15 febrero, 2016
Irak a cinco años de la “Primavera Árabe”: la revolución que no fue
El 12 de febrero de 2011 se registró la primera protesta del fugaz y tibio paso por Irak de las insurrecciones populares que dieron en llamarse “Primavera Árabe” y sacudieron a todo Medio Oriente.

El 12 de febrero de 2011 se registró la primera protesta del fugaz y tibio paso por Irak de las insurrecciones populares que dieron en llamarse “Primavera Árabe” y sacudieron a todo Medio Oriente.
Muchos analistas dudan al poner a Irak entre los países que experimentaron la “Primavera Árabe” debido a que no es posible determinar un claro inicio y fin de las protestas, ya sean pacíficas o violentas, y las mismas no lograron derrocar ni cercanamente al partido en el gobierno que por entonces era el Partido Estado de Derecho liderado por Nouri Al-Maliki.
Sin embargo, estas protestas existieron y se pueden contabilizar tanto sus puntos de mayor eclosión como la cantidad de muertos que produjeron en los enfrentamientos con la policía y con las demás fuerzas de seguridad.
En febrero de 2011, ocho meses antes de la retirada de las tropas estadounidenses del territorio de Irak, miles de personas se fueron congregando en diferentes puntos de las ciudades más importantes del país. En la Plaza de la Liberación de Bagdad, y desde Mosul en el norte hasta Basora en el sur, los manifestantes demandaban la mejora de las condiciones de vida y los servicios públicos, el fin de la corrupción, la falta de empleo y el fin de la ocupación.
Estados Unidos intervino militarmente en Irak desde 2003 hasta 2011, sin embargo, formalmente hubo ocupación hasta 2006, cuando se negoció un gobierno de transición que derivó en los primeros comicios de la historia del país. De allí surgió un gobernante que representaba a la mayoría shiíta, el ya mencionado Al-Maliki. Apoyado y seguido muy de cerca por Irán y Estados Unidos, el nuevo presidente prosiguió con el proceso de desbaathificación implementado por la Autoridad Provisional de la Coalición, el cual desarticuló el antiguo ejército iraquí y con él, todo el entramado social que había mantenido unificado al país por más de tres décadas.
Los años 2006 y 2007 vieron recrudecer los inicios de una guerra sectaria fabricada, entre sunnitas y shiítas, con el levantamiento de la provincia de Anbar, en el norte de Irak, frente a los abusos y persecuciones del gobierno central, ahora en manos de los shiítas. Cabe recordar que los sunnitas representan el 20% de la población, frente al 60% shiíta, mientras el restante 20% corresponde a kurdos y otras minorías religiosas.
Por un breve lapso sin embargo, la incapacidad del gobierno de llevar bienestar a la mayoría de la población hizo que en 2011 todos los sectores se manifestaran en conjunto, ante lo cual el primer ministro Maliki optó por profundizar la grieta sectaria de la sociedad durante los años siguientes, dedicándose a privilegiar a los sectores shiítas sobre el resto de la sociedad, lo que empeoró aún más el frágil balance social del país.
Una breve “Primavera”
Para finales de febrero, al menos una docena de protestas se llevaban a cabo a lo largo y ancho del país. El 25, en la ciudad de Fallujah, alrededor de mil personas se enfrentaron con la policía, que mató a 23 manifestantes en lo que se denominó el “Día de Furia”.
Mujeres y hombres, se agruparon en las plazas y frente a los edificios públicos, como Salma Mikahil que, mostrando su salario de mil dinares (alrededor de un dólar), preguntaba a gritos si la conciencia del primer ministro podía aceptar algo así. Sbeeh Noman, ingeniero, caminó 20 kilómetros hasta la Plaza Tarhir de Bagdad para expresar que “el Gobierno tiene miedo de la nación. Se dieron cuenta de que el pueblo tiene el verdadero poder”.
Electricidad, agua potable, trabajo digno, eran las principales reivindicaciones. El “No a la corrupción” y “fin de la ocupación” seguían en las demandas. Los manifestantes también pedían el corrimiento del poder de Al-Maliki y la derogación de la nueva constitución, impuesta a presión por la Autoridad Provisional de la Coalición. El retiro de las tropas norteamericanas en diciembre de 2011 dejó a Irak sumido en el más profundo caos.
Las protestas se siguieron extendiendo en el tiempo, esporádicamente, recrudeciendo hasta alcanzar el grado de los enfrentamientos de 2006 y 2007. Hacia abril de 2013, en un campamento de protesta sunnita en la ciudad de Hawija, murieron 42 manifestantes, mientras en Ramadi el gobierno reprimió una protesta en su contra, dejando un saldo de 17 manifestantes muertos. Para esa fecha, la cantidad de desplazados internos superaba 1,5 millones de personas.
Las demandas no resueltas de la población expresadas en este breve lapso de 2011 a 2013 se sumaron a los profundos errores cometidos por casi una década de ocupación extranjera (directa al principio, negociada después) dando lugar a una profunda crisis política y social en Irak, que funcionó como caldo de cultivo para que numerosos grupos radicales fueran tomando fuerza y control del territorio, produciendo las condiciones para el surgimiento de Daesh (Estado Islámico) como su máxima expresión.
Por la misma época, USAID en colaboración con la Universidad de Bagdad, llevó a cabo un proyecto de Reforma Administrativa, que cambió radicalmente la fisonomía de las instituciones estatales iraquíes, en una región donde el Estado es fuente fundamental de contención e ingresos para gran parte de la población. La injerencia norteamericana a través de esta agencia fue la guía para dirigir el proceso de reordenamiento que busca implantar en Irak una democracia de libre mercado, para lo cual el FMI ya cuenta con todo un programa de monitoreo directo de la economía aprobado por su directorio el pasado 12 de enero.
La breve primavera iraquí terminó de fracasar en 2014. Luego de las elecciones parlamentarias del 30 de abril, la Coalición de Maliki obtuvo un ajustado primer puesto, pero las tensiones al interior de su partido demostraron la debilidad del gobierno. Hacia julio de 2014, Daesh conquistó la ciudad de Mosul, dando comienzo al Califato que mantiene hasta hoy el dominio sobre un tercio del territorio iraquí. Esto aceleró la partida de Maliki y su reemplazo por Haider Al-Abadi, de su misma coalición.
El 16 de julio de 2015 Muntazar Al-Hilfi fue asesinado por la policía en una protesta por mejoras de servicios en Madina, al norte de Basora. Su asesinato recordó a la población a aquel de Mohamad Bouazizi, quien diera comienzo a las protestas en Túnez en 2011. El 21 de agosto, cientos de personas se concentraron nuevamente en la Plaza de la Liberación para protestar contra la corrupción, la deficiencia de los servicios públicos y los cortes de energía eléctrica en Bagdad.
Todo indica que las consecuencias de este proceso están aún en desarrollo, más aún para los que ven en estas manifestaciones una señal de un nuevo capítulo de las olas de protestas: las demandas de la población siguen vigentes y sin resolución. El tiempo dirá si gana la unidad del pueblo iraquí o las poderosas fuerzas que intentan dividirlo.
Ana Schinder – @anispokis
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