Medio Oriente

20 enero, 2016

El principio del fin de Oslo: a 20 años de las primeras elecciones en Palestina

El 20 de enero de 1996, Yasser Arafat fue electo presidente de la Autoridad Nacional Palestina, creada por los Acuerdos de Oslo de 1993. Desde aquel momento, todo lo firmado en ese tratado quedó en el papel.

El 20 de enero de 1996, los palestinos eligieron por primera vez en su historia moderna a sus representantes de manera democrática. El 68% de un padrón que rondaba el millón de votantes se acercó a emitir su sufragio, y finalmente consagró como presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) al histórico líder de Fatah y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat.

La votación marcaba un momento histórico en el proceso de paz que se abrió luego de la Intifada iniciada en 1987, y que tuvo como hecho más trascendente la firma de los Acuerdos de Oslo en septiembre de 1993. Además, con la elección de Arafat como presidente, y la constitución de un Consejo Legislativo, se le daba forma legal a la nueva ANP.

De esta manera, en 1996 comenzó un período de transición de cinco años que estipulaban los acuerdos de Oslo, durante los cuales Israel se comprometía a retirarse de la Franja de Gaza y de Jericó, y a la transferencia de poderes a la ANP en la mayoría de las áreas de gobierno, desde educación y salud, hasta el cobro de impuestos.

Sin embargo, con la tinta todavía fresca de las firmas de Yasser Arafat y Yitzhak Rabin, la realidad arrasó con lo acordado. Rabin fue asesinado en noviembre de 1995 por un activista judío de ultra derecha, durante un acto en Tel Aviv, un mes y medio después de traspasarle el gobierno a Shimon Peres. Este último apenas gobernaría hasta mayo de 1996, cuando perdió las elecciones frente a Benjamin Netanyahu por menos de 30 mil votos de diferencia.

La nueva situación política en Israel, con un gobierno del derechista Likud acompañado por distintos grupos de colonos en Cisjordania y Gaza, llevó a la detención del proceso de paz y el mantenimiento del statu quo previo a Oslo.

Una nueva Intifada, unos Acuerdos viejos

Esta situación se sostuvo hasta el año 2000, cuando la visita del entonces líder de la oposición, Ariel Sharón, a la Explanada de las Mezquitas, fue recibida como una provocación para los palestinos y desató la Segunda Intifada, o Intifada de Al-Aqsa.

Este proceso de agitación social palestina y violenta respuesta militar israelí continuó por un período de cinco años, hasta que Sharon, entonces primer ministro, accedió a poner en práctica el plan de retirada unilateral de Gaza que votó el Knesset (parlamento israelí) en 2004, más de diez años después de que el Estado judío asumiera ese compromiso. Fueron desmantelados 21 asentamientos en la Franja, que quedó libre de presencia israelí, al menos territorial.

Pero este hecho, lejos de ser un avance, agravó la situación de los palestinos, especialmente los gazatíes. La victoria de Hamás en las elecciones de 2006 trajo aparejado un boicot internacional sostenido militar, política y diplomáticamente por Israel, que terminó de rodear la Franja de una barrera “protectora” y forzó al gobierno egipcio a cerrar los pasos fronterizos. Así, el medio millón de habitantes que se apiña en los 45 kilómetros cuadrados de Gaza se convirtieron en prisioneros de una cárcel a cielo abierto.

El frente interno

Tras la victoria de Hamás en las elecciones legislativas de 2006 se inició un período de tensiones crecientes entre los islamistas, que dominaban políticamente en Gaza, y Fatah, que manejaba Cisjordania y controlaba la ANP, ya a través de Mahmoud Abbas, luego de la muerte de Arafat.

Las disputas continuaron hasta bien entrado el 2007. Se saldaron con más de 600 muertos y la consolidación de la división al interior del autogobierno palestino. Hamás nombró a su propio primer ministro, Ismail Haniyeh, que se mantuvo siete años como máxima autoridad en Gaza.

Siguieron años de discusiones, reconciliaciones, nuevas crisis y escaramuzas militares, hasta que un acuerdo definitivo se alcanzó en junio de 2014 y Abbas volvió a ser el presidente único del ahora denominado Estado de Palestina.

La generación post-Oslo

En octubre de 2015, las tensiones por la presencia de judíos en la Explanada de las Mezquitas derivaron en una serie de protestas acompañadas por acciones de “lobos solitarios” palestinos, que acuchillaron civiles en ciudades israelíes. La característica principal de este proceso de movilización, que algunos analistas se atrevieron a denominar Tercera Intifada, fue la falta de presencia de Fatah, Hamás, y el resto de los tradicionales grupos de la política palestina.

Los protagonistas de esta nueva etapa no habían nacido o eran muy pequeños cuando se firmaron los acuerdos de Oslo y cuando se constituyó la Autoridad Nacional Palestina. Son jóvenes que heredaron la frustación y la desconfianza de sus padres, que vieron en el fracaso de este proceso de paz nada más que un engaño que no hizo sino empeorar las condiciones de vida en Gaza y Cisjordania.

Si bien Abbas nunca abolió oficialmente los Acuerdos, el 30 de septiembre pasado declaró ante la Asamblea de las Naciones Unidas: “(Los palestinos) no podemos seguir obligados por estos acuerdos firmados, e Israel debe asumir todas sus responsabilidades como un poder ocupante, porque el statu quo no puede continuar».

A pesar de la fortaleza de sus palabras, el discurso del presidente palestino debe entenderse más como un acto desesperado de sacudir el estatismo reinante alrededor de las relaciones con Israel. El nuevo gobierno de Netanyahu, sostenido por sus aliados de la extrema derecha, no ha hecho más que avanzar sobre territorio cisjordano y negar cualquier posibilidad de un Estado independiente palestino. En este contexto, de Oslo sólo queda la tinta.

Nicolás Zyssholtz – @likasisol

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