10 diciembre, 2015
Carta para un militante en 2016
Por Juan Manuel Erazo. A la derrota del chavismo en las elecciones legislativas se le suma la postal del jueves cuando Mauricio Macri jure desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente. Ante este escenario de duros golpes ¿Cuáles son los desafíos que se presentan para la militancia popular en los próximos años?

Por Juan Manuel Erazo. A la derrota del chavismo en las elecciones legislativas se le suma la postal del jueves cuando Mauricio Macri jure desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente. Ante este escenario de duros golpes ¿Cuáles son los desafíos que se presentan para la militancia popular en los próximos años?
El filosofo alemán Walter Benjamin escribió: «En la idea que nos hacemos de la felicidad late inseparablemente la de la redención». Esta frase pertenece a un ensayo sobre la historia donde Benjamin reivindica el ejercicio de la memoria y el análisis crítico como practica revolucionaria. Además de memoriosa y autocritica, la practica militante debe ser llevada con felicidad, más aun en tiempos donde las derechas usufructúan esta palabra.
“Somos enanos de pie sobre hombros de gigantes. Somos capaces de ver más lejos, pero es gracias a quienes nos precedieron”, sostenía Hugo Chávez. Nada más parecido a la idea de redención de Benjamin. La militancia popular actual es la continuidad histórica de una larga lucha por la liberación de los y las oprimidas, un proceso signado en estos últimos años por las revueltas de comienzos de siglo, el surgimiento del kirchnerismo y el avance de una nueva derecha.
Por lo tanto, el mayor desafío de la militancia popular en Argentina es defender lo conquistado, su acumulado histórico, no dar un paso atrás. Pero esta acción defensiva sería insuficiente si no se dieran procesos profundos de reflexión, análisis y autocrítica para repensar las futuras estrategias.
Nuevamente como decía Hugo Chávez, “ante esta circunstancia de nuevas dificultades -del tamaño que fueren- la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y victoria”.
Unidad…
La militancia kichnerista se ve tensada por dos balances distintos ante la derrota de noviembre: uno por derecha que asegura que la debacle se debe a no haber asegurado el aparato pejotista, por culpa de las organizaciones de izquierda y de las capas medias de la sociedad.
Este balance refuerza la derechización (¿fracaso?) del proyecto neodesarrollista, desconociendo los problemas estructurales a los que se enfrentó el modelo por falencias propias (extranjerización de sectores de la economía y el mito de la burguesía nacional, estancamiento en las condiciones de vida de la población, etc.).
Sostener la idea de que la salida política es parecerse más a la derecha, no solo sería tropezar dos veces con la misma piedra, sino que erosionaría la mística y las expectativas de gran parte de la base social que el kirchnerismo logro aglutinar. Ante este balance surge en la militancia kirchnerista uno distinto, no necesariamente “por izquierda” pero mucho más autocrítico que comprende ciertas limitaciones del gobierno nacional saliente. Este balance carece hoy de teorización, de profundización y de reimpulso en una nueva estrategia.
Los sectores de la izquierda que comprendan a la unidad como necesidad de generar correlación de fuerza ante un enemigo que se sabe mucho más poderoso, deberán encarar el complejo ejercicio de tratar de tensar los balances al interior del kirchnerimo, sin ponderar la delimitación por sobre la unidad ante un enemigo envalentonado, pero sin resignar y subordinar sus estrategias emancipadoras, es decir, la idea de un nuevo y necesario proyecto de país.
Los sectores kirchneristas que realmente levanten las banderas de la independencia económica, la soberanía política y justicia social deberán demostrar la capacidad renovadora y protagónica de la militancia ante una dirigencia de economía sin corbatas y de escritorios sin asfalto. “Las masas avanzaran con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Esta frase hoy, lejos de ser una realidad posible, es una incógnita irresuelta.
Lucha, batalla…
El ascenso del PRO es un hijo no deseado de los contradictorios sentidos que se condensaron después del 2001 en un plano menos directo y más retrogrado. Una de las principales limitaciones del kirchnerismo (tensado por las lógicas punteriles históricas del pejotismo) fue pensar al “sujeto de inclusión” como un “sujeto de consumo”, es decir, algo que cuaja en la estrategia neodesarrollista de impulso en el mercado interno, pero que atenta a la formación de pueblo soberano y politizado.
El cachetazo más duro que ha sufrido hoy la militancia kirchnerista es comprender que gran parte de los sectores populares que dijeron representar durante tantos años, votaron a otros espacios políticos. La peor respuesta que podría generar la militancia kirchnerista sería desentenderse de esos sectores, más aun, en un escenario donde las políticas del gobierno entrante prometen inviernos crudos.
Se abre por un lado un escenario adverso, donde un punto importante pasara por construir anillos de unidad alrededor de la conflictividad social. La lucha social defensiva y reivindicativa deberá tener grandes marcos de amplitud para frenar o dificultar la ofensiva represiva.
Por otro lado, es menester de la militancia pensar nuevas formas de aglutinar a los sectores populares, desde métodos de organización barrial distintos hasta la construcción de herramientas gremiales novedosas, que aglutinen a sujetos antes impensados para las organizaciones populares como los trabajadores de la economía popular.
Victoria
En palabras de John William Cooke, “sabemos que nada ocurre favorable al pueblo si no hay lucha (…) Sabemos que una correlación de fuerzas puede cambiar, pero a condición de que no se la considere definitiva e invencible”. Transversal al desafío de la lucha se visibiliza la necesidad de dar la batalla cultural contra la antipolítica, de reafirmar visiones renovadas del país, de organización y protagonismo popular.
El desafío para el conjunto de la militancia popular es extraordinario. Quien pretenda recordar cada mañana porque predispone su voluntad a la redención de los invisibles del mundo, quizá recuerde lo que una vez dijo el poeta uruguayo Mario Benedetti: “No te quedes inmóvil / al borde del camino / no congeles el júbilo / no quieras con desgana / no te salves ahora”.
Y quizá sean muchos los que sientan por primera vez los ojos rojos del llanto y el gas lacrimógeno, el palo en las piernas, la sombra de la impunidad. “Que la tristeza jamás vaya unida a nuestro nombre”. Son muchos los que gritaran que se venga la redención, hasta que triunfen para siempre el amor, la igualdad y la justicia… o se acabe el mundo.
@JuanchiVasco
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