África

22 enero, 2016

Mswati III: el monarca millonario del reino del SIDA y la pobreza

El rey Mswati III de Suazilandia, un pequeño Estado africano enclavado dentro de Sudáfrica, es el último monarca absoluto del continente. Acusado de despilfarro de dinero y violación de los derechos humanos gobierna un país donde el 30% de la población tiene VIH y la esperanza de vida es de apenas 50 años.

El rey Mswati III de Suazilandia, un pequeño Estado africano enclavado entre Sudáfrica y Mozambique, es el último monarca absoluto del continente. Acusado de despilfarro de dinero y violación de los derechos humanos gobierna un país donde el 30% de la población tiene SIDA y la esperanza de vida es de apenas 50 años.

Bajo el nombre de Makhosetive Dlamini el actual jefe de Estado del Reino de Suazilandia nació el 19 de abril de 1968, cuatro meses antes de que su país obtuviera la independencia de Gran Bretaña. Fue el hijo número 67 del rey Sobhuza II y único hijo de Ntombi Thwala, una de las esposas del monarca.

Cuando tenía 14 años su padre falleció y el Consejo Real lo eligió como heredero al trono. Sin embargo, por no tener aun la mayoría de edad, dos reinas actuaron como regentes los siguientes cuatro años. Así, en 1986 -tras finalizar su formación académica en un colegio británico- fue coronado como Mswati III, el rey más joven de Suazilandia.

El Estado soy yo

Continuando el régimen de gobierno de su padre, Mswati III concentra en su figura (aun hasta día de hoy) todos los poderes del Estado. Si bien formalmente co-gobierna con su madre y existe un Consejo Real que lo asesora (al cual tiene que consultar para elegir al primer ministro) en los hechos todas las decisiones dependen de él.

Durante su mandato restauró el Parlamento que había sido disuelto por su antecesor y en 2005 estableció una nueva Constitución que formalmente permite la libertad de expresión y la libre asociación sindical (lo que convirtió a los gremios en los principales organizadores de la oposición) pero en realidad legalizó su autocracia.

Además se mantuvo el sistema (instaurado en los años 70) de división del territorio en tinkhundla (algo similar a distritos o municipios) donde los jefes son elegidos no por pertenecer a un partido político (están prohibidos) si no por sus virtudes personales y arraigo en la comunidad.

El baile de las vírgenes, la prohibición del sexo y la multa de la vaca

El tradicionalismo imperante en Suazilandia se asienta -entre otras cosas- en un exacerbado machismo, es así como el mandatario posee varias esposas (actualmente tiene 14) las cuales elige en un llamativo acto.

Baile VirgenesTodos los años se realiza «el baile de las vírgenes» o «baile de los juncos» donde los jefes de familia llevan a sus hijas (centenares y a veces miles) a que desfilen, semi desnudas, delante del rey. Todo esto en una especie de estadio con tribunas a las que asiste la población. «Todo está organizado como si fueras a ver un partido de fútbol», observó la periodista española Nuria Hernández que presenció el ritual.

Si alguna le resulta atractiva la elige, pero allí no acaba el proceso -en el que, por supuesto, la mujer no tiene posibilidad de opinar-. Para ser esposa del Mswati III y de acuerdo a la tradición, la mujer no puede ser melliza o gemela y, al mismo tiempo, tiene que demostrar que puede procrear. Es así que hasta no quedar embarazada no se puede casar con el rey.

Con este sistema fue que, en 2001, el rey eligió una joven de 17 años. Sin embargo, había un problema. Apenas dos meses antes el mandatario había decretado la prohibición de tener relaciones sexuales durante cinco años a todas las mujeres menores de 18. La decisión fue tomada como un intento por frenar la epidemia del Sida que afecta, actualmente, al 30% de la población, siendo el país con el índice más alto de la enfermedad en el mundo (en 2000 había propuesto esterilizar a las personas que padecían esta enfermedad y dejarles una marca para identificarlas pero su iniciativa no prosperó).

