Cultura

23 marzo, 2016

El miércoles se queda corto: Mala Sangre

En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. Por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Mala Sangre, de Paula Hernández.

En Notas Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. La realidad es que no hace falta tanto tiempo para ver qué historias tienen para contar realizadores de todo el mundo y por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Mala Sangre, de Paula Hernández.

Durante muchos años el debate acerca de cómo representar lo terrible en el cine se mantuvo candente. Desde el Holocausto nazi hasta las diferentes matanzas perpetradas por gobiernos autoritarios en África fueron parte de esta polémica.

Desde Rivette hasta Nancy, muchos de los más grandes teóricos del cine y la cultura se arriesgaron a desentrañar este punto nodal del arte: que no alcanza con relatos crudamente realistas, que hay cosas que no se pueden decir y que no hay metáfora que no parezca fuera de lugar son algunos de los argumentos utilizados a la hora de discutir sobre la representación. Paula Hernández, como parte de los cortos del Bicentenario, echa un poco de luz sobre el asunto de manera magistral.

Una empleada de limpieza se encarga de dejar reluciente cada espacio de un gran edificio. Al caminar por uno de los pasillos del lugar, nota que en el suelo hay sangre. Rápidamente se presta a limpiar el suelo manchado con el líquido rojo. Siguiendo las huellas que marcan un largo camino, nota diferentes situaciones en cada habitación por las que va pasando: todas son distintas alegorías de algunos de los hechos más terribles de los 200 años de historia de nuestro país. Desde la última dictadura cívico – militar hasta el golpe de 1955, la mujer, de facciones duras y ojos profundos, se mantiene impávida ante cada situación.

La directora, que también es guionista de la historia junto a Luis Ziembrowski, pone en relieve este urgente asunto que es la representación. En Mala Sangre coloca uno junto a otro, de manera por demás teatral, los momentos más oscuros de nuestra historia.

Allí no los juzga con más herramientas que la fría mirada de la empleada de limpieza y la sobre-representación. Es decir, con un telón rojo vemos que los hechos pasan uno tras otro como si de un back-stage televisivo se tratara. De esta forma, el film no corre el riesgo de caer en una fosa de ingenuidad como La Historia Oficial o una sucesión de golpes bajos a lo Garage Olimpo, ambas obras icónicas del cine que tratan sobre la última dictadura.

Al llegar a la última habitación guiada por el rastro de sangre, la personal de ordenanza echa un vistazo furtivo al conjunto de situaciones que se agrupan yuxtapuestas: un hombre vestido de gorila apunta aviones de juguete hacia una maqueta de la Casa Rosada; unos muchachos heridos se sientan en el capot de un Ford Falcon; oficiales militares fuman habanos, impávidos; unos hombres se llevan los bustos de Belgrano, Sarmiento y San Martín. La mujer ya no limpia, dejó de prestar atención a la sangre derramada. Sus ojos se posan sobre lo que ocurre delante del telón rojo. Ya no hay nada más que hacer más que abstraerse en este ensayo general para la farsa actual.

Ivan Soler – @vansoler

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