Cultura

17 febrero, 2016

Spotlight, la épica del periodismo

En 2002 un grupo de periodistas publicó la investigación sobre el encubrimiento sistemático de la Iglesia Católica en Boston, a los casos de abuso de niños y niñas por parte de sus curas. La película de Thomas McCarthy reconstruye el proceso de investigación y canoniza al cuarto poder.

En 2002 un grupo de periodistas publicó la investigación sobre el encubrimiento sistemático de la Iglesia Católica en Boston, a los casos de abuso de niños y niñas por parte de sus curas. La película de Thomas McCarthy reconstruye el proceso de investigación y canoniza al cuarto poder.

El cine norteamericano tiene la capacidad de convertir en materia heroica todo lo que toca. Es cierto, Spotlight no es Armagedón ni Corazón valiente ni la pésima Troya a la que puso el cuerpo Brad Pitt. Pero es una de esas películas que responde a las pequeñas gestas individuales que a fuerza de grandes actores y una lectura voluntarista de la historia, se convierten en leyenda.

Los hechos serían estos: un grupo de curas de Boston abusan sexualmente de niños y niñas pobres durante años. La estructura de la Iglesia local encubre con la ayuda de abogados al mismo tiempo que rota de parroquia a los curas cuando son denunciados. Pero esta no es la historia que cuenta Spotlight. Su relato se centra en la investigación que llevó adelante un pequeño equipo de periodistas entre el 2001 y el 2002, para sacarlo todo a la luz. Podría ser, entonces, una película sobre la corrupción de la Iglesia Católica, podría ser una película sobre sus víctimas. Pero es una película sobre periodistas.

El extranjero

Spotlight es una película de tensiones. Su esquema narrativo funciona porque cada personaje encarna uno de los múltiples conflictos que se van a llevar adelante en la historia. El primero, el que origina la trama, se da cuando Marty Baron (buena actuación de Liev Schreiber) asume como nuevo Editor en Jefe del diario local Boston Globe.

Baron viene de Miami y eso le permite mirarlo todo de nuevo. Ver la ciudad como un turista, como alguien que la ve por primera vez. Por supuesto, esa es una parte de la historia. Porque del otro lado, él es percibido como un intruso. Primero en el diario, después en la ciudad y más tarde, en la comunidad católica de Boston. Ser judío no lo ayuda en nada. El poder de la Iglesia es tan amplio en esa ciudad que la primera visita oficial de Baron como editor del diario es con el obispo que, para amenizar la entrevista, le regala un libro de catequesis.

Pero todo lo que vamos a descubrir es porque la percepción extranjera de Baron lo intuyó antes. Él pone al pequeño equipo de investigación detrás de los abusos cuando lee una noticia aislada en otro diario. Y él, más tarde, será el que quiera profundizar ante los primeros datos concretos. Está seguro de que no fueron casos aislados. No es uno, parece pensar Baron, es toda la institución.

El equipo

Spotlight es la unidad de investigación más antigua de los Estados Unidos. Cuando llega Baron, su presente no es muy prometedor. Se dedican durante largos meses a investigaciones que no siempre resultan interesantes. Pero un nuevo jefe trae una nueva lógica.

Desde entonces tenemos cuatro periodistas que se dedican durante meses a cruzar datos, leer archivo, reconstruir la historia de la Iglesia Católica en Boston desde 1976, en adelante. Se entrevistan con víctimas, abogados y especialistas. Pasan de tres o cuatro casos que ya se conocían a 13 curas involucrados. Es poco, les dice un psicólogo que se dedica al tema. Mi estudio dice que deberían ser el 6% de todos los curas de Boston. En una comunidad dónde hay 1500, tendrían que encontrar unos 90 curas abusadores. El sistema con el que trabajan les permite llegar a 87 denunciados por múltiples víctimas.

Entre los periodistas están Michael Rezendes (el nominado al Oscar por esta película, Mark Ruffalo) que es un obsesivo y molesto periodista que se terminan divorciando por pasar más tiempo en la redacción de Boston Globe que con su esposa. Y él nos aporta la emotividad. Mientras los otros piensan en los hechos, él se conmueve.

Después está Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), la única mujer del grupo, que si bien ya no es católica alguna vez lo fue. Y todavía acompaña a su abuela a misa los domingos. Sacha sabe que cada nuevo cura que descubren, está un paso más lejos de su familia.

El tercero es el más bien parco, Matt Carroll (Brian d’Arcy James) que inicia su conflicto cuando descubre que su casa, donde vive con su mujer y sus hijos, está a una cuadra de uno de los “centros de rehabilitación” donde la Iglesia envía a los curas abusadores. La investigación avanza y él tiene que seguir en silencio hasta que se publique, mientras ve cómo todos los niños del barrio juegan en la misma calle dónde estos curas se “rehabilitan”.

Y, por último, Robby Robinson (Michael Keaton) que es el jefe del equipo y el que lleva la parte más pesada. Porque él es de ahí. Es el antagonista del extranjero Baron. Robby es nacido y criado en Boston. Todos lo conocen y muchos le exigen que se calle. “Esta ciudad necesita a la Iglesia”, le dice un amigo y vocero del obispo. Pero lo que hace a Robby especial es que es inteligente y mientras más avanza, más claro tiene que la verdad estuvo siempre ahí, al alcance de su mano. Y si no la agarró, fue porque no tuvo el valor.

Una tradición de buena voluntad

En la tradición de La vida de Erin Brockovich, donde la genial Julia Roberts encarna a esa obsesiva asistente de abogados que lucha contra una empresa de químicos que está envenenando el agua de todo un pueblo. Y en la misma línea de la extraordinaria Asesinato en primer grado, donde un preso se anima a denunciar las torturas en Alcatraz y su abogado consigue el primer fallo favorable que terminaría con la clausura de la cárcel. Interpretada por ese trío invencible: Christian Slater, Kevin Bacon y Gary Oldman. Spotlight sostiene el relato de una épica pequeña donde los pequeños David logran derribar al inmenso Goliat. Tal vez por eso el verdadero equipo de Spotlight recibió el premio Pulitzer en el 2003 y la película está nominada al Oscar. Tal vez por eso mismo el verdadero Baron es hoy editor jefe en The Washington Post. Tal vez por eso, porque también los mitos de Hollywood están basados en una historia real.

Juan Mattio – @juanmattio

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