Cultura

17 julio, 2016

Dónde encontrar todas las respuestas

Continúa en cartelera «Cómo funcionan casi todas las cosas», opera prima de Fernando Salem. Adorable e intensa, la película que viene de ganar varios premios en el Festival de Cine de Mar del Plata, es perfecta en sus modestas aspiraciones. Una historia sencilla y contundente, actuaciones sólidas y un paisaje que es casi un protagonista más.

“Todos vamos por la vida cruzando un desierto, y aun cuando llevamos con nosotros nuestras enciclopedias, hay cosas que no tienen explicación y frente a eso, lo único que podemos hacer es sentir”. Esas son las palabras de Fernando Salem, director del largometraje Cómo funcionan casi todas las cosas, una película pequeña que cuenta historias de gente sencilla. Adorable y con la intensidad de una ópera prima, perfecta en sus modestas aspiraciones, viene de ganar el Premio Incaa al Mejor Director de Largometraje y el Premio Argentores al Mejor Guión de Película Argentina en el 30º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Celina, el personaje principal encarnado por Verónica Geréz, es una joven de no mucho más de 20 años que vive en un remoto poblado al otro lado del desierto sanjuanino. Trabaja diariamente durante varias horas en el peaje desolado de una ruta en desuso. Temprano en la mañana, prepara el té con leche y las galletitas que le acerca en bandeja a su padre enfermo, con el que vive en una humilde casa de plan, de esas que son todas iguales y un poco grises. Luego de guardar en un tupper los fideos con tuco desabridos de la noche anterior, chupa el resto de comida de la cuchara y se manda, de un sorbo, su café con leche. Sale de la casa monoblock y, rodeada por el desierto, pedalea por ruta hasta el peaje donde la espera Nora, una mujer por lo menos 30 años mayor que ella, quien pasa todo el día en la cabina haciendo crucigramas. Nora asegura “que está bien, que así me entretengo”, pero Celina no, tiene en el gesto el agobio, el tedio de quien no tiene aspiraciones, pero es fatalmente consciente de ello.

El padre se enfermó cuando la madre abandonó la casa en la que vivían juntos. Si después ella quiso volver o no, no importaba ya, él no la hubiese dejado. La madre es una ausencia permanente, al principio es como un silencio, un lugar improductivo.

Celina, sola y desierta, un día regresa a su casa del trabajo y encuentra a su padre muerto. La trama hace pensar que él se suicidó, quizá para liberar a la hija de una carga, o quizá, en un vuelco de realismo mágico, murió de amor, así como mueren los personajes en los cuentos de García Márquez. Lo cierto es que eso cambió el funcionamiento de casi todas las cosas.

El peaje deshabitado, el padre muerto y un novio idiota parecen ser la catapulta perfecta para que la joven decida romper con tanta predestinación, dejar su trabajo y cruzar el desierto para buscar a su madre. Ahí es cuando ella, una joven tímida y sencilla, empieza a trabajar como vendedora ofreciendo, puerta a puerta, la enciclopedia Cómo funcionan casi todas las cosas.

-“La enciclopedia que contiene todas las respuestas que usted necesita y cuesta sólo 360 pesos”- recita Celina, tímidamente, y se enoja al hasta el llanto cuando le rechazan la oferta.

-“El mundo de las ventas no es para cualquiera, Celina”-, le dice el amigo de su padre que la introdujera en el rubro, el señor Goldberg (en una destacable interpretación de Rafael Spregelburd).

El film es la primera obra del director y tiene la intensidad de tal cosa. Es una trama en la que da la sensación de que ningún personaje puede ser reemplazado y ningún diálogo puede estar en lugar de otro, ser intercambiado o sustituido. Diálogos y personajes parecen tener un destino natural en esa trama, como pocas cosas, nacieron para acontecer en ella.

La estética de agobio, rutina y costumbres que va construyendo la historia, se combina con un ambiente de suspenso permanente que prepara para algo que está por suceder -seguramente algo mágico, debido a lo hermoso de los personajes-, mientras que la provincia de San Juan aporta el resto con sus paisajes, grandes cordones montañosos que contrastan con planicies tan áridas y monótonas que se tornan inhabitables y acompañan esa idea de la vida en lo imposible, donde todo siempre es igual, “donde nada florece y sólo renace lo seco”, como dice la canción.

Cuatro semanas y tres sábados de filmación en la inmensidad desértica de San Juan es lo que tomó la realización del film. Tan solo cuatro semanas y tres sábados en un rodaje intenso y caluroso. Esto fue posible porque el director hace nueve años que viene pensando y produciendo la película en su cabeza y fue necesario porque el presupuesto exigía un rodaje corto y punto.

Una vez que el director se decidió a filmar, Pilar Gamboa, una de las actrices del reparto, contó: “Salem sabía todo lo que quería de la película, todo lo que buscaba de cada uno de los personajes y de cada una de las escenas, todo estaba ahí, en su cabeza”.

Y sí, eso se percibe en la exhibición, en la que hay como una economía de la palabra, del diálogo, de la expresividad, de la sonrisa y del llanto, una economía donde nada está de más y nada podía estar en lugar de otra cosa.

“Aquí sí hay una historia, pequeña, que se fue tejiendo sutilmente, plano a plano, con ingredientes de comedia y road movie, diferentes capas de profundidad y bienvenidas dosis de belleza y sensibilidad”, dice Gaspar Zimerman, en su crítica del diario Clarín, al referirse al film en los términos cinematográficos más puros y duros.

Gamboa, la actriz que encarna a la antitética y furiosa Raquel, quien le enseña a Celina el arte de las ventas y arrastra consigo un hijo no deseado, pero al que ama y que es bastante gordo y caprichoso, cierra la proyección de ese sábado explicando que a las películas así, de bajo presupuesto, el circuito de exhibición hegemónico las maltrata, por eso ellos están felices de que siga en cartelera y asisten a cada una de las funciones para contar cómo nació la historia y cuánto esfuerzo requirió su realización. “Siempre fue una película imposible porque no teníamos muchos recursos, pero es una cuestión de perseverancia, insistir e insistir”, refuerza Salem.

La historia también recrea ese mundo de partidas e insistencias que le acontecen a las personas que transitan lo imposible, donde nada florece. La madre parte una vez, en busca de su vocación de cantante. Raquel, su compañera de ventas, parte dos veces. Ambas abandonan el pueblo de origen en la persecución de cosas grandes porque ahí no pasa nada de nada. Celina no, ella no se cuestiona tanto su siempre igual y diminuta vida. Es un poco escéptica y resignada al principio y el cambio le acontece, no lo busca, es demasiado sencilla. “Hay cosas que no tienen explicación, y ya está”, le dice Goldberg.

Pero una vez dispuesta a aceptarlo, parece comprender que cuando ciertas cosas suceden, pueden modificar o conmover el modo habitual de funcionamiento de casi todas las cosas. Y se decide por el “casi” de “todas”.

Sofía Corazza

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas