10 agosto, 2015
El ingreso de Turquía a la guerra siria aleja las posibilidades de paz
La decisión del gobierno de Recep Erdogan de “combatir al Estado Islámico” se tradujo en una serie de ataques contra posiciones kurdas en Siria e Irak. La presencia de la potencia regional podría no debilitar, sino fortalecer, al grupo salafista.

La decisión del gobierno de Recep Erdogan de “combatir al Estado Islámico” se tradujo en una serie de ataques contra posiciones kurdas en Siria e Irak. La presencia de la potencia regional podría no debilitar, sino fortalecer, al grupo salafista.
El pasado 27 de julio se hizo público un acuerdo entre Estados Unidos y su socio en la OTAN, Turquía, que permitirá que el ejército norteamericano utilice la base militar de Incirlik, situada a menos de 200 kilómetros en línea recta de la ciudad siria de Alepo. Las fuerzas armadas turcas, en tanto, formalizaron su ingreso a la guerra contra el Estado Islámico. “No queremos verlos cerca de nuestras fronteras”, aseguró el primer ministro Ahmet Davutoglu.
Este anuncio llegó una semana después del atentado en la pequeña ciudad de Suruç, del lado turco de la frontera con Siria, que dejó como saldo al menos 32 muertos. El ataque tuvo como objetivo a miembros del Partido Socialista de los Oprimidos (ESP, por sus siglas en turco), un grupo de izquierda que se disponía a dar una conferencia de prensa referida a su participación en las tareas de reconstrucción de la ciudad siria de Kobane, sitiada por más de cuatro meses por el Estado Islámico.
A pesar de que el grupo salafista asumió la responsabilidad por la bomba y las declaraciones de Davutoglu, los primeros ataques aéreos turcos tuvieron como objetivo las posiciones del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), en el norte de Irak y Siria.
El gobierno de Recep Tayyip Erdogan busca así detener el avance de las fuerzas kurdas, que recientemente recuperaron el control de la ciudad de Serrín, en la ribera del río Éufrates. El peligro latente para Turquía es que el PKK, junto con otros grupos kurdos, logre controlar totalmente sus zonas de influencia en Siria e Irak y busque ampliar la lucha más allá de la frontera turca, donde viven 20 millones de kurdos cuya cultura ha sido históricamente oprimida.
Una guerra más atomizada
Estados Unidos busca apuntalar a la llamada Coalición Nacional Siria, de tendencia moderada, para que logre derrotar tanto a las fuerzas del gobierno de Bashar Al-Assad como a las del Estado Islámico. Sin embargo, los más efectivos en esta lucha fueron hasta el momento los kurdos. Fueron kurdos quienes resistieron el asedio de Kobane durante 134 días, y fueron también kurdos quienes lograron avanzar en diversas posiciones en el norte del país.
El gobierno de Barack Obama respaldó con bombardeos aéreos los ataques terrestres de fuerzas kurdas, aunque siempre expresó rechazo hacia el PKK. Sin embargo, Erdogan no hace diferencias: el PKK es el enemigo principal, pero otros grupos como el PYD sirio son igualmente atacados.
De esta manera, una nueva potencia ingresa al marco de la guerra civil, con la mira puesta en un lugar diferente. Así, el acuerdo que fue celebrado como un posible cambio de viento en la lucha contra el Estado Islámico, puede terminar fortaleciéndolo. El debilitamiento de las fuerzas kurdas sería una fantástica noticia para las huestes de Aboubakar Al-Baghdadi.
En términos estratégicos, el ingreso de Turquía asegura que el conflicto no se extienda hacia el oeste más allá de la frontera siria; sin embargo, para la estabilidad de la región, esta presencia puede hacer que la paz, ya de por sí improbable, puede haber quedado un poco más lejos.
Nicolás Zyssholtz – @likasisol
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