Cultura

12 junio, 2016

Juana Sapire: “Tendrían que dar copias de Los Traidores en todos los sindicatos”

La histórica compañera del documentalista Raymundo Gleyzer, desaparecido en 1976 es la depositaria de sus obras y archivos y coautora del libro Compañero Raymundo, de reciente edición. «Él cayó y otros siguen, yo voy a seguir hasta que no esté más y ustedes seguirán», afirma en esta entrevista exclusiva.

En el marco del ciclo que se proyecta en el Gaumont con la obra de Raymundo Gleyzer, Notas conversó con su compañera, Juana Sapire durante casi media hora en una charla que repasó la producción del libro Compañero Raymundo, su historia de vida, el exilio y la vigencia que aún siguen teniendo las producciones del documentalista político más importante de nuestro cine.

Un café, una lágrima y un comienzo poco distendido. Juana está molesta porque en el espacio INCAA del festival no hay ninguna pista que lo anuncie. Se puede ver un afiche grande con la cara de Tini Stoeseel, pero de Raymundo nada. La gente que llega a la sala 3 es porque ya sabe a lo que va.

Cuando hablamos de Los Traidores se enoja, una mezcla de orgullo por la obra y de bronca, que concluye con la frase: “El mismo gordo chanta de hace 40 años”. A continuación nos pregunta el nombre de un dirigente de la actualidad que el jueves en la presentación del libro en La Plata alguien había cuestionado. “Empieza con M” -aclara-, arriesgamos un nombre y acertamos. Lo que sigue es eso, la vigencia de una obra imprescindible.

-¿Cómo lo conoció a Raymundo Gleyzer?

-Lo conocí cuando yo tenía 13 años y el 15 y al poco tiempo empezamos a ser novios, a trabajar juntos, él haciendo la cámara, yo el sonido, e íbamos por el mundo haciendo esas cosas. Primero por la Argentina, por las provincias. Raymundo era muy amigo de trabajar con registros que no fueran de Buenos Aires, cosas de la tierra, compartir con la gente, hacer un cine del pueblo, de la base.

-¿Cómo era él en los rodajes? Se nota en muchas de las películas como si la cámara estuviera puesta en el mismo lugar de los protagonistas. ¿Cómo lograban eso?

-Nosotros y los trabajadores éramos la misma cosa, no era que nosotros íbamos a intervenir en la vida de ellos. Nosotros íbamos como compañeros, charlamos, preguntábamos qué les pasaba. Raymundo nunca tuvo ningún problema con nadie porque la gente se te brinda, lo mismo que vos te brindás hablando, entendiendo, tratando de conocer qué pasa y después sacás la cámara. El modismo es el mismo: humildad, ponerse en el tiempo del otro.

-¿Qué podemos encontrar en el libro Compañero Raymundo?

-De todo. Toda nuestra vida, nuestra obra, nuestra militancia, poemas, fotos y guiones inéditos, todo lo que yo guardé durante tantos años en mi casa. Para mí es muy emocional porque es toda mi vida. Entonces Cynthia (Sabat) lo que hacía es todo lo que implicaba la investigación, poner en contexto los hechos, lo que pasaba en el país, en Latinoamérica. Entre las dos, entre mi mirada más emotiva y su mirada más de investigación, me parece que el libro está fantástico, al menos para mí (se ríe).

-¿Cómo surgió la idea de escribirlo y cómo fueron los comienzos?

-Yo durante toda mi vida conservé la obra, y tenía además la idea de escribir un libro. Cuando vine a dar el testimonio en Comodoro Py, Cynthia sin conocerme me invitó a su casa, me dio su cama, se puso un colchón al piso, me acompañó al juicio y así hicimos una relación muy entrañable. Ahí dije «bueno esta persona va a servir para escribir el libro», porque yo sola no podía. Con la obra, que ahora está completamente remasterizada y restaurada, en el INCAA decidimos inscribirla en la colección que se llama “Hasta la memoria siempre”, que no se distribuye en ningún lado. Una edición que va de institución en institución, y la idea es que vaya a todas las provincias. Ahora tenemos que buscar la forma para que lo puedan editar en un formato que toda la gente pueda ir a las librerías a comprarlo.

-¿Qué mirada tenían sobre el cine documental en esos años? ¿El objetivo era solo mostrar problemáticas sociales o había además una pretensión estética o una búsqueda en el cómo mostrar eso que se contaba?

