19 agosto, 2016
Beya, una denuncia escénica de la trata
Notas conversó en exclusiva con Marisa Busker acerca de su nuevo trabajo, Beya, una adaptación del texto de Gabriela Cabezón Cámara, que aborda el tema de la trata. Sin apartarse del original, Busker propone un unipersonal poético y descarnado en el que se destaca también sobre el escenario.

“Si el fin del torturador es provocar la presencia absoluta del que tiene atado para sojuzgarlo entero con laceración y dolor, el objetivo del torturado es tomarse el palo, irse de ahí, partir del cuerpo que pierde el aliento a manos de otro…”. Así comienza la nouvelle de Gabriela Cabezón Cámara, Le viste la cara a Dios, en la que se basa Marisa Busker para ponerle el cuerpo a una puesta escénica poética y descarnada, que le da voz a un tema que muchos eluden: el flagelo de la trata de personas.
La obra recorre una serie de circunstancias por las que atraviesa Beya -una mujer que ha sido secuestrada y puesta a trabajar en un puticlub de Lanús-: el ablande, la violación, la droga, la tortura. Es en ese margen mínimo de espacio para la conservación de la integridad -como explica Busker- donde aflora la dura lucha entre la opresión del opresor y la opresión a la que uno mismo está dispuesto a someterse o a zambullirse. Pero también se plantea la búsqueda incesante para inventar formas de sobrevivencia. Fingir, sofisticar la ausencia, la “representación de víctima seducida”, aun sabiendo que “la línea que hay entre actuar y hacerse parte es finita, ambigua, jodida y hacerse parte es lo mismo que estar muerta estando viva”.
Beya, como titula a su unipersonal Busker, muestra la directa vejación del cuerpo en cautiverio, hecho que podría observarse también en relación al abuso del poder, la pérdida de derechos, el engaño, la sobrevivencia, en otros espacios. En este sentido, su trabajo -que puede verse todos los martes en Ambigú- forma parte de una trilogía: Trilogía de paisajes (trilogía de resistencias) que además de Beya incluye Aromas y Permanencias -de su propia autoría-, y Beto, adaptación del texto de Ricardo Cardoso.
-¿Cómo te acercaste al texto de Gabriela Cabezón Cámara?
-El texto de Gabriela lo encontré por casualidad. Yo la vi por televisión. Me gustó mucho ella, lo que contaba, su humildad. No exagera, deja lugar. Me pareció muy noble su manera. En 2013, en un viaje a la India, me la encontré en el avión. Y yo digo: es ella.
-En una nota que diste a un medio comentás que “el teatro debe ser exquisito a los sentidos, más allá de los límites a los que nos lleve el relato”. Desde esa posición, ¿cómo pensaste la adaptación de un texto tan duro, crudo, para la puesta?
-La escena, el performer, tiene que ser buena para los sentidos. No podés mostrar algo tan violento con la violencia en sí misma. Tiene que estar enmarcado dentro de cierta belleza estética.
-¿Cuál es el lugar que ocupa la música y la danza para la construcción de otros sentidos?
-Todas mis obras apuntan a un trabajo transdisciplinario y también transcultural. La temática de la prostitución, de la trata, no es de este país solamente. Lo vi en la India, en Sri Lanka y en muchos lugares de pobreza. También en Amsterdam en las vitrinas del barrio rojo. Entonces pensé en una denuncia solidaria y el texto de Gabriela, con esta chica vejada que se inventa la figura de Dios como una figura mística para poder proteger su cuerpo y salvarse del dolor, me sirvió para introducir la canción en esos momentos místicos. Y además hacer una pausa en ese texto tan violento. Necesito pausas tiernas, suaves, para relajar la dramaturgia. Si no, no puedo respirar.
-Los espectadores tampoco…
-El libro son cinco capítulos: los tres primeros no tienen respiro. Desde el rapto, el ablande, la droga, hasta que ella empieza a hacerse “amiga” del opresor. A partir de ahí, hay otras posibilidades con la voz.
Para la música tomé a John Cage, Las sonatas para piano preparado, que es el piano tocado por adentro que genera sonidos exóticos, con tendencias más orientalistas. Él tenía conocimiento del tema budista, las ragas, escalas modales o mantras… Eso me sirvió para construir una danza con los impulsos de la obra misma y con las danzas que conocí de Oriente. También tomé el Misericordia y el Gloria de Bach para una escena bastante terrible: cuando Beya mata a la chica. Es la misericordia que siente por su compañera, su comadre. Esos vínculos entre las chicas adentro del prostíbulo no están resueltos en el libro. A ella le toca matar para demostrar complicidad con el cafishio, pero no me puedo imaginar otro sentimiento que sentir compasión ante esa situación.
-Lo que decís amplía el tema de los lazos vinculares. En un clima de opresión también se pueden construir otras relaciones más solidarias, además de la dupla opresor-oprimido que nos lleva a pensar en la situación que se vivió en los centros clandestinos también.
-Sí, además de la compañera del prostíbulo está el policía, que se enamora y la ayuda.
La violencia de la Nación está presente, incluso en las referencias, en la intertextualidad que hace con El Matadero. Y también la gauchesca, la misma métrica con versos octosilábicos y la rima me ayudan con mi manera de trabajar. Gabriela pensó el texto a través de lo que nos pasó en la última dictadura. La trata de personas es desaparición y tortura.
-Es curioso que el lugar donde se exhibe la obra, hoy centro cultural Ambigú, haya sido un prostíbulo…
-Sí, detrás del mostrador están los timbres todavía. Que esta obra se haga ahí es más significativo y la puesta está realzada estéticamente para que aun desde un lugar así, se pueda visibilizar una realidad que nos duele. Una denuncia a la opresión y un llamado a la conciencia en la reivindicación de los derechos.
Fabiana Montenegro
Ficha técnico artística
Texto: Gabriela Cabezón Cámara
Actúan: Marisa Busker
Vestuario: Marisa Busker
Diseño de luces: Marisa Busker
Musicalización: Marisa Busker
Fotografía: José Luis Cáceres
Asistencia técnica: Ana Laura Friedlmeier
Prensa: Laboratorio Del Performer
Puesta en escena: Marisa Busker
Dirección: Marisa Busker
Duración: 70 minutos
AMBIGÚ
Tte Gral Juan Domingo Perón 1829 – Capital Federal
Teléfonos: 4371-0635
Entrada: $ 100,00 – Martes – 19:00 hs
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