Nacionales

4 enero, 2016

Crónica de una creciente (II)

“Todo lo que está acá fue hecho a pulmón. Docente, gente del barrio anónima, ex alumnos. Todo autogestión”, dice Gladys Yoya, vicedirectora de la Escuela Mariano Moreno en el barrio 9 de Julio de Concordia, Entre Ríos. La escuela se ha convertido en uno de los 32 centros de evacuados y en ella se alojan 106 personas.

“Todo lo que está acá fue hecho a pulmón. Docente, gente del barrio anónima, ex alumnos. Todo autogestión”, dice Gladys Yoya, vicedirectora de la Escuela Mariano Moreno en el barrio 9 de Julio de Concordia, Entre Ríos. La escuela se ha convertido desde el 23 de diciembre en uno de los 32 centros de evacuados y en ella se alojan 106 personas. La comida, agua, zapatos, ropa y colchones fue resultado de la solidaridad. “Entidades, ninguna”, agrega, mientras nos señala su preocupación por la falta de lavandina.

En la sala de profesores, nos recibe un grupo de siete docentes, administrativos y promotores de salud. Ellos se reúnen todos los días desde esa hace diez días, organizando cada una de las tareas y necesidades de los evacuados y el establecimiento. Se distribuyen por turnos de cuatro horas, encargándose de cumplir con la comida, limpieza e higiene, seguridad y convivencia. De la misma manera, cada aula y cada familia delegan un responsable. Todos y todas se hacen cargo de las tareas y de mantener un ambiente tranquilo.

“Las primeras 48 horas fueron un caos. El primer día una unidad básica hizo una olla popular, porque no había qué comer. Después comenzamos a cocinar acá y ahora la comida la trae el Ejército”, cuenta Emiliano Vallejos, profesor de música y quien actualmente coordina casi todo el movimiento de la escuela junto a Gladys y otras docentes. “La escuela convocó ad honorem a toda la planta. Nosotros trabajamos acá y nos interesa cuidar nuestra escuela”, agrega María Florencia Cabañas, una joven profesora de geografía, mientras cose en la máquina y ceba mate.

Todos coinciden en que ésta ha sido la peor inundación de la que haya habido registro después de 1959, incluso hay quienes sostienen que esta vez el agua subió más.

“Del Amazonas, el pulmón del planeta, queda un 30%. A Lula le pararon el país los madereros cuando los quiso limitar. Es el desastre ecológico, seguimos sin tomar conciencia”, afirma Emiliano. Y María Florencia agrega: “Se debe al calentamiento global, es la cultura del consumo”. “Hay una realidad”, enfatiza Gladys, “la deforestación por el arándano y la soja. Si vas por la ruta de aquí a Paraná hay sólo dos barreras de árboles, y hacia Buenos Aires, ninguna”. Comenta que eso ha ocasionado la formación de tornados frecuentes, un fenómeno impensado años atrás en esta zona. “Hay plantada soja hasta en la banquina de la ruta”, agrega Luis Magariños, profesor de informática.

El debate da para largo: muchos de los vecinos de Concordia reconocen que hay cosas que han cambiado en el modelo de desarrollo y de ciudad en los últimos años. No se debe solamente a las lluvias que vienen del norte, hay muchos factores en la misma zona de Concordia que acrecientan estas consecuencias.

La represa de Salto Grande continúa siendo una discusión: mientras que para algunos actúa como un “muro de contención” ante los caudales inusitados de agua, para otros la inundación es el resultado del mal manejo de la misma, o dicho en otras palabras, del aprovechamiento de estos caudales para generar mayores niveles de energía, en un país que recientemente ha declarado por decreto presidencial la emergencia eléctrica hasta diciembre de 2017.

Lo cierto es que la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande ha decidido incrementar desde el mes de octubre su caudal de liberación, que habitualmente no supera los cinco mil metros cúbicos por segundo, y que ha llegado en estas semanas a los 30 mil metros cúbicos, superando los niveles de energía generada promedio.

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Concordia se encuentra a tan sólo 15 kilómetros de la represa de Salto Grande, sobre la costa oeste del Río Uruguay. Actualmente es habitada por 220 mil personas, mientras que en 1991 tenía 116 mil habitantes. En tan solo dos décadas duplicó su población debido, en parte, a la migración proveniente de las provincias del noreste y noroeste argentino. La cosecha del citrus y el arándano son el principal atractivo, aunque sólo dura unos pocos meses al año. Esto produjo que la ciudad haya crecido de manera descomunal, construyéndose nuevos barrios muy humildes en las periferias.

Los barrios más pobres del sur de la ciudad se extendieron sobre un territorio bajo que debió ser rodeado por una defensa de contención. Esta obra, que fue inaugurada en 1999, lleva el nombre de Padre Andrés Servín, un párroco que junto a los vecinos de la zona reclamó y luchó para que esta medida se concrete. Sin embargo la obra parece vetusta frente a la nueva creciente: más de diez mil personas corren el riesgo de quedar bajo el agua si ésta supera los 16 metros de altura. Esta vez la cota llegó, en su punto máximo, a 15,81 metros.

Los barrios humildes de Concordia han sido los más afectados: aquellas viviendas apostadas en la cercanía del arroyo Manzores, que desbordó por más de tres cuadras a la redonda -dejando bajo agua toda la vía del Ferrocarril Urquiza y su estación-, y también las que se encuentran “del otro lado” de la Defensa Sur.

“Venimos sufriendo la inundación desde que mi hijo tiene cuatro años, ahora tiene 18”, dice Nancy Gutiérrez, evacuada en la Escuela Mariano Moreno y vecina del barrio Belgrano Sur. “El barrio está tapado de agua. Nuestra casa no se ve”, comenta con tristeza, mientras nos muestra una foto en su celular de una casa humilde, con el agua hasta la mitad, bajo un fuerte aguacero. “Venimos pidiendo un terreno desde hace años. De ese lugar donde estamos, queremos salir. No queremos plata, ni subsidios, sólo un terreno donde construir nuestra casa”, afirma con claridad. “No se acercó nadie, ellos nada más”, dice Nancy, por los docentes de la Escuela Mariano Moreno. “En realidad, ellos no tienen por qué hacerlo, tendrían que estar en su casa, de vacaciones, pero están acá. Es demasiado lo que nos ayudan, estamos muy agradecidos”, agrega.

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Las buenas noticias de año nuevo no sólo trajeron alivio a los más de 11.500 evacuados de Concordia. Cristian Ariel Bravo, jefe de Cuerpo y comisario de Bomberos Voluntarios, dice que hace noches que no duerme y ahora está “supercontento con la noticia”. Hace algunas horas la información de la bajante del lago de Salto Grande le permitió respirar. Si no hay lluvias, se espera una bajante rápida, aunque las tareas posteriores serán arduas. La creciente trae víboras, ratas, muchos bichos y se necesitarán al menos dos semanas de asistencia para que los evacuados regresen a su hogar.

Como director de Defensa Civil la tarea ha sido extenuante: incluso le tocó a él pasar el informe de la situación al presidente Mauricio Macri en su visita a Concordia. Bravo destaca la solidaridad de la gente, sobre todo de la juventud. “Estoy sorprendido por los jóvenes”, dice, “ahí es donde se ve que queda la esperanza”. Y resalta la importancia de la realización de las obras con el fin de evitar posibles riesgos ante crecientes futuras similares o peores. El proyecto del acueducto y la construcción de al menos 300 viviendas que permitan despejar zonas de riesgo se vuelven urgentes.

Aunque ya se ha oficializado el anuncio de una posible bajante, el devenir de los próximos días irá marcando las tareas a seguir. Por ahora, el río baja muy despacio y sólo algunos centímetros, mientras que las lluvias continúan siendo una amenaza.

Probablemente, la inundación dejará de estar en la agenda mediática. Mientras, decenas de miles deberán comenzar otra vez a reconstruir sus hogares, sin garantías de que ésta sea la última vez.

Micaela Ryan, desde Concordia – @LaMicaRyan

Fotos: Micaela Ryan

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