África

29 octubre, 2015

Movimientos estudiantiles en Sudáfrica y la pugna entre lo público y lo privado

La investigadora argentina Laura Efron se encuentra en Sudáfrica, trabajando en el Center for African Studies de la University of Cape Town. Desde allí analiza las movilizaciones masivas por la educación universitaria pública y gratuita que se están desarrollando en el país africano.

Por Laura Efron, desde Ciudad del Cabo. Habiendo estudiado en argentina, la universidad pública es un espacio en el cual pueden ingresar y participar todas aquellas personas que quieran hacerlo. Es una institución que depende del Estado y no de sectores privados, por lo que no se orienta al lucro sino a la promoción de la educación. Significa que es un espacio de y para todos. Todavía recuerdo aquel día en el que aun siendo una estudiante de secundaria, decidí ir a ver clases en la universidad para decidir qué estudiar. Ese momento en el que ingresé al edificio, busqué el aula y me senté junto a los otros estudiantes, sin que nadie me preguntara qué hacía allí, me hizo comprender lo que significa contar con universidades públicas en Argentina.

Universidades públicas no pareciera significar lo mismo en otras partes del mundo. Por lo menos, no significa lo mismo en Sudáfrica. Siendo un país que sufrió la segregación y explotación racial durante el período del apartheid (1948-1994), el ascenso al poder de Nelson Mandela en 1994 abrió una nueva etapa en la que los derechos debían ser iguales para todos, sin importar color, ni clase. Por ende, el viejo sistema educativo que enseñaba contenidos diferentes para los distintos sectores de la población según las clasificaciones raciales impuestas por el Estado, debía ser transformado en uno democrático.

Educación igualitaria. Educación de y para todos. Las antiguas instituciones educativas abrieron sus puertas a los distintos sectores de la población. Escuelas y universidades comenzaron a enseñar “a todos por igual”.

Si bien es cierto que tales instituciones comenzaron a democratizarse en términos raciales, las condiciones de clase siguieron restringiendo el acceso a la educación de los sectores más pobres del país, que en su gran mayoría son negros. Por lo tanto, aun cuando los derechos políticos sí se ampliaron a partir de 1994, la vida cotidiana y las condiciones materiales de una gran mayoría de la población no se vieron transformadas desde entonces.

El gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés) ha intentado saldar esas brechas en el ámbito educativo a partir del desarrollo de acciones positivas. Se promovieron instancias de ayuda económica y becas para estudiantes según su color y condición de clase. Sin embargo, aun cuando tales medidas incentivaron el ingreso de algunos sectores desfavorecidos al ámbito educativo -y por ende posibilidades para su ascenso social- ello no implicó un cuestionamiento profundo de las estructuras institucionales, por lo que los problemas de exclusión siguieron vigentes.

Ante este contexto, surge la pregunta de si las universidades sudafricanas son públicas o no y de cómo definir tal concepto. ¿Qué significa que las universidades sean públicas en Sudáfrica? Eso fue lo que me pregunté yo al ver que los estudiantes aun deben (auto)definirse racialmente para conseguir ayuda económica para pagar sus estudios.

Desde mi experiencia, parecía obvio que la educación estatal era pública (y gratuita). Evidentemente, daba por sentado que ese derecho que tenemos los argentinos -desde la Reforma Universitaria de 1918 y la declaración de gratuidad en 1949-, también lo tienen los sudafricanos. Pero no. Los estudiantes sudafricanos deben completar formularios en donde se les pregunta por su “origen racial” para así poder conseguir ayuda económica. Sin ella, en general deben pagar, aproximadamente, entre 30 mil y 50 mil pesos por año, por lo que estudiar se vuelve un privilegio de clase.

En el transcurso de los últimos diez años los estudiantes han comenzado a cuestionar el incremento de los aranceles universitarios. Sin embargo, tanto el Estado como las instituciones educativas hicieron oídos sordos ante tales reclamos esporádicos. La intensidad de los mismos aumentó exponencialmente en las últimas dos semanas en las que los estudiantes de las 24 universidades públicas del país tomaron los edificios administrativos de sus respectivas instituciones, organizaron asambleas multitudinarias, marcharon en las calles y llenaron las redes sociales de fotos y consignas de lucha.

Las reacciones del gobierno no se hicieron esperar: inicialmente, rechazo y represión. La policía entró en las universidades por pedido de las autoridades -quienes iniciaron cargos judiciales contra los jóvenes- usó gas pimienta y balas de goma, golpeó y arrestó estudiantes. Sin embargo, ante años de espera y acumulación de malestares, tales medidas no hicieron más que promover el aumento del apoyo a los movimientos estudiantiles.

Dos semanas de conflictos, de aumento de la violencia y de la participación popular, de persistencia de las movilizaciones a nivel nacional y de diseminación de las noticias a nivel internacional, llevaron al presidente Jacob Zuma a llamar al diálogo. El viernes 23 de octubre, autoridades universitarias, líderes de organizaciones estudiantiles y miembros del gabinete de gobierno debatieron las posibilidades de implementar un sistema de educación terciaria gratuito.

El acuerdo firmado en Pretoria comprometió a las universidades a no aumentar los aranceles durante 2016 y al Estado a organizar una comisión para generar proyectos en pos de la transformación del sistema a largo plazo. Claramente, tales medidas no fueron satisfactorias para los jóvenes, quienes siguen reclamando por un compromiso real en pos de la transformación y descolonización del sistema universitario.

La pugna de fuerzas pareciera tender a la alianza entre las autoridades universitarias y el Estado por un lado y los estudiantes junto a los trabajadores universitarios por el otro. Si la universidad es pública, de y para todos, la gran pregunta que surge es ¿por qué defiende su institucionalidad en términos privados? ¿Por qué recurre a la policía para reprimir a los estudiantes en vez de fomentar el diálogo y proteger a los jóvenes de la represión? ¿Por qué se alía con un jefe de Estado cuya legitimidad es cuestionada ampliamente y define al accionar estudiantil como ilegitimo? Si bien en algunos casos las autoridades comenzaron a fomentar el diálogo y a flexibilizar sus posiciones, éstos continúan siendo minoritarios.

Y entonces, me vuelvo a preguntar… ¿qué significa que la universidad sea pública en Sudáfrica? Claramente, tal definición comienza a ser puesta en tela de juicio. Las respuestas se harán esperar. Pero mientras los estudiantes sigan poniendo el dedo en la llaga, las posibilidades de seguir leyendo la experiencia sudafricana como una experiencia de democratización exitosa, serán cada vez menores.

Para más información: #FeesMustFall

* Integrante de la sección Interdisciplinaria de estudios de Asia y África de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y del Center for African Studies (University of Cape Town)

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