24 octubre, 2016
¿Qué pasa si Trump no reconoce los resultados de las elecciones?
La negativa del candidato republicano a asegurar si va a aceptar una derrota electoral plantea dudas sobre el futuro político de Estados Unidos. Tres hipótesis sobre lo que podría ocurrir a partir del 9 de noviembre.

Desde el inicio de la campaña electoral, y con mayor intensidad en las últimas semanas, el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que las elecciones estaban “arregladas” en favor de su rival demócrata, Hillary Clinton.
Estas declaraciones apuntaban inicialmente a una crítica a los medios de comunicación estadounidense, de quienes el millonario neoyorquino entiende que tienen un sesgo “liberal” y favorable a su oponente.
Pero recientemente, Trump fue más allá al poner en duda si aceptaría públicamente una derrota el 8 de noviembre. “Voy a tener que dejarte con la duda”, le aseguró al moderador del último debate, consultado sobre el tema.
Luego, en un acto en Ohio, afirmó irónicamente: “Me gustaría prometer y asegurar a todos mis votantes, seguidores y a todo el pueblo de los Estados Unidos que voy a aceptar totalmente los resultados de esta gran e histórica elección presidencial. Si gano”.
Si bien la concesión de la derrota por parte de los otros candidatos no es un hecho necesario en el proceso electoral, sí es una tradición que no se rompió ni siquiera en las elecciones más parejas de la historia. Es decir que la negativa de Trump no generaría una crisis en el sistema, pero si podría desencadenar un grave problema político.
Hillary Clinton, que vería manchado por este hecho el proceso de transición hasta su asunción, no sería la única afectada. La estructura del Partido Republicano (el Grand Old Party -GOP-), ya duramente golpeada por las internas de sus dirigentes y su candidato, podría quedar aún más seriamente comprometida.
Teniendo en cuenta el recorrido de Trump durante la campaña, y lo que dicen las encuestas más recientes, pueden plantearse tres escenarios posibles.
Si no queda otra…
La posibilidad de una victoria cómoda de la candidata demócrata, tanto en términos de voto popular como de delegados al Colegio Electoral, es cada vez más plausible a la luz de las últimas encuestas.
Hillary tiene chances de ganar incluso en Estados que eligieron republicanos en la amplia mayoría de las elecciones desde mediados del siglo XX como Arizona, Georgia y Utah. Semejantes triunfos le asegurarían una diferencia superior a los 8 puntos porcentuales, y le permitirían superar los 332 votos en el colegio electoral que obtuvo Barack Obama en 2012.
Un escenario semejante dejaría a Donald Trump sin demasiado margen para acusar fraude. Aún suponiendo que podrían existir irregularidades en la votación, es virtualmente imposible una operación con la dimensión necesaria para generar una diferencia tan grande.
En ese caso, el candidato republicano podría verse obligado, aún en sus términos, a conceder la victoria.
A pesar de todo
Aún en un escenario númerico como el planteado anteriormente, el multimillonario neoyorquino podría negarse a otorgarle el triunfo a su contricante.
Si esto ocurriera, difícilmente sus declaraciones puedan traccionar a la base republicana, aún a aquella que hoy lo apoya a él frente a la “élite” del Partido. Sería un dato de color, un hecho podría incomodar ligeramente a Clinton, pero no movería la aguja en términos políticos.
Esto podría significar la comprobación de la hipótesis que manejan muchos analistas políticos estadounidenses: que Trump es un fenómeno de corto alcance, con fecha de vencimiento el 8 de noviembre, y que no tiene ningún interés en disputar poder al interior del Partido Republicano ni presentarse como presidenciable para 2020.
El GOP se dobla, pero…
Si bien hoy las encuestas indican que Clinton se llevará con comodidad las elecciones, en muchos Estados importantes como Florida o Carolina del Norte su ventaja es escasa, y aún hay tiempo para que la tendencia se modifique.
Aunque sería muy difícil que el cambio sea tan brusco y en tantos Estados distintos como para llevarla a perder los comicios, sí podrían derivar en unos resultados más parejos, que amplificarían las quejas del candidato republicano.
En esta hipótesis, la menos probable, podría ocurrir lo que otros analistas políticos piensan: que Trump no es un fenómeno de corto alcance y que planea un proyecto por fuera del GOP, arrastrando con él a la base republicana blanca y de clase baja que conforma el núcleo duro de sus seguidores.
Este sería el mayor golpe al sistema político estadounidense, principalmente porque implicaría la profundización del proceso de descomposición por el que pasan los republicanos desde la aparición del Tea Party, en 2009.
Se trata en todos los casos de especulaciones. La pérdida de credibilidad de Trump en las últimas semanas, que se refleja claramente en las encuestas posteriores al último debate, llevan a pensar que, en la madrugada del 9 de noviembre, su capital político va a ser prácticamente inexistente.
Al mismo tiempo, esta campaña electoral, la más compleja de la historia reciente estadounidense, va a dejar heridas. Todavía habrá que esperar para saber a quién y de qué profundidad.
Nicolás Zyssholtz – @likasisol
Foto: Joe Raedle / Getty Images
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