5 septiembre, 2016
Brasil: «El gobierno de Temer no tiene legitimidad»
Entrevista con Ximena Simpson, doctora en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, para analizar la compleja realidad brasileña luego de la destitución de Dilma Rousseff.

Ximena Simpson, doctora en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y docente de la Universidad de San Martín, fue entrevistada en el programa «Quemar las naves», de Radio Sur, para analizar la compleja situación política en Brasil luego de la destitución de Dilma Rousseff.
– ¿Qué impresión tenés respecto de la destitución de Dilma?
– El tema de la destitución y sus razones son dos temas distintos. La destitución -estamos de acuerdo muchos analistas en Brasil- claramente es un juicio político basado en acusaciones que no se sustentan firmemente en términos jurídicos. Se basa en el argumento de una falta de responsabilidad en el manejo de las cuentas fiscales. Y, paradójicamente, un día después de la destitución ese mecanismo administrativo de manejo de cuentas fue aprobado y legitimado por el Senado.
Por otro lado está la discusión sobre la corrupción y toda la operación del Petrolao y del Lava Jato. Pero se mezcló todo en el juicio y destitución de Dilma. La cuestión técnica tenía que ver con si era o no culpable por crímenes de responsabilidad fiscal, pero se le dio un carácter mucho más dramático a la discusión porque se mezcló con las acusaciones de corrupción. Pero después resulta que Dilma, de nuevo paradójicamente, no está siendo acusada y ni está siquiera procesada porque no tienen pruebas de que haya cometido ningún delito en ese sentido.
– En cuanto al aspecto jurídico, ¿hasta qué punto tiene argumentos la oposición para sostener lo que le hizo a Dilma?
– Los argumentos se van diluyendo cada día que pasa. Los argumentos jurídicos que ellos levantan en cierto sentido plantean una lectura bastante sesgada de la Constitución. Si bien el gasto fiscal puede encuadrarse, en cierto sentido y muy sesgadamente, en la Ley de responsabilidad fiscal, las decisiones del Ministerio de Economía o de los técnicos financieros de la Presidencia son trámites administrativos.
Como ustedes saben, la acusación de Dilma se terminó dividiendo en dos partes, una que la acusaba por crímenes de responsabilidad fiscal y la destituía de la presidencia, y otra que le sacaba los derechos políticos durante dos años. La pena quedó dividida en esas dos cuestiones, que se votaron por separado. Entonces Dilma fue destituida en tanto acusada por estos crímenes de responsabilidad fiscal, pero luego el Senado la absolvió en términos políticos. Eso diluye también los argumentos técnicos de la acusación porque si estás cometiendo un crimen fiscal es paradójico, diciéndolo en buena forma, que no te saquen los derechos políticos. Es como decir que incurrió en un crimen, pero no tanto.
– Vos recientemente publicaste una nota en Anfibia donde abordás todo el problema desde el aspecto institucional…
– Bueno, ahí yo me quise meter un poco en la discusión sobre la institucionalidad y sobre si fue o no un golpe. Porque si vamos a mirarlo institucionalmente todo el proceso de impeachment siguió los rituales institucionales, formales y legales que marca la Constitución en Brasil. El gran tema es cómo a partir de esos mecanismos legales ciertos actores políticos de la base más conservadora de la política brasileña logran reinterpretar lo escrito en la Constitución y torcer esos pilares republicanos para destituir a un presidente electo democráticamente.
Ahora, la cuestión política en Brasil es cómo podemos avanzar política y civilmente en nuestra ciudadanía y dejar atrás ciertas prácticas clientelares a las que tan acostumbrados estamos en América latina. Ese fue el punto sobre el que quise llamar la atención en el artículo, la dificultad que tienen nuestros sistemas políticos para sobrepasar esas prácticas que al final terminan inmiscuyéndose en las instituciones formales de la República.
En Brasil es justamente eso lo que estamos viendo. Dilma está siendo destituida por un grupo de gente acusada de corrupción y clientelismo, mientras que ella no lo está. El clientelismo es una forma de intercambio político entre aquél que se elige y aquél que lo vota. Y en cierto sentido en Brasil, donde pensamos que eso estaba siendo superado, estamos viendo la vuelta de este tipo de relación política de la mano de los dirigentes más conservadores, de los dinosaurios brasileños.
– Por otro lado leía el otro día que hay una parte muy grande de la población que ni siquiera sabe el nombre de Temer. ¿Cómo crees que va a impactar la destitución sobre el gobierno de Temer? ¿Le va a dar mayor legitimidad? Porque encima de todo eso se avisora una crisis económica que va a seguir profundizándose…
– En realidad el gobierno de Temer lo que no tiene es legitimidad. El nivel de popularidad de Temer era prácticamente igual al de Dilma. Si no recuerdo mal en la última encuesta el índice de rechazo del gobierno Temer en la población era casi del 80%. Yo creo que a Temer le va a costar mucho ganar esa legitimidad, ya que no la tiene. Los sectores más aplazados socialmente siguen apoyando a partidos más de izquierda y lo siguen teniendo a Lula como un referente político de peso, como un ideal de gobierno. Ahora, lo que tenemos que ver es cómo Temer maneja la economía en estos últimos meses del año. Si llega a conseguir salir de la crisis y tener un repunte económico le va a dar más estabilidad en términos sociales a su gobierno. Ahora, que logre tener una legitimidad plena, del 50% de la población, por ejemplo, me parece muy difícil de pensarlo.
Y ojo, también tenemos un punto importante, que ahora en octubre son las elecciones para cargos municipales y estaduales y ahí vamos a tener un momento muy interesante de análisis político. Porque en muchos estados brasileños no son los partidos conservadores los que están ganando más votos sino los partidos más de izquierda. Entonces ahí hay un contrapunto. Por eso yo te decía que hay que tener cuidado con la mezcla de lo de la corrupción con el impeachment. La gente no quiere más gente corrupta y tiene claro que el gobierno de Temer es un grupo de políticos corruptos. Entonces tenemos por delante dos o tres meses muy interesantes para ver qué va a pasar todo esto.
– También hay que ver cómo queda en la política brasileña el rol del Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó los últimos años.
– Justamente ahora el PT tiene que hacer un trabajo de introspección muy fuerte y buscar reinventarse. Yo no creo de ninguna manera que el PT esté muerto, pero sí creo que tiene que correrse un poquito… No importan tanto esas elecciones estaduales de octubre. Tiene que retroceder un poco y repensarse para ver cómo resurge en 2018.
Lula todavía es una figura importante y es una figura que convoca. Entonces ahora tiene que moverse con mucha calma. Y ahora Dilma también vuelve con todas las fuerzas a manejarse políticamente porque no le sacaron los derechos políticos. En cuanto al rol del PT como actor central de la oposición mucha legitimidad no va a tener. Por eso yo creo que es el momento de dar un paso atrás, repensarse y volver con otro discurso.
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