17 julio, 2016
El trasfondo del fallido golpe de Estado en Turquía
Por Julián Aguirre. La noche del 15 de julio, una inesperada rebelión militar se propuso deponer al gobierno conservador del presidente Recep Tayyip Erdogan. Aunque el golpe fracasó, la incertidumbre perdura mientras el país atraviesa un episodio más de su desestabilización.

Por Julián Aguirre. La noche del 15 de julio, una inesperada rebelión militar se propuso deponer al gobierno conservador del presidente Recep Tayyip Erdogan. Aunque el golpe fracasó, la incertidumbre perdura mientras el país atraviesa un episodio más de su desestabilización.
Turquía recibió la noche del 15 de julio con escenas del pasado. Si bien las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia (el “Estado profundo” como se los ha denominado comúnmente en la prensa local) ejercieron un rol tutelar sobre la política del país incluso años después del último gobierno militar, la entrada de la fuerza militar a la escena política no se hallaba dentro de los cálculos de los analistas.
Sin figuras que asumieran su representación ante el público, los rebeldes hicieron llegar un breve comunicado donde decían intervenir “para restaurar la libertad y defender el orden constitucional”, entre otras cosas. Tras horas de silencio, el presidente turco y líder del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP), Recep Tayyip Erdogan, llamó a movilizarse para responder al golpe. Los principales partidos de oposición, pese a la creciente polarización política que vive el país hace ya tiempo, se pronunciaron en contra del intento de golpe.
Las cifras oficiales ascendieron a 265 personas muertas, entre civiles y militares, y más de 2 mil resultaron heridas durante los choques. Cerca de 3 mil militares fueron detenidos y 2745 jueces suspendidos. Entre los apresados hay nueve coroneles y cinco generales junto al comandante en jefe del Tercer Ejército. Mientras retornaba de a poco la estabilidad, Erdogan advirtió que los insurrectos “pagarán un gran precio” y agradeció a Dios porque esto le dará “una razón para limpiar» el ejército.
Siembra tormentas…
Los hechos del 15 y el 16 de julio suponen un nuevo salto en el deterioro de la situación política y de seguridad de este país miembro del G-20 y dueño del segundo ejército más grande dentro de la OTAN.
La ausencia de apoyo político y social resultó clave para desarmar las aspiraciones de los militares rebeldes. Pero también arroja más interrogantes sobre la naturaleza del levantamiento. Quedará por ver si el gobierno en los próximos días rediseña su postura y apuesta al diálogo nacional o si usará el escenario de emergencia para legitimar la mano dura hacia cualquier crítica que encuentre.
Erdogan también ha pedido a Estados Unidos que extradite a Fethullah Gülen, influyente teólogo y dirigente político turco que fue aliado del gobierno de Erdogan pero que ha pasado a formar parte de la larga lista de “enemigos y conspiradores” señalados como causantes de las dificultades que afronta el país.
El AKP viene acumulando golpes que han desgastado su legitimidad desde que llegó al gobierno en 2002. Las pasadas elecciones parlamentarias vieron la aparición de dos alternativas por izquierda y derecha que cuestionan profundamente las bases del proyecto “neo-otomano” del AKP.
Entre los temas que han acrecentado la polarización de la sociedad turca en los últimos años se encuentran: el cierre de canales y diarios con líneas editoriales críticas al gobierno; las campañas de desprestigio, amenazas y el enjuiciamiento a periodistas y académicos opositores; la creciente intervención en ámbitos de la vida social, educativa y cultural del país (en cuestiones como el alcohol, la vestimenta y el aborto) para promover una renovación moral acorde al modelo de sociedad islámica que promueve el AKP en choque con las bases seculares con las que se fundó la república; y escándalos de corrupción en un escenario económico lejos del ideal han hecho crecer el clima de polarización política.
Todo ello choca de lleno con la intención de Erdogan de reunir mayores poderes y atribuciones en la figura del presidente a través de una reforma constitucional: un carácter cuasi mesiánico con el que se levanta la figura de Erdogan como padre del ascenso del país a su carácter de potencia.
…cosecharás tempestades
El país se ha vuelto cada vez más vulnerable a la crisis regional, como lo demuestra el creciente nivel de actividad terrorista de los últimos dos años. El grupo Estado Islámico se ha adjudicado más de diez atentados en suelo turco que suman cientos de víctimas. Pero estas acciones apenas exponen la profundidad con la que el extremismo jihadista ha echado raíces en algunos círculos de la sociedad turca.
Uno de los partidarios más intransigentes del derrocamiento del gobierno sirio, el Estado turco, optó por una política de apoyo explícito a la insurgencia siria. Gran parte de los combatientes extranjeros que entran y salen del campo de batalla lo hacen a través de territorio de Turquía con el consentimiento de los servicios de seguridad.
Este grado de ambigüedad tiñe a la política exterior turca y ha contribuido a dañar relaciones con aliados y socios históricos dentro y fuera de la OTAN. El intento de golpe se dio también después de que el gobierno anunciara a principio de este mes la decisión de recomponer las relaciones con Rusia e Israel.
Otra cuestión ha regresado para cobrarle al AKP viejas promesas incumplidas: la tregua entre el gobierno turco y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán se quebró convirtiendo al sur y sudeste del país, de mayoría kurda, en verdadero territorio de guerra bajo ocupación del ejército.
Los servicios de inteligencia y las fuerzas militares regresan a los viejos métodos de la “guerra sucia” que desangró al país en los años 80 con detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales.
Esto ha añadido un nuevo punto de desacuerdo entre el gobierno y sus aliados occidentales, que ven en las milicias kurdas un socio local con el que combatir efectivamente a los grupos fundamentalistas en el terreno.
Final inconcluso
Todos estos factores quizá no expliquen las razones de los golpistas, pero sí detallan el clima general de inestabilidad e incertidumbre vivido en el país. La amenaza terrorista ha roto la burbuja de seguridad que mantenía a la sociedad turca ajena a la crisis regional. La propia intransigencia del gobierno ha deteriorado sus relaciones con aliados y vecinos, mientras una guerra amenaza con filtrarse al propio territorio.
La propia opinión pública se ve cada vez más polarizada en torno al rumbo social y político que se busca para el país. Los militares solo fueron otro protagonista en el conflicto que se desenvuelve sobre el país que es al a vez puente y barrera entre Oriente y Occidente.
@julianlomje
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