Cultura

4 noviembre, 2015

El miércoles se queda corto: Hitori

En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. Por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Hitori, de Raymond Carr.

En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. La realidad es que no hace falta tanto tiempo para ver qué historias tienen para contar realizadores de todo el mundo y por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Hitori, de Raymond Carr.

El teatro negro no es un tipo de representación del arte que se haya combinado con el cine de manera frecuente, sobre todo en los últimos años. Mucho menos si lo pensamos en la forma que el director Raymond Carr lo ha hecho con títeres en Hitori, su particular historia contada en forma de cortometraje.

Un pequeño títere se lanza a una búsqueda en un territorio hostil. Atravesando bosques, lagos y diferentes tipos de obstáculos, el pequeño héroe intenta avanzar por sobre lo que se le interponga. El reto se endurece cuando un pequeño perro del que se hace amigo se mete en problemas.

Sin dudas el fuerte de esta historia estructurada de una forma bastante tradicional es la sombría y soberbia puesta en escena: protagonizada por un pequeño muñeco (sin rostro), un escenario conformado por ocho personas cuyo cuerpo está enteramente escondido en una malla de lycra negra, una historia que se desarrolla en blanco y negro y de manera completamente muda.

Filmada sobre chroma (pantalla verde), la escenografía es una coreografía constante de estos actores a la vieja manera del teatro negro de Praga. Mediante efectos especiales, repiten su aparición para representar con movimientos diferentes decorados, ya sean árboles, montañas o el propio océano.

Obstáculo tras obstáculo nuestro pálido protagonista es el que tiene que pasar en total soledad. Cuando por fin parece encontrar compañía en un pequeño perrito, cual ataque de celos el propio ambiente intentará separarlos.

El gran desafío que se propuso a sí mismo Carr, el director, fue que el público lograra identificarse con las peripecias de un protagonista que, además de ser un muñeco, ni siquiera posea un rostro para transmitir cualquier tipo de gestualidad.

Todo en Hitori posee humanidad: el decorado, las superficies, los cielos. Lo único propiamente artificial es el protagonista por el cual, irónicamente, el espectador se preocupa que viva o corra el riesgo de morir. Este tipo de suceso llevó al cortometraje a recorrer numerosos festivales que legitimaron lo original de la propuesta. Todo un mérito para nuestro pequeño amigo.

Iván Soler – @vansoler

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas