África

14 agosto, 2015

Tres meses para derrotar a Boko Haram

Esa fue la exigencia dell presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, a los nuevos jefes militares del país. El ultimátum se produjo en el marco de la ceremonia de juramento de los altos cargos, que habían sido nombrados en julio.

El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, exigió el pasado 13 de agosto a los nuevos jefes militares del país que derroten a la guerrila salafista Boko Haram en los próximos tres meses. El ultimátum se produjo en el marco de la ceremonia de juramento de los altos cargos, que habían sido nombrados en julio.

Desde la aparición en escena del batallón internacional conformado por soldados de Nigeria, Camerún, Chad, Níger y Benín, Boko Haram -ahora denominado “Provincia de África Occidental del Estado Islámico”, desde su ingreso a las huestes de Abu Bakr Al-Baghdadi- sufrió un fuerte retroceso que lo redujo prácticamente a su mínima expresión. Actualmente, el grupo armado controla solamente algunas zonas del bosque de Sambisa, su tradicional base de operaciones.

Sin embargo, más allá de la pérdida de poder territorial, los ataques suicidas aumentaron desde la asunción de Buhari, a fines de mayo. El más reciente ocurrió el pasado 11 de agosto y causó al menos 47 víctimas fatales en Sabon Gari, una ciudad del Estado de Borno, en el noreste del país.

La estrategia de la cercanía

Buhari, que es norteño y musulmán, anunció como primera medida luego de asumir la presidencia que mudaría los cuarteles generales del ejército desde la capital, Abuja, en el centro del país, hacia Maiduguri, 800 kilómetros al noreste y en el Estado de Borno, epicentro del conflicto. Esta decisión fue el inicio de una serie de cambios en la táctica de combate contra Boko Haram, con el foco puesto en la reducción del conflicto a su zona de desarrollo, de tal manera de evitar que se extienda a las regiones del sur del país -las más importantes económicamente, ya que concentran las reservas de petróleo y las plantaciones de palma aceitera-.

La última medida fue el nombramiento de dos hombres del noreste en los principales puestos militares: Tukur Yusuf Baratai como comandante en jefe del ejército y Babagana Monguno como ministro de Seguridad Nacional. Ellos fueron quienes, al jurar en sus cargos, recibieron la exigencia presidencial de finalizar el conflicto a más tardar en noviembre.

¿Éxito militar o guerra psicológica?

Recientemente el presidente de Chad, Idriss Déby, anunció que Boko Haram estaba “descabezado”, ya que su líder Abubakar Shekau había sido asesinado en un ataque áereo, o había huido de Nigeria. En la misma declaración dijo que, si bien “antes era un ejército con unos medios extraordinarios”, hoy solo es “un pequeño grupo esparcido por las islas del lago Chad y el noreste de Nigeria”. También afirmó que el supuesto nuevo jefe del grupo, “un tal Mahamat Daoud”, había pedido negociar con el gobierno de Buhari.

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Muhammadu Buhari e Idriss Déby, presidentes de Nigeria y Chad.

Ahora bien, ¿puede haberse producido semejante avance militar en tan poco tiempo? Según estimaciones de Amnistía Internacional, Boko Haram contaba a principios de 2015 con al menos 15 mil combatientes y una importante base de apoyo civil en las regiones pobres del norte del país. Su reciente filiación oficial con el poderoso Estado Islámico invita a pensar que sus fuentes de financiación no pueden ser escasas.

La elección de Mohammed Buhari para la presidencia, en reemplazo del cristiano y sureño Goodluck Jonathan, probablemente haya minado la hegemonía ideológica entre los civiles del norte de Boko Haram. A diferencia de Jonathan, Buhari no rechaza la existencia de la Sharia, ley islámica, como principal fuente legislativa y pedagógica en las regiones musulmanas, y esa exigencia es justamente la columna vertebral del grupo armado (“Boko Haram” significa “prohibida la educación occidental” en idioma hausa).

Es un hecho que el ejército nigeriano, con el apoyo de las tropas de países vecinos, supera ampliamente en número a sus enemigos. La mudanza de los cuarteles y el nombramiento de nuevos jefes militares por parte del gobierno apunta a eliminar la ventaja con la que contaban los salafistas: el conocimiento del terreno. El cambio de estrategia de Boko Haram, que redujo las acciones de toma de ciudades para focalizarse en los ataques suicidas, indica por sí mismo una reducción del poderío territorial.

La situación, entonces, está dada para una derrota en el mediano plazo, o al menos para un retroceso definitivo. Sin embargo, parece poco probable que una fuerza con probada experiencia militar y, aún hoy, amplio apoyo territorial, pueda ser eliminada en pocos meses. Las declaraciones de Déby a la prensa y la exigencia de Buhari a sus mandos militares, apuntan más a otro punto de la nueva estrategia, la guerra psicológica, que a un verdadero estado de situación del conflicto.

La realidad del norte de Nigeria, de cualquier manera, dio un importante giro y podría significar, más allá de los plazos puestos por los gobernantes, la primera gran victoria sobre el extremismo salafista.

Nicolás Zyssholtz – @likasisol

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