Cultura

19 octubre, 2015

Kasa tomada

A 17 años del estreno de su primer episodio, Okupas se mantiene como toda una rareza en la televisión argentina. Legado del (entonces) Nuevo Cine Argentino, el producto salido de la cabeza de Bruno Stagnaro aún permanece vigente.

A 17 años del estreno de su primer episodio, Okupas se mantiene como toda una rareza en la televisión argentina. Legado del (entonces) Nuevo Cine Argentino, el producto salido de la cabeza de Bruno Stagnaro aún permanece vigente a través del boca a boca de la legión de fanáticos que dejó desperdigada la historia de Ricardo, el ‘Chiqui’, el ‘Pollo’ y tantos otros enigmáticos personajes de las calles de Buenos Aires.

Entre servilletas y a contrarreloj fue escrito el último episodio de la serie, grabado bajo una lluvia colosal y tras 25 horas de rodaje. Esto habla bastante del modo completamente impropio de la televisión en el que se produjo Okupas, quizá la tira televisiva que más habla sobre una época en nuestro país.

Bruno Stagnaro, su director e ideólogo, sellaba a mano y en pleno rodaje el destino de sus personajes -esos pintorescos seres de la vida cotidiana porteña- casi desafiando la forma de producción de ese monstruo que es la televisión que, casi como forma de supervivencia, se lleva por delante cualquier atisbo de creatividad a fuerza de optimización del tiempo y las ganancias. Un poco eso fue Okupas, un producto creado entre la azarosidad y la aventura en medio de la debacle neoliberal de los 90.

Ricardo es un pibe de clase media que se cansa de la rutina y se mete a vivir en la casona de una tía. A cambio, recibe cinco mandamientos que son clave: no quilombo, no drogas, no música fuerte, chicas con discreción y no meter a nadie a la casa. No pasa mucho tiempo antes de que, con la llegada de su amigo el Pollo, los problemas surjan y una dinámica de grupo (tras la aparición de Walter, ‘Chiqui’ y ‘Seve’) se vaya forjando. En el medio, música de los Stone, una violencia que se impregna en el aire y la problemática de la droga captada con un ojo sensible más que estigmatizante.

Tras ver la exitosa Pizza, Birra y Faso de Israel Caetano y el propio Stagnaro, Claudio Villarruel se contactó con Bruno y le preguntó si tenía alguna intención de meter una historia de ese estilo en la pantalla chica. Ni lento ni perezoso, el joven director le mostró una historia contenida en una escueta hoja. Poco tiempo pasó antes de que el propio Marcelo Tinelli (influenciado por su ex esposa, Paula Robles) se interesara en invertir, a través de Ideas del Sur, en el producto (un poco también para saldar una deuda que tenía con el COMFER) y pudiera así llegar a la pantalla del entonces Canal 7. Los márgenes de la ciudad desembarcaban en los márgenes de la televisión.

No es secreta la fórmula probable por la cual Okupas se ganó un espacio en la historia grande de la televisión argentina. En un momento en el que las cámaras se escondían en los artificiosos decorados de estudios hiperiluminados, Bruno Stagnaro, fiel a la impronta neorrealista del Nuevo Cine Argentino, sacaba las cámaras a la calle. El inconfundible aroma de las llantas quemadas de un movimiento piquetero en auge por esa época impregnaba la historia de estos jóvenes que vivían la de millones de otros jóvenes argentinos antes de la rebelión popular de 2001: el derecho a la propiedad privada por encima del derecho a la vivienda, la desocupación que avanzaba a pasos agigantados y un Estado que en lugar de darle respuesta a sus necesidades, los reprimía.

Los planos que originan todo en “Los cinco mandamientos”, el primer capítulo, son elocuentes: policías con armas en la mano impacientes por abrir fuego, detrás de un abogado que lee la orden judicial de desalojar a quien se encuentre dentro de una vivienda del barrio de Congreso. Argentina se metía en la cámara de Stagnaro y quedaba impresa por siempre en una serie que, con tan sólo 11 capítulos emitidos entre octubre y diciembre del año 2000, contaría mejor que cualquier medio lo que ocurría en esos días en los que agonizaba el neoliberalismo en nuestro país.

Iván Soler – @vansoler

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