14 diciembre, 2015
River hoy, San Lorenzo ayer y el túnel hacia el Mundial de Clubes
El calendario de Conmebol no cuida a sus campeones continentales: River y San Lorenzo repitieron formas y errores. Encima del otro lado esperaban y esperan los poderosos Real Madrid y Barcelona. A la espera de un partido que se define por la concentración, la explicación a un camino que como pocos depende de la creatividad, de empezar por el final.

El calendario de Conmebol no cuida a sus campeones continentales: River y San Lorenzo repitieron formas y errores. Encima del otro lado esperaban y esperan los poderosos Real Madrid y Barcelona. A la espera de un partido que se define por la concentración, la explicación a un camino que como pocos depende de la creatividad, de empezar por el final.
“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona”.
Así comienza El túnel, la novela escrita por el argentino Ernesto Sábato, uno de los pocos que pudo realizar una obra de calidad arrancando por el final. Esa misma travesía llevaron adelante el River de Marcelo Gallardo y el San Lorenzo de Edgardo Bauza, los últimos dos campeones de la Copa Libertadores de América.
Mientras la selección argentina de fútbol trataba de aprender, sin suerte, de que va eso de jugar finales, River y San Lorenzo cortaban antes sus pretemporadas para terminar de cerrar en agosto un objetivo que arrastraban desde febrero. Con vacaciones en el medio y con la carga mental que implica tratar de ganar el torneo más importante del continente en clubes grandes que no lo conseguían hace mucho tiempo o directamente nunca lo habían logrado.
A la altura del año que el resto de los equipos del fútbol local empiezan a agarrar ritmo futbolístico, San Lorenzo y River se alzaron con la Libertadores. Seguir compitiendo al mismo nivel luego de arrancar en la cresta de la ola requiere de mucha creatividad, hace falta un Sábato más que un Gallardo o un Bauza. La merma de los recientes campeones es psicológica y futbolística, en ese orden, así el túnel hacia el Mundial de Clubes a disputarse en diciembre se transita a los tumbos y más si la luz al final del camino se llama Real Madrid o Barcelona.
Sobran los casos a nivel mundial de jugadores que tuvieron una recaída en su nivel luego de alzarse con el objetivo que se trazaron a comienzo de temporada. El ejemplo más paradigmático es el de Zinedine Zidane que definió con una volea de antología la final de la Champions League 2002 entre Real Madrid y Bayern Leverkusen. A menos de un mes de ese gol, Francia, con Zidane en cancha, perdía 2 a 0 contra Dinamarca y quedaba afuera en primera ronda del mundial Corea-Japón 2002.
Acá en Argentina también tuvimos ejemplos recientes. Ángel Di María fue determinante en la final de Champions entre el Real y el Atlético Madrid que ganaron los merengues el año pasado y le costó encontrar su mejor versión en la fase de grupos del mundial de Brasil. Una semana sin partidos antes de los octavos le alcanzó para recuperar algo de su nivel contra Suiza y el rato que jugó con Bélgica.
Ese fue el problema interno de cada futbolista pero también hay uno externo que involucra al entrenador. Cuando el equipo campeón todavía es póster, es realmente difícil encontrarle errores. Pero a medida que pasan las fechas la cinta empieza a despegarse de la pared y cuando el técnico se da cuenta donde tiene que reforzar el plantel, el libro de pases ya está cerrado.
Lo que el resto de sus colegas avizora en los partidos de pretemporada, Bauza y Gallardo no pudieron verlo porque sus partidos preparatorios para la temporada fueron las semifinales y finales de la Libertadores que terminaron ganando.
Así el Patón Bauza jugó la final del Mundial de Clubes contra el Real Madrid con Pablo Barrientos y Gonzalo Verón como sus hombres de creación y desequilibrio. Un cambio sustancial en nombres y jerarquía con los titulares en esos puestos meses atrás, Ignacio Piatti y Ángel Correa, que emigraron al Montreal de Canadá y a Atlético de Madrid, respectivamente.
Algo parecido le sucedió al Muñeco Gallardo en River, que vio partir a Ramiro Funes Mori, Ariel Rojas y Teófilo Gutiérrez, de los titulares del equipo campeón. El colombiano Eder Álvarez Balanta, que ya estaba en el plantel, ocupó el lugar del central del seleccionado argentino y chocó contra sus vaivenes anímicos, en una posición que te deja expuesto.
Para el puesto de Ariel Rojas llegó Lucho González, que juega poco por sus problemas físicos pero los ratitos suyos coincidieron con buenos momentos de River. Gallardo probó también en ese lugar de la cancha con el ex Banfield Nicolás Bertolo, que se destacó en el Taladro jugando como delantero por izquierda y al que cuanto más lejos le queda el lateral derecho contrario para encararlo, peor rinde.
La partida del colombiano Teo Gutiérrez fue eclipsada por el determinante ingreso de Lucas Alario en el equipo titular, que en realidad vino a reemplazar la cuota goleadora que aportaba Fernando Cavenaghi. Lo que el actual delantero del Sporting Lisboa le daba a River, nadie se lo da en la actualidad, ponía la pelota bajo la suela y se tiraba atrás para asistir a Sánchez y Mora. Algo de eso intentó hacer Tabaré Viudez de comienzo fulminante en la semis con Libertad en Paraguay pero se fue apagando.
El cansancio mental y físico, las lesiones y las mini vacaciones de julio, que suenan lejanas, suman para que los números de River luego de la Libertadores hablen por sí solos, después de ganar la Suruga Bank solo triunfó en cinco de 18 partidos, quedó eliminado por primera vez de una fase mano a mano a nivel continental con Huracán por las semis de la Sudamericana y terminó 9° en el torneo local.
San Lorenzo en el torneo previo al partido contra Real Madrid terminó 8°, igual que el Estudiantes de Alejandro Sabella el campeonato que disputó antes de enfrentar al Barcelona de Pep Guardiola en 2009. Con el detalle que el equipo dirigido por el subcampeón del mundo con Argentina tuvo vacaciones en el medio y tomó al torneo doméstico como banco de prueba para darle minutos a la línea de cinco que formó aquella recordada final que Lionel Messi definió en tiempo suplementario con un gol de pecho.
Justamente de Estudiantes de La Plata era hincha Ernesto Sábato, el único equipo argentino que estuvo cerca de ganar el Mundial de Clubes y el escritor de El Túnel que nos mantuvo atrapados hasta al epílogo en una obra que comenzó por el final.
Para ganarle al Barcelona, River deberá tener la concentración de Estudiantes, la creatividad de Sábato y si aun con eso no le alcanza deberá volver a escuchar a Juan Pablo Castel, el protagonista del ejemplo a seguir para los que intentan todo el tiempo reinventarse, que dentro de su túnel dijo: “Muchas veces me ha pasado eso: luchar insensatamente contra un obstáculo, que me impide hacer algo que juzgo necesario y conveniente, aceptar con rabia la derrota y finalmente, un tiempo después, comprobar que el destino tenía razón”.
Lucas Jiménez – @lucasjimenez88
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