Nacionales

18 mayo, 2020

“No tener agua corriente es condenarnos a un contagio masivo”

A partir de las muertes de Ramona y Víctor, más que nunca cobra importancia la concientización sobre la realidad actual de las villas populares de la Ciudad de Buenos Aires. Es por esto que vecinas de la villa 1-11-14, en Bajo Flores, relataron qué significa en este contexto la falta de agua, qué respuesta tienen del Gobierno de la Ciudad y cómo se organizan en el barrio para apalear esta situación.

Marcelo Moretti y Daniela Gutiérrez*

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Este domingo 17 de mayo falleció Ramona Medina infectada de Covid-19, referente de La Poderosa, luego de denunciar incansablemente la falta de agua y las condiciones de hacinamiento en las que viven en la Villa 31. Esta realidad hace que sea imposible el cumplimiento de los cuidados necesarios para evitar la propagación del virus.

Condiciones similares son las que se viven en el Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli (ex Villa 1-11-14), en Bajo Flores, donde desde el jueves 14 de mayo diez manzanas se encuentran con el suministro de agua interrumpido. Esta situación afecta a más de 40 mil vecinos y vecinas que viven allí.

La problemática que trae consigo la propagación del virus del Covid-19 convive con el brote de dengue, y es agravada por las condiciones estructurales de los barrios populares porteños.

Silvia Martínez, vecina del barrio, explica que “al principio, el dengue era la preocupación más grande, pero ahora estamos con los cuidados a la par”. Además, la recomendaciones y sugerencias para un efectivo aislamiento social que controle la cantidad de contagios, no se pueden cumplir en todos los casos y, en otros, modificó sustancialmente las vidas de las personas.

Ricarda “Car” Polo Quispe, de la Casa de la Mujer de Flores, contó que su vida cambió por completo. Resaltó: “Todos los planes que teníamos para este año, todo se fue abajo. Para mí esta cuarentena está difícil, porque yo estoy sola con mi hija, acá encerradas. A veces me amargo, a veces estoy triste, a veces feliz. Tengo todas las emociones”.

Desde AySA se enviaron camiones cisternas como solución al corte de agua corriente. Sobre esta iniciativa, Silvia explicó que “para muchos vecinos es antihigiénico, por la forma en la que se reparte y por la forma en la que que se retira el agua”. “Más allá de todo lo que uno trata de hacer, como en la limpieza, nos quedamos cortos con todos los contagios que hay acá”, agregó, y dejó en evidencia la insuficiencia de las medidas que se están tomando.

Además, comentó: “Entregar agua en camiones no está bien. Después dicen que no quieren que la gente salga, pero los están mandando a hacer fila para obtener agua del camión”. Por otro lado, destacó que “si o si tienen que salir a las calles a buscar agua y, en esta situación, se necesita mucho, para higienizarse y limpiarse, para hacer la comida. Es muy triste que otras familias no tengan agua y la tengan que ir a buscar”. 

En relación a esto, Liliana, también vecina del barrio y referente de la Casa de la Mujer, no cree que haya ningún plan y cuenta que no ve ningún tipo de apoyo por parte del Gobierno de la Ciudad. Silvia tampoco cree que “el gobierno tenga un plan para los barrios”. “Si lo tuviera, debería ya implementarlo para que las cosas cambien. Para mí, no tener agua corriente es condenarnos a un contagio masivo. Es inhumano. Sin agua no hay salud”, denunció.

Mientras que, en la marco de la flexibilización de la cuarentena, el Gobierno de la Ciudad inició un protocolo de veredas ampliadas y cortes de calles, en los barrios la organización popular sigue generando estrategias para apalear la crisis. Silvia graficó que “la gente hace unas colas larguísimas para buscar comida ya hecha y los víveres para poder alimentar a las familias. Además, hay mucha gente que no tiene trabajo, que no tiene plata, y hay que pagar un montón de cosas”.

“Nos la rebuscamos. Ya sea con los comedores, las iglesias, o las casas populares, donde nos ayudan bastante. También los movimientos sociales ocupan un rol muy importante, ya que ellos son los que van mostrando la emergencia en la que se vive en los barrios y sobre todo la falta de presencia del gobierno”, concluyó Liliana.

Cuando existe una ausencia tan fuerte por parte del Estado, las mujeres organizadas refuerzan sus redes de ayuda y le ponen el cuerpo a la crisis. Liliana también explicó que, dentro de su organización, están “ayudando a la gente en lo que se pueda”.

“Lo poco que viene de mercadería, lo estamos repartiendo entre 60 personas los viernes y los sábados de todas las semanas. Recibimos donaciones de otros lados, de lo que intentamos darle algo a las personas: fideos, harina, arroz. También compramos lavandina y la repartimos en botellas”, observó Liliana. En paralelo, Car subrayó que “las que más se organizan y actúan en esta situación son las mujeres”.

Otra hecho que forma parte de y, a la vez, agrava esta realidad es que, en distintos lugares de trabajo, están suspendiendo a personas que viven en las villas, personas que no están pudiendo cobrar en este tiempo de crisis. Liliana contó que parientes de ella “no saben si van a volver a trabajar porque dicen que viven en la villa contagiados. Esto también pasa en la 31, ya que hay compañeros que también fueron suspendidos”. 

Es por todo esto que es necesario compartir y concientizar sobre lo que está pasando en las villas porteñas. Car opinó que “el gobierno necesita que le apretemos para que puedan dar un paso y puedan darnos respuesta a todos los problemas que hay acá en la villa”. Los problemas se van sumando y la necesidad de respuesta y de acción resulta cada vez más urgente. La salida más eficiente en la realidad actual es, y sigue siendo, la organización popular”.

*Integrantes de Mala Junta

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