Batalla de Ideas

18 diciembre, 2015

La gorgona

Por Mariel Martínez. El 19 y 20 de diciembre de 2001 la larga noche liberal parecía que empezaba a morir. Sin embargo este diciembre arrancó con nuevo gobierno. En la primera fila de la asunción de la novedad macrista, Duhalde y De la Rúa aplaudían impunes y gustosos. El tema es, vieja y conocida derecha, que aprendimos que ningún poder resiste al pueblo en la calle.

Por Mariel Martínez. Hace unos años unos estudiantes de la carrera de lingüística en la Universidad de Buenos Aires trabajaban sobre la narración de los recuerdos. Y entonces venían y te preguntaban ¿qué estabas haciendo vos el 19 y el 20 de diciembre del 2001? Y escuchaban que en casa, que en la facultad, que viajaba. Y que todos se habían pasmado de conmoción. Que algunos fueron a la plaza, que otros corrieron a sus casas, que muchos empezaron a llamar por teléfono a familiares para ver si estaban bien.

Si hubiesen replicado este ejercicio en alguna de las barriadas pobres del conurbano de la provincia de Buenos Aires o de otras provincias del país, sumarían seguramente al relato la narración de los saqueos, de las calles cortadas con quema de gomas, del temor a que viniesen del otro barrio al tuyo. A qué, vaya a saber. Pero miedo, por si acaso. Porque qué otra cosa que miedo podíamos tener ese diciembre del 2001, con un país en llamas, un país de salarios bajos, desocupación y lazos sociales lastimados.

Seguramente en todos los relatos se repitieran algunas imágenes que nos han quedado grabadas a fuego: gente corriendo con carros llenos de fideos, un chino llorando por su supermercado, personas llegando a Plaza de Mayo, la gendarmería tirándoles caballos encima a las madres, la represión, los muertos. Y el helicóptero. Ese helicóptero de mierda que lo salvó a De La Rúa del peligro de ser linchado. Ajusticiado. De que no se fuera así, simulando siempre perfectamente su gesto sutil a medio camino entre forro y distraído.

La larga noche liberal parecía que empezaba a morir. Y era un monstruo dando coletazos: 39 muertos, nueve de ellos menores; uno de ellos Pocho, el mejor de los nuestros. Y como en una película de terror mala, la Gorgona principal se nos escapaba por el aire latiendo en la posibilidad de continuar la saga.

Otros monstruos de la misma cofradía se sucedieron perpetuando canalladas. Cuatro presidentes en pocos meses fueron responsables de sostener un sistema asesino. Duhalde, que asumía el 2 de enero del 2002 declarando a la Argentina en quiebra y fundida abrazó la represión de la protesta social como política de Estado y fue el principal responsable del asesinato de Maximiliano Kosteki y de Darío Santillán, otros de nuestros mejores compañeros. Se fue como si nada, en un paso de minué democrático, luego de las famosas elecciones presidenciales del año 2003.

Repasamos mucho en estos años, de la parte que nos toca. En dónde nos salteamos algo, cuáles fueron las fallas de este lado. Sin dudas los extensos noventas, sin negar los espacios que se construyeron desde dónde resistir, colaboraron en que llegáramos fragmentados, en que careciéramos de la capacidad de construir una alternativa una, humana. Sin dudas los reflejos de buen sentido de mucha clase media duraron lo que les duró la tocada de bolsillo, y la lucha de la cacerola se escindió más temprano que tarde de la del piquete. Sin dudas. Pero también sin dudas aprendimos.

Aprendimos que ningún poder resiste al pueblo en la calle. Que nada, ni las elecciones, son legítimas por sí mismas si colocan en el gobierno a hambreadores de pueblo y privatizadores de países. Aprendimos que somos diferentes pero que somos fuertes. Que no alcanza con que se vayan todos y que vengan otros parecidos. Que el poder de los de arriba sólo se combate construyendo poder del nuestro. Popular, poderoso, democrático.

Este diciembre arrancó con nuevo gobierno. En la primera fila de la asunción de la novedad macrista, Duhalde y De la Rúa aplaudían impunes y gustosos, se acomodaban la corbata y saludaban a la farándula. Fríos, impolutos. Radicales, pejotistas y pros moviendo como hamsters el eje fijo de la rueda del “cambio”. Porque ellos sí que saben bien que no interesa el color de su bandera ni el prócer al que tributen o del que carezcan; patas de la misma mesa sobre la que se erige el mismo proyecto económico. Ellos se reconocen. Se prometen que ganan todos.

El tema es, vieja y conocida derecha, que aprendimos de en serio. Que cuando dicen quita de subsidios y retenciones nosotros leemos aumento de tarifas y precios. Que cuando dicen fin del cepo cambiario nosotros escuchamos devaluación y reducción de salarios. Que cuando proponen diálogo sabemos que no somos sus interlocutores. Que cuando anuncian paz social no nos consideran parte de la sociedad. Que la Argentina no es una y que la de ustedes no es la nuestra.

La memoria de aquellas históricas jornadas del 2001 se tatuó en nosotros y creció vigorosa en saldos políticos y organizativos. En una semana ya llenamos dos plazas para recordárselo. Agradezcan. Y vayan revisando qué es lo que aprendieron ustedes. No querrán ver nuevamente a la Gorgona muerta de miedo, escapando por el aire.

Foto: Gónzalo Martínez / ARGRA

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