18 diciembre, 2015
Mariana Arias sobre Cristina: bien cerca de los atributos patriarcales
Por María Paula García. Cristina Fernández fue la primera mujer elegida presidenta mediante el voto popular. Durante ocho años cosechó críticas, alabanzas, amores y odios. Pero más allá de la valoración y grado de acuerdo con su gobierno, su paso por la presidencia es útil para reflexionar acerca del rol de la mujer en la política.

Por María Paula García. Cristina Fernández fue presidenta de la Nación durante dos períodos consecutivos. La primera mujer elegida para ese puesto mediante el voto popular. Durante ocho años cosechó críticas y alabanzas, amores y odios. Pero más allá de la valoración y el grado de acuerdo con su gobierno, su paso por la presidencia es útil para reflexionar acerca del rol de la mujer en la política. Y en este caso, analizar cómo los medios hegemónicos y la mayor parte de la oposición política desarrollaron hacia la figura de la ex presidenta los niveles más altos de prejuicios, estereotipos machistas y misoginia, es verdaderamente indignante.
Una de las últimas muestras de ello es el artículo de la ex modelo Mariana Arias publicado en Perfil con el título “Cristina, lejos de los atributos femeninos”. En el mismo critica el interés de Cristina Fernández por su imagen, su tono confrontativo tan atípico de la femineidad, la falta de autocrítica, el ansia de poder, la incapacidad para transmitir amor y dulzura.
Según Arias, las mujeres tendrían un plus: la intuición de saber cuándo y cómo transmitir decisiones firmes sin lastimar inútilmente, buscar unir a la familia, tratar de no pelear si no es necesario, de callar cuando lo amerita. Toda una serie de elementos que, desde ya, jamás se le criticarían a un político varón, se señalan como ausentes en una mujer y con preocupación.
Sin embargo, a lo largo de todo el artículo no hay un solo debate planteado sobre alguna de las políticas concretas impulsadas en ocho años. Y mucho menos una propuesta alternativa. Aunque no es casual. La práctica política y el ejercicio del poder son elementos patriarcales por excelencia. Cuando una mujer tiene la osadía no sólo de hacer política, sino de detentar el poder y encima defender sus convicciones, se genera el escándalo.
Porque acá el problema no es qué proyecto se lleva adelante: el tema es cómo conservar las formas y no salir de los marcos tradicionalmente impuestos a las mujeres. Y en medio de tanto intento de “desideologizar” la política, es bueno remitirse a los contenidos, no a las formas.
¿Cómo se debería polemizar con las mujeres que hoy ocupan puestos de poder en el gobierno actual, como Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich o Carolina Stanley? ¿Por cómo se visten? ¿Por cómo hablan? ¿O por el proyecto que sostienen, las políticas que implementan y en pos de qué intereses nos gobiernan? ¿Son más tolerables y más propiciadoras de la unión de los argentinos las mujeres del PRO por estar más cerca de los “atributos femeninos”? Claramente no.
Lo cierto es que Cristina Fernández fue atacada de forma sin precedentes por y en su condición de mujer durante sus mandatos. Ataques y estigmatizaciones que en general pesan sobre todas las mujeres en general.
Se arrancó diciendo que la puso Néstor Kirchner para seguir gobernando, que no llegaba al poder por sus méritos sino por ser “la mujer de” y que el que gobernaba era él. Después se continuó con la cuestión patológica, el desequilibrio psíquico y la bipolaridad. No se salvó ni cuando debió atravesar la muerte de su marido: o era la “pobre viuda” o se la tildaba de “viuda alegre”. Hasta se llegó a hablar de su goce sexual a través de una de las tantas y polémicas tapas de la revista Noticias, de su libido y de si la relación con tal o cual le aportaba “sosiego”. Mantenerse en sus convicciones le valió el mote del famoso epíteto de “yegua”.
Mariana Arias finaliza afirmando que no la ve a Cristina Fernández como una representante del género femenino, aunque cree que tal vez se esté equivocando y no sea esta una cuestión de género. Y sí, sus dichos son un tema de género gigantesco. Tanto por los estereotipos que reproduce como por el lugar de forma y no contenido en el que ubica a las mujeres. Siempre subordinadas. Nunca sujetas.
Por lo pronto hay figuras femeninas que parecen provocar ahora sí sosiego a buena parte de los amantes de la cultura new age y las terapias alternativas como Arias: el retorno de la figura de la primera dama que sabe acompañar, callar y estar como ausente; la que viene con cara lavada a escuchar y no a hablar como Vidal; la que canta Gilda desde el balcón de la Rosada como Michetti. Serán parte de un proyecto político antipopular, pero no importa. Porque te devalúan el sueldo cuidando las formas, sin gritos y con una sonrisa al treinta por ciento. Mujeres con el discreto encanto de la burguesía.
Mientras tanto, el Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario de la Casa Rosada fue convertido en una oficina. Un espacio inaugurado con la idea de homenajear en forma permanente a las mujeres en el ámbito más emblemático del poder político de la Argentina como lo es la Casa Rosada, es ahora una oficina con computadoras y escritorios para el personal. Donde figuras como Eva Perón, Juana Azurduy, Mariquita Sánchez de Thompson, Alicia Moreau de Justo o las Madres de Plaza de Mayo, entre otras, permanecerán como cuadros colgados, como adornos de pared. Todo un símbolo de los nuevos tiempos.
@MariaPaula_71
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