Cultura

12 noviembre, 2015

Constelaciones familiares

Astrónomos vascos, cuarta obra del director mexicano Adrián Pascoe, nace de las disposiciones basureras y lectoras que le han permitido encontrar historias interesantes aún en los despojos.

Por suerte, existe gente que mira la basura, los descartes, los restos de esta vida delirante en la megalópolis. El gran dramaturgo Mauricio Kartún gusta de repetir: “Tengo fascinación por la cosa vieja. Y la Ciudad también es cosa vieja. Está cargada de pátina, que no es más que el depósito de tiempo sobre un objeto, justamente donde radica lo bello: la suciedad, el roce, el desgaste. Para los que tenemos esa fascinación es como un poema. Uno la lee como si fuera un texto”.

Astrónomos vascos, cuarta obra del director mexicano Adrián Pascoe, nace precisamente gracias a una de estas disposiciones basureras y lectoras que le han permitido encontrar historias interesantes aún en los despojos. La historia comienza en un volquete del barrio de Balvanera, destino final de un par de cajas de diapositivas y algunos otros objetos familiares descartados en alguna limpieza radical.

Esa treintena de diapositivas, junto con un llavero, un señalador y una carta personal, se transforman en el material de investigación sobre el que trabajan en escena el personaje del astrónomo encarnado por Edgardo Ibañez y los dos investigadores españoles personificados por Karmen López Franco y Aitor Miguens Tellería. Los tres, de solventísimo desempeño en escena, van turnándose para extraer una historia de esas fotos, muchas veces borrosas o desencuadradas, personificando por turnos a cada uno de los retratados.

La investigación escénica va desentrañando la historia de una familia de pequeños industriales marplatenses de origen vasco que vuelve a la España franquista en un viaje de placer en los años 70. El objetivo del cruce transatlántico puede deberse meramente a la búsqueda de un reencuentro familiar, pero también puede esconder un motivo más dramático. Toda la obra gira en torno a ese agujero negro familiar que finalmente acaba haciendo que cada una de las piezas del rompecabezas caiga en su lugar.

Que la obra tenga por escenario el salón de conferencias del observatorio del Parque Centenario provee una justificación extra para los intermedios astronómicos con los que se van pautando la evolución dramática, entre cúmulos galácticos, constelaciones familiares y estrellas muertas que se convierten en agujeros de los que ni siquiera la luz tiene la fuerza para escapar.

Con El joven elefante (dramatización de la historia de Cristian Fritz, afectado por el síndrome de Proteo) y con Mi única fe (basada en la historia de Hatice, una estudiante turca de Ciencias Políticas que viene a la Argentina para trabajar sobre tu tesis comparativa entre Kemal Ataturk y Juan Domingo Perón), Pascoe puso eficientemente a prueba su hipótesis de que, bien mirada, toda historia puede ser interesante en términos dramáticos. En esta ocasión, sin embargo, decide ir aún más allá, jugando a desdibujar aún más los límites entre realidad y ficción, entre lo estrictamente documental y lo absolutamente ficcional.

Al fin y al cabo, ¿cuál sería la diferencia en términos dramatúrgicos si alguna de las diapositivas acabara siendo un perfecto trabajo de Photoshop o si la noticia sobre el destino de la fábrica familiar encontrada en Clarín fuera un invento? Está claro que las pátinas antiguas también se pueden simular. Hay falsificadores que consagran su vida precisamente a imitar cada uno de esas huellas que el paso del tiempo deja sobre los objetos de arte, sobreescribiendo su historia particular sobre las vetas de lo real, sin que se noten las costuras.

La reciente apuesta teatral de Pascoe, que marca una evolución interesante de su trabajo en el área del teatro documental, ha sido declarada bien cultural por la ciudad de Buenos Aires, en el marco del programa Mecenazgo, y cuenta con auspicios institucionales de la Embajada de México en Argentina y del Centro Cultural de España en Buenos Aires.

Pedro Perucca – @PedroP71

 

Ficha técnico artística

Texto: Adrián Pascoe

Actúan: Edgardo Ibañez, Karmen López Franco, Aitor Miguens Tellería

Música original: Ezequiel Arcidiacono

Asistencia de dirección: Bárbara Majnemer, Lorena Espíritu Santo

Dramaturgista: Javier Aparicio

Dirección: Adrián Pascoe

Duración: 80 minutos

 

 

Observatorio Astronómico de Parque Centenario

Burmeister y Finochietto – Capital Federal

Entrada: $ 100,00 ($ 80,00 para socios del Observatorio)

Sábados de noviembre a las 21:30 hs

 

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