-Los documentales los entiende cualquiera. Nuestra vida fue todo junto, no tiene por un lado lo estético, por otro lado el mensaje, esas son pavadas. Si Raymundo agarra la cámara o si Prelorán agarra la cámara te van a hacer una poesía maravillosa, la diferencia está en que Prelorán era nada más el registro sin indagar, y Raymundo era el registro más las consecuencias de los protagonistas: «¿Cómo es tu vida?, ¿Qué querés hacer?, ¿Cómo te podemos ayudar?», etc.

Hacíamos lo que queríamos, investigábamos, amábamos lo que hacíamos, a la gente, a los compañeros con los que hacíamos los trabajos. Por ejemplo en Los Traidores, eran ciento diez personajes, no sé cuántos escenarios a conseguir, todo gratis, era una cosa de locos porque Raymundo lo que se proponía lo lograba, y logró un clásico que lo ven ahora y no solo lo entienden sino que lo ven actual. Gordo, chanta, traidor de 40 años.

-¿Cómo era salir a hacer cine documental en aquellos años?

-Era maravilloso. Era el 16mm, y además el cuidado por el filme porque no era de disparar como hacen ahora que sacás 37 fotos para elegir una, y te olvidás al día siguiente además. Lo nuestro era completamente opuesto, era ahorrar el filme, estudiar previamente antes de salir a grabar.

-¿Y no tenían miedo de salir a filmar?

-No, la gente que tiene miedo es la gente miedosa. Con el miedo se trabaja, se construye, se sigue adelante. El miedo es una estupidez, porque qué vas a hacer si tenés miedo. Cuando yo volví a este país, que se habían ido los milicos asesinos y estaba Alfonsín, la familia de Raymundo ni me miraba a la cara, era como la silla vacía, no querían saber nada. Y yo les decía «pero qué les pasa» y me contestaban “no sabés el miedo que había”. A mí me dicen, que me tuve que ir del país con un nene de cuatro años, yirando por la calle durante un mes sin poder pasar por casa por una muda de ropa ni para el chiquito ni para mí, viendo a los Ford Falcon pasar.

-El cine de Gleyzer y el de Cine de la base mostraba muchas problemáticas que hoy en día siguen siendo actuales ¿Cuál de todas ellas te parece que es la más presente y por qué?

Los Traidores. Se tendría que dar en todas las escuelas, se tendrían que mandar copias a todos los sindicatos para que vean los cabrones que son.

-¿Cuál crees que fue el mayor legado que dejó Raymundo?

-Bueno, el cine nuestro, el de la base, porque lo que él siempre decía era en plural, es esto que estamos viendo, la inspiración que les da a los chicos, a los jóvenes como ustedes, a las próximas generaciones. Él cayó y otros siguen, yo voy a seguir hasta que no esté más y ustedes seguirán. Porque las cosas son interesantes, cuando están bien hechas, estéticamente, ideológicamente, no es que es un panfleto hecho así nomás.

-¿Cómo fue la experiencia de declarar en el juicio por los responsables del Centro Clandestino El Vesubio?

-El día 14 vamos a mostrar mi testimonio, así termina el festival para mí que me voy el 15, para que toda la gente lo vea, y el de mi hijo Diego también porque él no pudo venir pero escribió una carta que yo leí.

-¿Te quedaste conforme con las sentencias que recibieron los responsables del Vesubio?

-A mí me importan un bledo los represores. Ningún fallo nos pueden devolver lo que nos quitaron. Cuando di mi testimonio yo no sentí nada frente a esos cuatro troncos. Yo quedé agradecida a los jueces que me trataron re bien. Uno de ellos incluso me dijo: “Yo el fin de semana me vi toda la obra, la felicito”. Así que yo me sentí muy bien. Yo le hablaba a la gente, no a esos cuatro que para mí eran cuatro piedras, aunque uno ya murió.

-¿Qué te pasa cuando ves que las películas de Raymundo tienen tanta aceptación entre los jóvenes?

-Es una maravilla, es lo que mejor que te puede pasar en la vida. Porque a mí me da mucho trabajo Gleyzer todavía, porque es en todo el mundo que su obra genera esto. Salió un artículo en el Buenos Aires Herald de este festival. Yo lo llevo a la Universidad en Francia, en Brasil y en especial acá en Argentina, que es una maravilla el interés que despierta en la gente.

Federico Piva – @fedep81

Crédito foto: Paloma García

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