6 febrero, 2016
Lohana Berkins: un adiós de furia y resistencia
Por Mariel Martínez. Todas las historias no empiezan igual. Uno podría nacer uno, o una si los genitales así lo indicasen. O crecer libre de unos y unas, inventando un mundo más complejo y más humano, como lo hizo a fuerza de puños y besos Lohana Berkins. La maestra.

Por Mariel Martínez. Todas las historias no empiezan igual. Uno podría nacer en la Patagonia, en un barrio de la ciudad de Buenos Aires o en bien al norte de la Argentina, en el límite con un país castigado por las opiniones bienpensantes de las clases medias y altas, como nació Lohana. Uno podría arrancar a elegir vocaciones acompañada por su familia, o elegirlas y que cueste y entonces a laburar, o ser expulsada de casa y pueblo cuando apenas se despunta la primera década de vida, como le pasó a Lohana. Uno podría nacer uno, o una si los genitales así lo indicasen. O crecer libre de unos y unas, inventando un mundo más complejo y más humano, como lo hizo a fuerza de puños y besos Lohana Berkins. La maestra.
Hay que hacer el esfuerzo, Lohana, para no sentir que este es un año de mierda. No terminamos de llorar a Diana Sacayán, muerta de muerte asesina como muchas de tus compañeras travestis, y ahora estamos juntando en un puño los pedazos de tristeza que nos deja tu muerte, tan parecida también a la de tantas travestis maltratadas y exigidas por tanto estereotipo y tanta medicina macha y occidental. No alcanzaron los deseos buenos, toda la sangre donada, los rezos a tu virgencita. Toda tu furia travesti. No te alcanzamos, Lohana Berkins.
En estos días oscuros, el llanto es un detalle. Te lloramos los que te conocimos de leídas, los que te cruzamos en alguna marcha encabezando reclamos y conquistando derechos con tu delicadeza trava. Te lloran tus amigas y tus compañeras de lucha, las nuevas identidades que empujaste a construir. Te lloramos enojados, con rabia, porque todavía había tanto que aprender de vos.
De vos. De que si el mundo nos destina a ser escoria, hay que arremeter con orgullo plebeyo. De que si se nos niegan los derechos civiles, amorosos y políticos, hay que construir con otros y otras nuevos amores y nuevas legalidades. De que no estamos llamados a ser como nos nombran. De que ser pobre, negra y travesti no pueden ser eslabones que inevitablemente desencadenen en el trabajo esclavo y la prostitución.
Fuiste pionera en el armado de otro mundo. Ensayaste trabajo genuino y cooperativo. Enriqueciste cada encuentro de mujeres irrumpiendo a fuerza de preguntas. Dudaste. Te hiciste comunista. No le tuviste miedo a la pelea desde las instituciones. Las ocupaste irreverente, sabiendo que no eran propias, pero que lo propio también se construye desde allí. Organizaste a los marginados, a las excluidas. Te humilló la sociedad, te golpeó la cana, te vulneraron. Resististe y avanzaste. Y avanzamos. Te imitamos el gesto de reírte del mundo. Te tuvimos tan cerca, comandanta.
Tu esencia de mariposa te hizo volar más alto que todas. Empeñada en revolucionaria y pedagógica, te preocupaste en dejarnos escrita una última lección: “Ahora es tiempo de resistir. El tiempo de la revolución es ahora, porque a la cárcel no volvemos nunca más”.
No Lohana, nunca más. Es tiempo de resistir. Acá desde hace unos meses forros reaccionarios, capitalistas y patriarcales se hicieron del mando. Le meten bala a los pibes, dejan a nuestros compañeros sin trabajo, quieren negrear a los maestros, sacaron una goma gigante y tratan de borrar la historia. Te hubiéramos necesitado viva, sonriendo con tu delicado puño en alto. Te hubiéramos querido acá.
Pero arrancaste el vuelo. El mismo día que Violeta Parra, que rara es la vida y que caprichosa la muerte. Violeta que le cantó al pobrerío y que no se negó a ninguno de sus amores de este mundo. Otra revolucionaria de política y cuerpo. Si es que existe la continuación del cielo que a fuerza de militancia y empeño construiste en esta tierra, la abrazarás por nosotros. Y nosotras. Y por los que no encajamos en el lenguaje pero que aprendimos de vos qué hacer con nuestra furia, además de resistir.
Fotos: Fabiana Montenegro
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