Derechos Humanos

8 marzo, 2016

La colimba era la guerra

A 22 años del asesinato de Omar Carrasco en una unidad militar de Neuquén, Notas repasa la historia del Servicio Militar Obligatorio y el caso que puso en evidencia que la tortura y el maltrato no eran la excepción sino la regla.

A 22 años del asesinato de Omar Carrasco en una unidad militar de Neuquén, Notas repasa la historia del Servicio Militar Obligatorio y el caso que puso en evidencia que la tortura y el maltrato no eran la excepción sino la regla.

Una guerra de 93 años

En agosto de 1994 el Servicio Militar argentino tenía 93 años. Había sido creado en la segunda presidencia de Julio Argentino Roca por su ministro de Guerra, Pablo Ricchieri (sí, el mismo que grabaría su nombre sobre la autopista donde este año fueron reprimidos los trabajadores de Cresta Roja). En 1901, cuando empezó, se convocaba a varones de entre 20 y 21 años para un servicio que podía durar hasta dos años.

Cuando el 3 de marzo de 1994 el joven Omar Carrasco se incorporó a la unidad militar de Zapala, en Neuquén, el servicio duraba 14 meses y se convocaba a varones de 18 años. Desde los años ’70 las tres fuerzas armadas se repartían los jóvenes a través de un sorteo que también permitía zafar a algunos afortunados.

Los jóvenes que eran entrenados militarmente se los conocía como “colimbas” porque sus tareas eran Correr, Limpiar y Barrer. Hay quienes dicen que en realidad la palabra tenía origen en el lunfardo, como una forma de referirse a los militares.

El caso Carrasco

Omar Carrasco había nacido en la provincia de Neuquén pero su ciudad era Cutral-Co, la misma que en 1997, sería escenario de una de las mayores puebladas que enfrentó el ajuste del gobierno provincial y nacional.

Carrasco ingresó al Grupo de Artillería 161 de Zapala un 3 de marzo y tres días después los militares responsables de esa unidad militar lo denunciaron como “desaparecido” y, de inmediato, fue declarado “desertor”. Sus padres se enteraron cuando fueron a verlo en la primera visita.

El cuerpo apareció el 6 de abril en el cuartel. El entonces teniente coronel Guillermo With, responsable de la Unidad, dijo que posiblemente se había muerto de frío o se había suicidado. La opinión pública no lo toleró y en agosto de ese año el ex presidente Carlos Menem tuvo que firmar el decreto 24.429 que suspendía el Servicio Militar Obligatorio.

La investigación judicial sobre el asesinato tuvo dos partes. En la primera se acusó y se declaró culpables al subteniente Ignacio Canevaro quien fue condenado a 15 años de prisión y a los colimbas Cristian Suárez y Víctor Salazar, que tuvieron penas de diez años. En esa primera hipótesis se decía que Carasco había muerto por los golpes que recibió de Suárez y Salazar. La orden la habría dado Canevaro.

Sin embargo, en 1996, un perito médico hizo temblar toda la estructura de encubrimiento. La Nación titulaba: «Caso Carrasco: aún quedan muchos puntos oscuros». Un perito de la Policía Federal había presentado un informe ante la Justicia Federal de Zapala. Alberto Brailovsky, médico legista, concluía que la muerte de Carrasco no había sido causada por los golpes. Si bien el joven había recibido una trompada en el tórax lo que causó su muerte fue la mala atención médica. Su agonía, calculó Barilovsky, debió durar dos días y medio.

A partir de ese informe los investigadores modificaron sus preguntas. La primera: ¿Qué oficial ordenó la asistencia semiclandestina? De ahí nació la acusación a una serie de oficiales por encubrimiento y falsedad ideológica. La cadena llegaba hasta el general de brigada Carlos Alberto Díaz; pasando por el teniente coronel Guillermo With, el capitán Rodolfo Correa Belisle, quien era jefe de la batería en la cual revistaba Carrasco y también los tenientes Carlos Verón y Néstor Parodi. Todos ellos fueron sobreseídos por el Tribunal Oral Federal de Neuquén en junio del 2005. La causa había prescripto.

Colimbas durante la última dictadura

En el imaginario social argentino el asesinato de Omar Carrasco aparece como un hecho brutal pero también aislado. Se suele olvidar que la “Colimba”, en sus 93 años de vida, sostuvo el maltrato y el tormento como una práctica cotidiana. Se suele olvidar que de los 649 argentinos que murieron en Malvinas, 600 de ellos eran jóvenes conscriptos.

Para dar un solo ejemplo, desde el año 2012, el juzgado federal de Daniel Rafecas investiga delitos de lesa humanidad cometidos contra los Testigos de Jehová que estuvieron detenidos en Campo de Mayo. ¿Por qué estaban presos? Por negarse a hacer el Servicio Militar. Sus creencias los convierten en objetores de conciencia de cualquier acción militar. Ellos niegan el culto a la personalidad, la reverencia a los símbolos patrios y la participación en la guerra.

Un relevamiento de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) juntó más de mil testimonios en todo el país y afirma que existió un plan sistemático de persecución religiosa. Y lo confirma un decreto firmado por Jorge Rafael Videla: “La secta en cuestión sostiene principios contrarios al carácter nacional, a las instituciones básicas del Estado y a los preceptos fundamentales de esta legislación».

Al negarse a realizar el Servicio Militar eran llevados ante la Justicia Militar. Mientras que las penas para un soldado común eran de 16 meses, para un Testigo de Jehová iban de tres a seis años de prisión. La primera etapa se cumplía en Campo de Mayo y el resto en una cárcel común.

La colimba después de 1994

En la medida que la memoria se fue erosionando, reaparecieron las voces que pedían el regreso del Servicio Militar Obligatorio. El discurso dónde se sostiene incluye una vinculación lineal entre juventud, droga y delincuencia. En ese marco el diputado nacional Alfredo Olmedo, de tendencia conservadora cristiana, propuso en el 2007 un “servicio militar comunitario”, destinado a jóvenes que no tuvieran trabajo ni cursaran estudios.

Y desde que asumió el nuevo gobierno, encabezado por Mauricio Macri, los rumores sobre el regreso del Servicio Militar fueron creciendo. Campañas en Change.org y cartas abiertas le reclaman al presidente por la única medida que, según entienden, puede “volver a lograr una convivencia en paz entre los distintos sectores sociales”.

Juan Mattio – @juanmattio

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas