29 diciembre, 2015
Es mejor no estar atado a nada
Un gran dinosaurio, el último largo de Disney-Pixar, brilla por su despliegue tecnológico pero decide utilizar ese poder al servicio de una historia que repropone los lugares comunes más reaccionarios de la factoría del ratón. Indudablemente vivimos tiempos oscuros.

Hace unos años que Disney es más noticia por sus movimientos financieros que por las historias que ofrece. Así como acaba de gerenciar el estreno de la última producción de la saga de “Star Wars”, hace más de una década absorbió la tecnología de los estudios de animación de Pixar para desarrollar lo que prometía ser una innovación en su línea de películas infantiles.
El cambio tecnológico no vino acompañado de un cambio ideológico ni creativo y, después de varios intentos fallidos con la presentación de nuevos personajes (como “Chicken Little”, por ejemplo, que no pudo tener su propia saga), volvieron a los picos de taquilla con reformulaciones digitales de cuentos clásicos y de propios clásicos anteriores (como sucedió con Frozen).
En este marco se estrena Un gran dinosaurio, un despliegue de belleza paisajística animada artificialmente en tres dimensiones, que cuenta el camino de aprendizaje de un dinosaurio cachorro y su encuentro con Spot, un pequeño humano salvaje que lo empuja a desafiar sus propias limitaciones y a conocer lo que existe por afuera de su casa.
Como anécdota, la película se desarrolla a partir de un puntapié usual en todos los clásicos de animales de Disney: un padre muere para que un hijo pueda aprender a valerse por sí mismo en el marco natural hostil que lo rodea. Pero lo que podría haber sido una remake interesante de la anécdota de El Rey León, termina resultando una historia lineal, que simplifica los encuentros con personajes secundarios, defiende la moral de la familia heteronormativa y desaprovecha los pocos elementos divertidos que sugiere al poner todo al servicio de la exposición de las múltiples potencialidades de la animación 3D.
El corrimiento que supone mostrar a los humanos como los salvajes e incivilizados en contraste con el carácter tímido y hogareño de Arlo y su familia es interesante y, al mismo tiempo, se configura como el único elemento innovador de la propuesta en términos de relato.
Es divertido ver cómo un dinosaurio vulnerable (que no conocía más que lo que su padre le había mostrado de mundo) amplía su visión y sus potencialidades personales a partir del encuentro con el afuera, con lo otro, con lo diverso. Es tierna la manera en que dinosaurio y humano se domestican mutuamente y hay una escena muy linda de una noche en la que los dos se cuentan los dolores que tienen en común haciendo dibujos con palitos en la tierra y terminan aullándole juntos a la luna.
Lo que no es divertido ni interesante para ser presentado como propuesta infantil es la forma que adquiere esa diversidad con la que se encuentran al emprender su viaje, ya que lo que la película se ocupa de mostrar como diferente responde a las trampas ideológicas que Disney arrastra históricamente desde sus orígenes como usina de relatos.
Los peligros que no son provocados por adversidades naturales se dan a partir del cruce con animales de otras especies con costumbres distintas que, como suele suceder, tienen rasgos étnicos latinos o islámicos y además no respetan la propiedad tan rigurosamente como lo hacen los dinosaurios de ojos claros. A la vez, la apuesta a conservar la familia tipo (estadounidense) se manifiesta como necesidad primaria y destino último de los personajes, más allá de todo lo que puedan haber aprendido en términos subjetivos. Así, el camino de aprendizaje que emprenden a través de la geografía prehistórica parece resumido a un mero encadenamiento de gags y golpes dramáticos que funcionan apenas como excusa para mostrar la belleza de los fondos a donde se despliegan las desventuras.
Es así que la contemplación de los paisajes termina resultando más interesante y conmovedora que el propio viaje de Arlo y Spot. Y, aunque no se le pueda negar la belleza y el refinamiento estético en la composición de las imágenes, es difícil encontrarle a la película un motivo para ser recordada más allá del merchandising y la tecnología de punta.
Gustavo Kreiman – @donnarrusa
Ficha técnica
Título original: The Good Dinosaur
Director: Peter Sohn
Duración: 1 hora y 40 minutos
Productoras: Pixar, Walt Disney Pictures
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