6 octubre, 2015
Henning Mankell o cómo escribir siempre desde la perspectiva de la vida
Este lunes falleció el mayor referente de la novela policial sueca. El escritor y autor teatral, además de desnudar la oscuridad de su engañosamente idílico país, fue siempre un activista comprometido con la lucha contra la opresión y la discriminación en el mundo. La lucha contra el apartheid, contra el SIDA y la pobreza en Mozambique y a favor de la causa palestina marcaron su vida.

La editorial sueca Leopard, responsable de la publicación en lengua original de la obra del pope de la novela policial nórdica, Henning Mankell, confirmó este lunes la noticia del fallecimiento del escritor, afectado por un cáncer que le había sido diagnosticado hace casi dos años.
Henning Mankell nació en febrero de 1948 en Estocolmo, aunque se crió en las localidades suecas de Sveg y Borås. En su adolescencia vivió en París, ciudad a la que regresó en 1968 para participar de las movilizaciones del famoso Mayo Francés. Luego de instalarse por una temporada en Noruega, donde estuvo cercano al maoísmo, regresó a Suecia para colaborar con el Teatro Nacional de su ciudad natal, primero como actor y al poco tiempo como autor de una obra. Durante toda su vida la producción teatral y la literatura infantil fueron otros de los ejes de su actividad, más allá de su consagración como novelista.
La novela negra sueca nace en los años 60 de la mano de la pareja de escritores comunistas Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que con el personaje del inspector Martin Beck abrieron camino a una nueva camada de jóvenes cultores del género detectivesco. El policial negro sueco reflejó más claramente las nuevas preocupaciones sociales luego del asesinato del primer ministro progresista Olof Palme en 1986.
La consagración mundial de Mankell como referente del policial negro fue gracias al personaje del detective Kurt Wallander, que apareció por primera vez en Asesinos sin rostro (1991), novela que ya aborda los conflictos de la inmigración que hoy estallan en Europa. La historia de este típico antihéroe se extendió a lo largo de 11 novelas (12, si se cuenta la última, Antes que hiele, de 2002, en la que aparece como personaje secundario, pasándole la posta a su hija), que llegaron a vender más de 40 millones de ejemplares a nivel mundial.
Las historias del detective fueron llevadas a la televisión primero en Suecia y luego en la BBC, que produjo una versión en inglés protagonizada por Kenneth Branagh. Además de la apasionante saga del sombrío policía, Mankell también publicó otra decena de novelas, entre las que destacan El retorno del profesor de baile (2000), Zapatos italianos (2006) y El chino (2008).
Las novelas de Mankell fueron las responsables de develar las contradicciones profundas del estado más poblado de Escandinavia, que a los ojos del mundo aparecía como la prueba irrefutable de los méritos del Estado de bienestar, ejemplo de progreso, racionalidad y eficiencia. Pero Mankell mostró que el aburrimiento no era el único problema en ese supuesta utopía helada. Corrupción institucional, violencia de género, asesinatos salvajes, crímenes racistas y estupidez burocrática fueron desnudados en sus novelas, mayormente situadas en la región de Escania, granero del país, históricamente disputada por daneses y suecos.
Pero además de legar a la literatura locaciones hasta el momento inhabituales para la novela negra (como los nevados paisajes de la pequeña ciudad de Ystad y sus alrededores o el puerto de Malmö y sus flotillas arenqueras), Mankell también supo incorporar muchas de sus preocupaciones como activista político de izquierda a sus textos. Así aparecen recurrentemente en sus trabajos escenarios africanos que también supo conocer íntimamente.
Aunque ya conocía el continente africano por diversos viajes desde principios de la década, a poco de la independencia de Mozambique, en 1975, decide aceptar la invitación de la directora teatral Manuela Sueiro para dirigir el teatro Avenida, de la ciudad de Maputo. Desde entonces Mankell pasó mitad de cada año en África y su compromiso con los problemas de la región se vio reflejado tanto en sus novelas como en múltiples iniciativas políticas y sociales que impulsó sobre temas como la lucha contra el apartheid, la pobreza y el flagelo del SIDA.
También la causa palestina pudo contarlo entre sus más inclaudicables defensores. En 2009 viajó junto a su esposa Eva Bergman (hija del cineasta sueco Ingmar) al festival literario PalFest, que iba a realizarse en las ciudades de Jerusalen, Belén, Jenin, Hebrón y Ramallah, clausurado en su apertura y cierre por orden de la justicia israelí. En
2010 Mankell decidió cancelar compromisos de la gira promocional de su reciente novela El hombre inquieto para integrar el grupo de intelectuales que acompañó a la “Flotilla Libertad” en su valiente intento de romper por mar el bloqueo israelí contra la franja de Gaza. Mankell se encontraba a bordo del buque Mavi Marmara y fue detenido después del brutal abordaje de la milicia israelí.
Mankell fue durante muchos años el mascarón de proa de un novedoso revival del policial negro, que dio pie a que se difundan a nivel mundial los trabajos de diversos escritores y escritoras nórdicas, tales como los también suecos Stieg Larsson (creador de la famosa saga Millenium), Camilla Läckberg (conocida como “la reina de la novela negra“) o Mari Jungstedt; los noruegos Anne Holt, Jo Nesbø y Karin Fossum; los daneses Peter Høeg, Inger Wolf y Jussi Adler-Olsen y hasta la rareza del islandés Arnaldur Indridason, responsable de una gran saga policial en un país con índices de asesinatos casi inexistentes.
A principios de 2014 le diagnosticaron cáncer de pulmón y el escritor tuvo la valentía de relatar su experiencia en diversos artículos e incluso indirectamente en su último libro, la novela semiautobiográfica Arenas movedizas, en la que recorre su vida a través del recuerdo de los hitos que marcaron su existencia personal, colectiva y literaria. Según contó en su momento, la elaboración del libro le sirvió para mejor afrontar la enfermedad: “Puede que no me atreviera a pensar en el futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la infancia”.
En la carta pública en la que informó sobre su diagnóstico escribió: “Apenas me dieron la noticia, a principios de año, mi primer impulso era ya escribir sobre ello. En última instancia, escribir sobre el dolor y sobre el sufrimiento que aqueja a tantas personas es lo que siempre he hecho, lo que mejor se me da. Me he decidido a escribir tal y como es. Si la batalla difícil, siempre lo es. Pero voy a escribir desde la perspectiva de la vida, no de la muerte”.
Pedro Perucca – @PedroP71
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