4 diciembre, 2015
Kryptonita mundial
Finalmente se estrenó la película argentina más esperada de los últimos años. Kryptonita, la gran adaptación de Nicanor Loreti de la novela de Leonardo Oyola, se pudo ver en más de cien salas y un público ávido que ya no podía más de la ansiedad estuvo a la altura. Estaba todo dado para la gran fiesta cinéfila nacional.

Se sabe, las altísimas expectativas suelen conspirar contra la realidad inapelable. En el caso de Kryptonita, la adaptación de Nicanor Loreti de la novela homónima de Leonardo Oyola, las partes que podíamos ir conociendo anticipaban un todo inolvidable, una tormenta perfecta. Un texto original potente y novedoso, un contexto oportuno de puertas que se están abriendo para el cine de género hacia una merecida masividad, un director que había mostrado un pulso y un timing perfecto en esa enorme película que es Diablo, un casting con un acierto más notable que el otro.
La expectativa no hacía más que crecer hace meses. El verde es el color de la esperanza. Estaba todo dado para ir a festejar al Obelisco. Era como ganar el mundial en Brasil, derrotando al histórico enemigo alemán que acababa de humillar a nuestros hermanos lusoparlantes, traer la copa en sus narices después de haber calentado esa final al rojo vivo, etc. Todo estaba dado para que la fiesta sea perfecta. Ah, si hubiera justicia en el mundo…
Y no es que Kryptonita no sea una gran película, que lo es. Sin siquiera detenerse a mencionar los impecables rubros técnicos, la película tiene aciertos de todo tipo, desde la banda sonora hasta la traducción estética del comic conurbanero, pasando por un nivel actoral superlativo, por interesantes líneas de crítica social y por un evidente e indiscutible amor por el proyecto en su conjunto, que se agradece a cada tramo de la película.
A esta altura de las expectativas, con previa impresionante en las redes sociales, ya todo el mundo sabe de qué va la historia: una versión villera de la Liga de la Justicia de DC Comics que se atrinchera el el hospital Paroissien de Isidro Casanova para bancar hasta el amanecer esperando la recuperación de su líder caído (un Palomino al que no le queda grande la capa de Superman) contra el asedio de una banda rival aliada con la corrupta Policía Bonaerense.
Lamentablemente faltan cinco para el peso, faltó que Palacio la tirara por abajo, faltó el toque de magia. Casi nada o casi todo. La cosa no termina de funcionar al nivel que los fanáticos hubiéramos agradecido. Las siete reescrituras del guión de Loreti y Camilo de Cabo sobran como prueba del amor por la novela original de Oyola. Pero algo falla.
El resultado es tan disfrutable como honesto y pone una vara altísima para cualquier producción de género venidera. Sin embargo, tal vez hubiera sumado que una película tan autoconsciente de sí misma y tan explícitamente genérica se hubiera jugado a traicionar algo más a la novela. Lo que se puede disfrutar enloquecidamente metido en la cama o hundido en un sillón requiere de una jugada adaptación traidora para funcionar de igual forma en la pantalla grande.
El registro elegido por Loreti acierta plenamente al no caer en la trampa fácil de la parodia, lo que hubiera traicionado en un sentido muy negativo a la obra original, en la que Oyola se toma muy en serio a cada uno de sus personajes, sus motivaciones, su historia y su verosimilitud. Pero esta excesiva fidelidad a los diálogos, la trama y a la coloración íntegra de la novela es tanto un mérito como un límite de Kryptonita.
Una saludable traición incluso hubiera podido resolver esa indecisión entre la película de superhéroes, la película intimista conurbanera y la película de sitio a la Carpenter. Además hay que reconocer que gracias a la enorme entrega actoral de cada uno de los actores y actrices (destacadísimo lugar para la Lady Dy de Lautaro Delgado, el tordo de Diego Velázquez y la saludabilísima sorpresa del Faisán de Nico Vázquez) que Kryptonita supera algunas de las evidentes lagunas del guión. Palomino siempre está bien, las intervenciones de Capusotto son impagables y el Ráfaga de Diego Cremonesi se banca con plena autoridad el hacer avanzar la trama en más de un momento de la película.
En el laborioso proyecto de reescritura del guión casi no hay concesiones a la sobreexplicación para el público que no viene del palo comiquero o cinéfilo de género. Tal vez la única sea la justificación “moral” de una banda tipo Robin Hood que, según creo recordar, en la novela no requiere del atajo populista para generar empatía y ganas de ubicarse del mismo lado de la mecha que esos personajes marginales y violentos.
En cuanto a los inevitables recortes de subtramas debemos reconocer que la ausencia de Carozo y Narizota fue mucho más dolorosa que la del demonio amarillo que sólo puede ver el extenuado médico de guardia.
Pero allí donde debía haber estado el clímax es precisamente donde las decisiones de Loreti traicionan a quien no deben. Allí donde el género exigía detenerse un poco más en algunas escenas -especialmente en la pelea final de los héroes contra decenas de policías del GEO armados hasta los dientes encabezados por ese Doomsday vuelto de la muerte que es el Cabeza de Tortuga- la película se conforma con una austeridad teatral, casi con alusiones minimalistas al combate decisivo.
Kryptonita es una enorme película que llegó a lo grande a un estreno en más de cien salas, mereciéndoselo a cada paso, que va a marcar un antes y un después para las posibilidades de un cine de género en Argentina, que brilla en cada uno de los factores técnicos, que muestra un laburo de equipo por arriba de cualquier narcisimo, que sólo transmite amor y respeto por la gran novela original de Oyola. Etcétera. Pero me moría de ganas de ir a festejar al Obelisco.
Pedro Perucca – @PedroP71
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