América del Norte

1 agosto, 2016

El voto a Hillary Clinton y la decadencia de Los Simpson

Este fin de semana se difundió un video en Youtube donde Homero y Marge Simpson deciden votar por la candidata demócrata en las próximas elecciones. Con el transcurso de los años no sólo el humor de la serie ha decaído, también su crítica política.

En menos de dos minutos el mensaje es claro, sencillo e híper explícito. Homero y Marge están en la cama y ella le dice: «No puedo ¡no puedo! No puedo hacer el amor hasta haber decidido a quién votar». Entonces Homero prende la televisión y aparece un spot publicitario donde se plantea a los televidentes que sucedería si alguien llama a las 3 de la mañana a la Casa Blanca y atiende uno u otro candidato.

Escena 1: suena el teléfono, Bill Clinton se despierta y atiende. “¿La sala de situación? Allí estaré”, responde Bill, pero inmediatamente se da cuenta de que el llamado es para su esposa Hillary (“Es para ti”). “Sí, de ahora en adelante, es siempre para mí”, responde la actual candidata demócrata.

Escena 2: Donald Trump está despierto. A su lado un libro con “Los mejores discurso de Hitler” (tal como contara una de sus ex esposas). Lo llaman de la “Situation room” pero decide no atender, antes tiene que terminar de enviar un tweet. Finalmente atiende. Un grupo de asistentes ingresa a maquillarlo, inyectarle botox y ponerle su peluquín que es un perro caniche. El proceso lleva tanto tiempo que para cuando termina le avisan que una flota china avanza hacia los EE.UU. «Construyan otro muro. ¡Sí, en el océano, perdedor!», responde Trump y corta.

(«Pagado por los estadounidenses que empiezan a echar de menos a Obama», reza el texto final del spot).

Tras ver esto en la televisión Homero dice que va votar a Trump. Marge enojada pone al perro arriba de la cama entre ambos a lo que él responde entonces: “Así es como me convertí en demócrata”.

Claro, directo, sin sutilezas.

Un humor con perfecta validancia… que ha quedado en el olvido

No es ninguna novedad que tras casi 30 años al aire Los Simpson han perdido hace tiempo la frescura y gracia original de sus primeras temporadas. Pero más allá del humor en términos generales, también ha disminuido su capacidad de crítica social aguda, sutil y que -como la bola en la ingle- funcionaba en varios niveles.

– Más despacio cerebrito
– Bueno, vamos de nuevo…

El llamado explícito a votar a Hillary Clinton está lejos de aquella escena en la que Otto, el chofer del autobús escolar, llegaba a recoger a los chicos y los llama “burguesitos”. O cuando la maestra de tap de Lisa le explica que ella no puede participar de la función porque no es buena bailando y para justificarse pregunta a los presentes cómo se llama dar a todos el mismo papel cuando no son iguales y los niños responden a coro: “¡Comunismo!”.

Ni que hablar cuando Kent Brockman asiste a cubrir la rebelión encabezada por Bart en Campo Krusty y describe que si bien ha estado en Afganistán -cuando los EE.UU. financiaban a los talibán contra los soviéticos- e Irak -en la primera guerra del golfo-, esto “es mucho peor”. O cuando su hija le recomienda que escriba una nota sobre la muñeca “Lisa, corazón de león” en lugar de una sobre el aniversario de los Beatles y el periodista responde: “Bueno, tuviste razón con lo del muro”.

Rompiendo el bipartidismo

Los Simpson siempre fueron más duros con los republicanos que con los demócratas. En Springfield el “cuartel general” del partido que hoy lleva como candidato a Donald Trump es un tenebroso castillo medieval. Entre sus miembros están el Conde Drácula, el filo nazi Rainier Wolfcastle (parodia del actor Arnold Schwarzenegger), el genio criminal Bob Patiño y el malvado capitalista de la ciudad, el Señor Burns. También aparecen en la serie, y con pésima imagen, ex presidentes como Richard Nixon y George Bush.

Pero en la vereda de enfrente los demócratas no se salvan (o no se salvaban). El alcalde Diamante, que representa el cargo más alto del poder político de la serie, pertenece al partido de Hillary Clinton. Eso no impidió que sea estereotipado como corrupto, misógino e ineficiente. Varios son los capítulos dónde se lo muestra aceptando sobornos: cuando descubren que Homero no fue a la Universidad y sucede un accidente en la planta Nuclear o cuando Tony el Gordo le paga para vender la leche de rata en las escuelas. Incluso, en el escudo de Springfield se puede leer el lema “Corruptus in extremis”.

Un capítulo memorable es aquel en que Bob Patiño se postula para alcalde por los republicanos. Allí se parodian diversos momentos de la vida política norteamericana con referencias al debate Nixon – Kennedy, el caso de corrupción de Oliver North (Irán-Contras) o el escándalo de Watergate. Además se observa claramente el papel de los medios de comunicación y los operadores políticos en la figura del conductor radial Tino Burgos.

Sin necesidad de caer en la obviedad burda y directa, los Simpson supieron llegar a ser cuestionados hasta por el propio George Bush padre durante su presidencia -antes de que le dedicaran un capítulo- llamando a las familias “americanas” a no ser como las presentaba el programa de televisión.

Hoy difícilmente Trump esté preocupado por el mensaje superliminal de Marge y Homero. El señor Burns perdió la elección a gobernador el último día de campaña cuando Marge le sirvió de comer el pescado de tres ojos. Esta vez los Simpson se quedaron sin pescado y Maggie sin balas en la pistola.

Por eso al escribir esto estoy triste, ya que el presidente de EE.UU. ha sido reemplazado por el benévolo Donald Trump. Todos amamos a Trump y a su glorioso régimen. Con amor, niñita.

Santiago Mayor – @SantiMayor

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