6 mayo, 2014

Sonata contra el olvido y las mentiras

Hasta el 15 de mayo se puede ver en el cine Gaumont Sonata en Si menor, gran documental de Patricio Escobar que reconstruye la trama criminal de colaboración entre las dictaduras argentina y uruguaya y denuncia el miserable rol de la prensa adicta durante los años de plomo.

Hasta el 15 de mayo se puede ver en el cine Gaumont Sonata en Si menor, gran documental de Patricio Escobar que reconstruye la trama criminal de colaboración entre las dictaduras argentina y uruguaya y denuncia el miserable rol de la prensa adicta durante los años de plomo.

Sonata en Si menor, el último documental de Patricio Escobar, continúa con la operación comenzada con La crisis causó dos nuevas muertes (2006): un doble movimiento que por un lado busca mostrar lo que pasó realmente y por otro denuncia a los que intentan ocultar la realidad tras las más lamentables cortinas de humo periodísticas. El film se basa en una rigurosa labor de investigación periodística -responsabilidad de la periodista Claudia Acuña, integrante del Colectivo La Vaca y de la revista Mu- que va reconstruyendo los hechos (pero no desde una supuesta neutralidad sino tomando posición, comprometiéndose, ubicándose del lado de las víctimas y denunciando a los opresores) mientras que al tiempo se denuncia en todo su oportunismo y mendacidad a los mercenarios del periodismo que sólo se dedicaron a justificar al poder de turno, reproduciendo el discurso de los criminales.

Lo que en La crisis… era una indagación sobre las circunstancias del asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillan, los responsables políticos de esas muertes y las operaciones políticas de Clarín para intentar pervertir los hechos y proteger a los responsables, aquí es una minuciosa investigación periodística en torno a diversos crímenes de lesa humanidad de la dictadura uruguaya, entre los que se cuentan la muerte de Alejandro Barry y Susana Matta y el secuestro del pianista Miguel Estrella y Jaime Dri (coautor de Recuerdo de la muerte, junto a Miguel Bonasso).

El documental va estructurándose en torno a un contrapunto entre, por una parte, los comunicados oficiales de las Fuerzas Armadas de ambos países y los artículos serviles de revistas cómplices como Gente, Somos y Para Ti y, por otra, lo que podría y debería haber sido un periodismo crítico, que pretendiera chequear datos y fuentes y no reproducir libelos oficiales, en un personaje encarnado por la misma Acuña. Como concretizaciones de estos debates ético-periodísticos están los testimonios de los sobrevivientes, que vuelven a encontrarse, a recorrer los lugares de su detención, a recordar a sus caídos, a emocionarse y emocionarnos con un valiente ejercicio de memoria y compromiso.

Allí donde la versión oficial informa que “al intentar huir resistiéndose con armas de fuego fue abatido un sedicioso no identificado que portaba documentación falsa con el seudónimo de Sopita, teniendo una larga y delictiva actuación en las filas del movimiento sedicioso mencionado, ocupando en la actualidad el cargo de secretario político de la más alta cúpula del Movimiento Montonero”, una investigación periodística con escrúpulos hubiera debido decir que en realidad se trató de un operativo policial en el que Alejandro Barry (responsable político montonero de todos los compañeros de la organización exiliados en Uruguay ) fue asesinado por la espalda al intentar escapar y detenido Jaime Dri, también herido de bala, que había ido a reunirse con él.

Allí donde las impúdicas revistas de Editorial Atlántida dan cuenta del suicidio de la militante montonera Susana Matta frente a su hijita Alejandrina, cuando las tropas uruguayas rodean la casa de Lagomar en la que se refugiaban, planteando que “inocente del drama que se vivía alrededor fue testigo de la muerte de su madre, quien prefirió dejar librada a la niña a un destino incierto antes que enfrentar su fracaso” y construyendo una monstruosa campaña de utilización periodística de la pequeña hija de los militantes caído para desprestigiar a la organización, una investigación periodística rigurosa debe destejer la madeja de mentiras para visibilizar operativos coordinados de represión y secuestro, torturas incluso delante de menores, cooperación de los regímenes dictatoriales de Argentina y Uruguay y brutales operaciones de prensa para encubrir la masacre en curso.

Claudia Acuña resume: “En el mismo momento en que se estaba secuestrando gente, se estaba montando la operación de prensa. El caso demuestra que la prensa era parte del mecanismo para hacer desaparecer personas, bebés, niños”. Y luego de denunciar el envío uruguayo de detenidos en sus centros clandestinos de detención a la ESMA argentina “a cambio de los helicópteros, los autos y el control de algún centro de represión en Argentina” plantea claramente que “el caso de Gregorio es el huevo de la serpiente del Plan Cóndor”.

Una de las funciones del periodismo es confrontar a las mentiras oficiales. Decir lo que alguien quiere que sea callado. El resto son relaciones públicas, supo decir alguien que sabía de periodismo comprometido, el maestro George Orwell. Por eso vemos a Acuña confrontando, negando, desmintiendo ese relato oficial, esas noticias viciadas, ese sentido común construido a fuerza de terror y propaganda.

De todos modos, más allá de las representaciones con actores, interesantemente esquematizadas en un escenario despojado y teatral estilo Dogville, tal vez algunos de los momentos más intensos del inteligente film de Escobar se produzcan cuando la voz del periodismo cómplice ya no sale de un actor genérico sino de quienes en dictadura fueron jefes de redacción de las revistas Gente y Somos: Alfredo Serra y Eduardo Paredes, respectivamente. Ambos son discursos terribles, tributarios de la teoría de los dos demonios, aún resentidos y reproductores de los lugares comunes del discurso más milico contra la “subversión”, sólo que donde el primero se empeña en el autoengaño de considerarse “limpio” mientras que acusa a todos los demás de tener “el culo sucio”, el otro reconoce cínicamente: “Estábamos todos muertos de miedo y alcahueteábamos como locos. Algunos más de los que se les pedía y otros lo justo. Uno se acuerda de su propio miedo. Fueron años donde cuidaba cada palabra que escribía para no irritar al poder”. Un detalle a tener en cuenta en los títulos finales, cuando se muestra el staff de las principales revistas de Editorial Atlántida, es la clara aparición del nombre de Samuel “Chiche” Gelblung como subdirector de Gente en aquellos años de complicidad.

En fin, se trata de una película bien pensada, inteligentemente construida, seriamente sustentada periodísticamente y elegantemente filmada. Pero además tiene la virtud de ser absolutamente oportuna en estos días en que, por un lado, se acaban de ratificar las condenas para 11 genocidas en la primera parte del juicio ESMA (Alfredo Astiz y el Tigre Acosta entre ellos) y, por otro, se avanzó en la investigación de las complicidades civiles, particularmente en lo que hace al rol del periodismo, con el procesamiento a Vicente Massot, director en dictadura de La Nueva Provincia de Bahía Blanca, probablemente el más infame periódico pro dictadura del país.

Pedro Perucca – @PedroP71

FICHA TÉCNICA

Sonata en si menor
Dirección: Patricio Escobar
Guión: Patricio Escobar y Carolina Fernández
Investigación periodística: Claudia Acuña
Fotografía: Damián Finvarb
80 minutos

DIRECTOR: Patricio Escobar.

FOTOGRAFIA: Damián Finvarb.

GUION: Patricio Escobar.

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