7 julio, 2015
La ciudad que quedó
Por Guido Saccal. El domingo pasado se realizaron las elecciones generales porteñas donde el macrismo, ahora sin su principal figura como candidato, se volvió a imponer. Un análisis sobre la hegemonía del PRO, la oposición realmente existente y el lugar de las izquierdas.

Por Guido Saccal. El domingo pasado se realizaron las elecciones generales porteñas. Como se pronosticaba, el PRO ratificó su dominio en la Ciudad consiguiendo el primer lugar con algo más del 45%, veinte puntos por encima del ECO de Martín Lousteau. No obstante la diferencia, ambas fuerzas deberán dirimir en un ballotage la jefatura de gobierno.
El Frente para la Victoria (FPV) finalizó en tercer lugar a menos de cuatro puntos del segundo, mientras que bastante más atrás quedaron Luis Zamora de Autodeterminación y Libertad y Myriam Bregman del FIT.
Más allá de las presiones para renunciar a la segunda vuelta que Lousteau acusa estar recibiendo, todo parece indicar que dentro de dos domingos las y los porteños deberán acudir a las urnas nuevamente, con altas probabilidades de que Horacio Rodríguez Larreta termine imponiéndose como nuevo jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
En el parlamento el PRO contará con un bloque de 28 legisladores sobre un total de 60 mientras que el ECO y FPV serán los otros bloques principales (resta ver si con igual cantidad de miembros o leve predominio del ECO). La izquierda logró dos escaños.
Por el lado de las comunas, sólo tres fuerzas tendrán representación, con el macrismo como mayoría en todas ellas, el ECO segundo y el FPV en tercer lugar (excepto en algunas comunas del sur de la Ciudad, en donde el FPV superó a la alianza de radicales, socialistas y “lilitos”).
El predominio del PRO
La performance macrista en la Ciudad revitaliza una pregunta que numerosos analistas del progresismo y la izquierda se vienen formulando, lejos ya de las lecturas que versaban sobre la “estupidez” de los porteños, a saber: las razones de la hegemonía del PRO.
Los habitantes de la urbe más rica del país (con un PBI per cápita cercano al de Bélgica) evidentemente valoran facetas de la gestión del PRO que, más allá del análisis fino sobre los resultados de las mismas, ven como fruto de la política del ejecutivo.
Entre estas, es posible mencionar la creación de la Policía Metropolitana y el énfasis en la cuestión de la inseguridad; los nuevos Metrobúses; la remodelación de numerosos espacios públicos y parques; la modernización en ciertos aspectos de la gestión (trámites online, etc); y las bicisendas, entre otros. La mayoría de los porteños premian aquello que (creen) modifica en mayor o menor medida su vida cotidiana y el PRO ofrece hechos concretos que contrastar.
En la experiencia pasada de los vecinos de la ciudad, no existe contraposición alguna posible con el modelo que propone la actual gestión. Los gobiernos progresistas de Aníbal Ibarra y Jorge Telerman dejaron mucho que desear y en la memoria política reciente no hay rastros de una gestión alternativa que confronte con el modelo que propone el PRO.
Si a estos aspectos le agregamos: (a) una abundante billetera (el presupuesto de la ciudad se multiplicó por seis en los últimos ocho años) en un país con una economía razonablemente estable; (b) una oposición que no es alternativa y/o que elige no disputar la ciudad; (c) la creciente inserción territorial del aparato macrista que hoy, por ejemplo, gana en la mayoría de las villas de la ciudad; (d) cierta “histeria política” habitual en los votantes de las grandes ciudades respecto de los gobiernos nacionales, tenemos una cartografía más o menos precisa que explica el resultado de las últimas elecciones.
La oposición realmente existente
El resultado del ECO, emergiendo como segunda fuerza de la ciudad y obligando al PRO a pasar por el trámite del ballotage, también merece un alto en el análisis. Martín Lousteau presenta un perfil atractivo para el electorado: joven, profesional, orador didáctico, moderno y mediático, suele ser muy mesurado en sus declaraciones, buscando justipreciar tanto la gestión local (“construir sobre lo construido”) como la nacional (más críticamente).
Esta proyección del personaje que percibe el masivo, poco tiene que ver con el andamiaje político sobre el cual se asienta su candidatura. El ECO es un armado en donde el peso del radicalismo porteño, heredero del nosiglismo, es decisivo.
Los cuadros y el financiamiento provienen del oscuro entramado de corrupción, patoterismo y clientelismo de la UBA, una enorme caja que el grupo político que hoy maneja al radicalismo porteño, detenta (y ostenta). Las denuncias que se colaron en la campaña golpearon a Lousteau, pero no lo suficiente como para tumbarlo.
La consolidación del ECO implica, hacia delante, un retroceso en el mapa político porteño. Una fuerza de perfil progresista, pero conservadora en su estructura y planteo político, logró desplazar al FPV como principal alternativa en la ciudad y obtura el crecimiento de nuevas experiencias de centroizquierda e izquierda.
Pareciera que lo más inteligente que puede hacer el ECO en la ciudad es despegarse de la alianza que a nivel nacional han establecido radicales, lilitos y macristas. La política porteña quedaría así atrapada por muchos años entre una opción de derecha moderna y un progresismo light.
El resultado del domingo para el FPV tiene luces y sombras. Frente al previsible panorama en que pierde el segundo lugar, el FPV puede congratularse de haber quedado cerca del ECO, creciendo respecto de las PASO (pasó del 19% al 22%, pero con Recalde partiendo del 12%). El kirchnerismo logró una elección digna en la Ciudad, renovando candidatos, pero con el desafío de articular un discurso que vaya más allá de la confrontación con el modelo nacional.
La elección de las izquierdas
En el flanco izquierdo del mapa político, tanto Luis Zamora (AyL) como Myriam Bregman (FIT) han quedado bastante relegados en la disputa. Por debilidad propia y decisión ajena, las distintas opciones de izquierda estuvieron lejos de lograr insertarse en el debate de la elección. Se llevan como premio un legislador cada uno.
Camino Popular, con Itai Hagman como candidato a legislador pero sin candidato a jefe de gobierno, pasó de 31 mil votos en las PASO a casi 45 mil en este turno, aunque no le alcanzó para acceder a una banca.
Zamora ratifica que su estrella mediática aún conserva brillo, pero no mucho más que eso. El FIT culmina con una elección bastante magra, inmerso en fuertes disputas internas, con una diferencia importante a favor del legislador Marcelo Ramal del PO, que logró un considerable corte de boleta.
Para este espacio queda pendiente el desafío de lograr mayores marcos de unidad y amplitud política, que permitan amplificar la voz del porcentaje del electorado que elige opciones de “izquierdas”, pero también interpelar a aquellos que abrevan en el kirchnerismo o se identifican con el progresismo.
@GuidoSaccal
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.