtualidad”.

Una vez que comenzó la cuarentena, las docentes siguieron trabajando sin tomar licencia, alguna y sin que se respeten sus horarios laborales pese a tener a sus hijos e hijas menores de 14 años a cargo.

“Cada vez que se prolonga la actividad en la compu pienso en si habrá licencia por estar en casa con un niñe. No alcanza la jornada laboral para todo el trabajo que se realiza: planificaciones, correcciones, diálogos con les niñes, circulación de información entre docentes y la conducción de la escuela, etc”., enumeró Paula, maestra de primaria del Distrito Escolar 7 de la Ciudad de Buenos Aires. “Ahora estoy apurando la corrección para confirmar quiénes no están conectados virtualmente y habilitar otro medio de comunicación, ver si necesitan algo”, detalló. 

Asimismo explicó que en su casa sostienen la rutina y ella se levanta “a las siete de la mañana para trabajar en la compu antes de que se despierte el niñe, ya que cuando está despierto es imposible trabajar en la compu”. “Por la tarde, mientras él mira un poco de tele me siento un rato más en la compu a trabajar. Mi compañero está trabajando en una distribuidora de alimentos por eso sale de casa desde que comenzó todo”, completó.

¿Cómo garantizar la preparación y corrección de clases, trabajos y completar las múltiples planillas y reuniones virtuales con las conducciones mientras se cuida y orienta en sus propias clases a los niños y niñas alrededor? ¿Cómo sostener los juegos, la desazón por no salir, el encierro que sufren adolescentes, les más pequeñes y nosotras mismas en la casa mientras se sostiene la violencia, la falta de comida y de recursos de cada estudiante a cargo?

El aula desde la casa pone en tensión el derecho a tener licencia para el cuidado y acompañamiento de los hijos e hijas propios. Ninguna docente pudo tomar esta licencia garantizada tanto en las normativas nacionales como jurisdiccionales.

Para Violeta, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA “el gran problema” que atraviesan les docentes, “es no tener una red de cuidados, como la que se contaba en tiempos normales, a no estar disponibles, niñeras, escuela, abuelos. Es ahí donde se hace más dificultosa la labor a distancia”. 

“Muchas de nosotras además de dar clase, vamos a tener foros de discusión. Y si bien el horario se pacta con les estudiantes, es difícil teniendo un hijo pequeño en casa, y con el padre que es docente y está en la misma situación que una. A eso se suma que muchas veces les estudiantes no respetan el horario del foro, porque también tienen su vida trastocada”, sostuvo. 

Las condiciones laborales de las docentes cambiaron, se deterioraron así como se deterioraron también sus condiciones de vida. Esto está afectando la dinámica familiar y la salud psicofísica de las trabajadoras.

Mónica, directora del Nivel Inicial del Distrito 21 porteño se desahoga: “Ser docente, mujer y madre en estos tiempos, se viene como complicado. Hay que conciliar las locuras del Gobierno de la ciudad, que enloquece a las conducciones con mil mensajes y planillas e informes para ayer, muchas veces contradiciendo las normativas de Nación. A esto sumale la familia, la casa, con mi marido que tiene un trabajo que es considerado esencial y los niños con sus tareas online, que no siempre son claras, no son específicas, con temas que nunca vieron y que tienen que aprender solos”. 

“A la vez cocinar, salir a comprar, la casa, tratar de tener una mínima organización familiar Es complicado para nosotras las mujeres que todavía estamos peleando por un lugar, por superar el patriarcado, no lo estaríamos logrando porque estamos super tapadas de trabajo”, concluyó.

En todos los testimonios de las docentes de los distintos niveles, ya sea porque el hombre sale a trabajar por ser un trabajo considerado esencial o por elección, a la que le toca quedarse en la casa es a la mujer. Ninguna nombra al varón en el trabajo doméstico o de acompañamiento de tareas escolares de los hijos al varón. 

Son las mujeres y en este caso las docentes las que se encuentran sin que sus derechos como trabajadora sean tenidos en cuenta. No se pueden tomar licencias y continúan trabajando a costa de sus horarios, de sus hijos e hijas, de su salud física y mental.

Una vez más, la crisis y las peores condiciones de trabajo nos golpean con mayor crudeza a las mujeres.

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