11 noviembre, 2015
El miércoles se queda corto: Nómade
En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. Por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Nómade, de Pablo Trapero.

En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. La realidad es que no hace falta tanto tiempo para ver qué historias tienen para contar realizadores de todo el mundo y por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Nómade, de Pablo Trapero
“No hay hechos, hay interpretaciones”. La Conquista del Desierto, sabemos, es un hecho. Lo que se desprende de él depende del lugar desde donde nos paremos a analizarlo. Se realizan las más variadas interpretaciones. Están las más conservadoras, las que sostienen que de no haber existido una suerte de camaradería ilustrada que se anime a esos vastos y salvajes territorios, hoy ni siquiera existiríamos como país. Están, desde luego, las posiciones más progresistas que se lanzan en una suerte de aventura revisionista a criticar el genocidio sarmientino perpretado por el ejército roquista en pos de una reivindicación de nuestros pueblos originarios. Por fuera de todo eso, las interpretaciones. Y en este caso, las interpretaciones de las interpretaciones.
Dos indios ranqueles están sentados en un pastizal abrigándose del viento sureño. Alrededor de ellos, sólo yuyos y algún caballo vigilando el horizonte. Su paz es interrumpida por un oficial del virreinato que les informa de la urgencia de una pronta reunión diplomática. “Diplomática”. El propio soldado civilizado se extraña del término y balbucea. El director canta el corte y el equipo técnico se relaja y entra a cuadro. Una asistente se acerca a Mike Amigorena, que interpreta al diplomático criollo, y le entrega su teléfono celular. Algunos ayudantes de producción se ocupan torpemente de los tobas. Amigorena intenta encauzar el guión para que resulte “más orgánico”.
Trapero acerca este cortometraje a las 25 historias que componen el conjunto de obras realizadas por aclamados directores y directoras argentinos con motivo del bicentenario cumplido allá por 2010. Martel, Celina Murga, el propio Leonardo Favio y Lucía Puenzo son tan sólo algunos de los realizadores encargados de totalizar una iconografía patria acorde a los tiempos que corren.
Es curioso este retrato que compone el director de El Clan. En un plano secuencia de la nada despreciable cantidad de diez minutos (su recurso más prolífico y reconocible, aunque a veces excesivo -tal no es el caso-), Trapero realiza un ejercicio de cine dentro del cine.
Dando inicio el relato en la historia de unos indios toba, desde su propio punto de vista, el curso se quiebra para pasar a la vida de los intérpretes de la película que se estaba filmando. Amigorena, al necesitar señal para su celular, es dirigido por uno de los lugareños (también actor de la película que están realizando) a un kiosco a unos cuantos metros de la inhóspita locación. En un corto viaje en motocicleta por el pueblo, vemos cómo interactúan el actor (palermitano por excelencia) con el lugareño (claro descendiente de los tobas aniquilados por la civilización).
Allí el diálogo abunda de señalamientos históricos por parte del local al ilustrado capitalino, remarcando los groseros errores históricos del guión (por ejemplo, él debe interpretar a indios ranqueles siendo parte de una comunidad Toba).
Lo verdaderamente destacable del corto es el enfoque desde el que parte la cámara. En primera instancia amaga con adquirir un camino al estilo telúrico de Lisandro Alonso, preparando al espectador a zambullirse en esa (para algunos tediosa) experiencia. Al relajar la atmósfera tras la aparición de Amigorena y volver a tensionarlo tras su inesperada partida, deja en evidencia la plena identificación con la ilustración porteña ya conocida. Y es el quiebre del final el que cierra el círculo hermenéutico al que nos afronta Trapero, muy hábilmente.
En un presente en el que la continuidad histórica lejos de ser un elemento analítico debe ser utilizada como metodología transformadora, Nómade constata la rivalidad del puerto con el interior; la civilización y la barbarie; el otro y nosotros. La cámara y el objeto. La tierra a conquistar y el cielo abnegado.
Iván Soler – @vansoler
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