Al incumplir su propia legislación, Mswati III decidió tomar igual a su nueva esposa y pagar la multa: una vaca.

No obstante, no contento con infringir su propio decreto, un año más tarde volvió a violentar la tradición. Zena Mahlangu, una chica de 18 años de edad, desapareció cuando salía de la escuela. Su madre hizo la denuncia ante la policía. Meses después le informaron que se encontraba en uno de los palacios del rey y se iba a convertir en su esposa.

Zena tiene un hermano gemelo por lo que no puede ser reina. Frente a esto el Tribunal Superior de Justicia iba a intervenir pero la Fiscalía General apeló el caso hasta que la joven quedó embarazada y en 2010 se convirtió formalmente en una de las esposas del jefe de Estado.

Los lujos, la pobreza y las prohibiciones (para las mujeres)

Mswati III tiene, según la revista Forbes, una fortuna de más de 200 millones de dólares mientras que el 60% de la población del país (1.400.000 habitantes) vive con menos de un dólar por día. Por supuesto, su cara está en todos los billetes y el aeropuerto internacional del país lleva su nombre.

En 2004 se destinaron 15 millones de dólares del presupuesto a redecorar los tres palacios del rey y construir casas para cada una de las, entonces, 11 esposas del monarca. Diez años después fueron destinados 61 millones de dólares del presupuesto anual al mantenimiento de los hogares del rey.

Billete SuazilandiaEn 2012, para su cumpleaños, ordenó a la población regalarle cabezas de ganado ya que el gobierno, sumido en una crisis económica, «sólo» podía aportar 650 mil dólares. Un año más tarde se supo que el gobierno de Suazilandia había vendido todo el maíz que donó Japón en concepto de ayuda humanitaria (equivalente a tres millones de dólares) para depositar el dinero en el banco central.

Debido a las denuncias internacionales y locales por gastar fondos públicos en una colección de autos de lujo, decretó la prohibición de fotografiar sus vehículos. Asimismo en 2002 tuvo que frenar la compra de un jet privado mientras su población padecía una terrible sequía y moría de hambre. En 2012 consiguió comprar su avión a través de «patrocinadores privados anónimos» que lo financiaron. La oposición, ilegal en el país, denuncia que la compra se hizo con fondos públicos.

También en 2012 reinstauró una ley colonial de 1889 que prohíbe la «ropa indecente» sancionando con seis meses de cárcel a quienes incumplan la norma. Entre otras, se prohíbe la minifalda ya que con ella «se facilita la violación porque es fácil retirar el pequeño trozo de tela que llevan las mujeres». Además están prohibidos los jeans de talle bajo.

Las mujeres que porten esa ropa serán detenidas. Asimismo, desde el gobierno se informó que quienes vistieran así serían «responsables de las agresiones y de las violaciones que sufrieran».

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El rey de Suazilandia no está solo. Países como Sudáfrica y empresas como Coca – Cola -que se instaló en la pequeña nación en 1987 cuando tuvo que abandonar territorio sudafricano debido a las sanciones por el apartheid- son un sostén fundamental del régimen. Sin embargo, en los últimos años la monarquía ha comenzado a resquebrajarse. Las manifestaciones callejeras y protestas son cada vez mayores y la oposición crece.

Por ahora, el monarca permanece indiferente. Como declaró en el Foro Económico Mundial para África: «Ellos están felices con el sistema. Ellos no quieren ver ningún cambio. Soy un rey que gobierna para el pueblo, no le impongo nada a la gente».

Quizás un día, como aquel Rey imaginario que cantó Sui Generis, se lamente: «No los oí, que vil razón / les molestaban sus barrigas. / Yo era el rey de este lugar / hasta que un día llegaron ellos. / Gente brutal, sin corazón / que destruyó el mundo nuestro. / Revolución, revolución, / cantaban las furiosas bestias».

Santiago Mayor – @SantiMayor

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