Cultura

22 septiembre, 2016

La princesa montonera que quería escribir

Diario de una princesa montonera, de Mariana Eva Pérez, es un libro escrito desde “las tripas” pero también desde un distanciamiento crítico, irreverente e irónico. Una literatura punk que vomita Historia, que trata de correrse de las retóricas habituales con las que se ha abordado el tema, “el temita”, según ella.

“La dictadura nos pasó a todos -dice Mariana Eva Pérez- pero se imprimió sobre unos cuerpos”. No caben dudas. Es, en su jeito, en esa manera de reír como nena mimada de la abuela, en la manera de ruborizarse, de encogerse de hombros o de levantar la voz como en un berrinche, donde se intuye la fragilidad del “minúsculo y quebradizo cuerpo humano” del que nos habla Walter Benjamin en El narrador.

Mariana nació el 28 de junio de 1977. Fue secuestrada junto su madre, Patricia, y entregada a su familia paterna luego del operativo. Patricia fue trasladada a la ESMA, donde dio a luz un varón que fue apropiado. En 2000, Abuelas de Plaza de Mayo recibió una denuncia anónima que afirmaba que un agente civil de la Fuerza Aérea tenía un niño inscripto como hijo propio con una falsa partida de nacimiento. Los resultados del análisis de ADN indicaron que el joven era el hijo de Patricia y José -ambos desaparecidos- y nieto de la vicepresidenta de Abuelas, Rosa Roisinblit.

¿Es posible narrar estas experiencias traumáticas? ¿Qué modos de narración pueden reconstruir lo in-narrable, las secuelas del horror?

“El deber testimonial me llama”, dice Mariana, y escribe su blog Diario de una princesa montonera, su casa de palabras, 110% verdad, que fue publicado luego por Capital Intelectual.

Entre el testimonio y la ficción

Mariana escribe desde “las tripas”, pero también desde un distanciamiento crítico, irreverente e irónico. Una literatura punk que vomita historia, que trata de correrse de las retóricas habituales con las que se ha abordado el tema, “el temita”, según ella.

El arte no es propaganda ideológica, no es “la prensa del gueto”. El arte suelta la lengua, desacraliza, des-solemniza, apela al humor para visibilizar la situación de los “hijis” -ese estado de orfandad perpetrado por el Estado-, crea su propio lenguaje. Los “hijis” “militontos” “militontean”. La princesa montonera cumple el protocolo en el “gueto” donde se hermanan, como “Princesitas huérfanas/ de la revolución y la derrota/ en el exilio eterno de la infancia”. “¡El show del temita! El reality de todos y todas.”

A contrapelo del discurso oficial, que naturaliza una narrativa de derechos humanos de “actuar la tragicidad”, que entroniza lo decible, lo políticamente correcto, se alza su palabra, siempre intranquilizadora.

Diario de una princesa montonera se convierte así en un discurso de resistencia que sabotea la moral. Porque no está todo bien. Ella buscaba al hermano y apareció otro, “el hijo del milico”. Porque la imagen de los padres que la persiguen como fantasmas siguen siendo un agujero negro y perturbador. Porque la casa familiar ha sido arrasada y esa otra “casa enorme, desproporcionada”, nunca será “aquella casa”.

Fabiana Montenegro

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas