5 agosto, 2015
La Nación contra el feminismo, a dos meses del #NiUnaMenos
Por María Paula García. Un artículo publicado por Gonzalo Garcés en el diario fundado por Bartolomé Mitre pretende, a través de un crítica al feminismo radical, denostar los reclamos del pasado 3 de junio y atacar al feminismo de conjunto.

Por María Paula García. Un artículo publicado por Gonzalo Garcés en el diario fundado por Bartolomé Mitre pretende, a través de un crítica al feminismo radical, denostar los reclamos del pasado 3 de junio y atacar al feminismo de conjunto.
Se cumplieron dos meses de la histórica movilización del #NiUnaMenos y diferentes medios de comunicación lo recordaron. La mayoría a través de artículos de opinión en los cuales se analiza qué cambió el 3 de junio y cuáles son los desafíos pendientes. Un solo medio publicó un artículo que, bajo la apariencia de pretender expresar un análisis y abrir una reflexión, pone en discusión las razones mismas de la movilización.
Se trata de del ensayo titulado Crítica al feminismo radical, después de #NiUnaMenos, de Gonzalo Garcés, donde ya la bajada deja bien en claro la pretensión del autor: distinguir cierto sectarismo feminista del reclamo masivo y necesario contra los asesinatos de mujeres.
El ensayo en sí no tiene ninguna originalidad. El feminismo es heterogéneo y plural desde su nacimiento. Y aunque Garcés afirme que critica al feminismo radical, en realidad lo que claramente critica es la raíz misma que comparten los feminismos más allá de su diversidad: la lucha para que la diferencia sexual no se convierta en desigualdad social, para decirlo en palabras de la antropóloga feminista mexicana Marta Lamas. Eso es lo que incomoda y genera resistencias.
Obviamente que los feminismos no están exentos de contradicciones, límites, errores y cuestiones que revisar. Pero el autor -quien además ha afirmado que la era patriarcal ya terminó– no tiene la intención de aportar en ese sentido sino más bien de fundamentar por qué el feminismo no tendría ya razón de ser.
Sabiendo que el sumario de un medio masivo y empresarial de comunicación tiene siempre una intencionalidad política, más interesante que ponerse a defender las banderas del feminismo tal vez sea preguntarse por qué el diario La Nación publica este ensayo a dos meses de la multitudinaria convocatoria, a quién pretende interpelar, qué propósitos persigue.
Contra la violencia de género sí, pero hasta ahí
A La Nación le sirve el ensayo de Garcés porque capta una cuestión esencial del 3 de junio. Como escribió en Notas María Florencia Alcaraz, una de las periodistas organizadoras de la iniciativa, al #NiUnaMenos no lo parieron ni el Twitter ni los personajes oportunistas que se sacaron la foto con el cartelito: lo parió el feminismo y la larga lucha del movimiento de mujeres.
Fue el fruto de una dura batalla contra los mitos fuertemente instalados sobre la violencia de género, contra la idea del crimen pasional y el problema del loquito enfermo, por instalar que la mayor inseguridad la viven las mujeres puertas adentro y de la mano de novios, maridos y ex parejas, acompañando a las familias en su pedido de justicia.
Lejos de ser “un relato del feminismo”, se expresó un importante carácter político: del rechazo a los femicidios y de la exigencia de que se cumplan las leyes vigentes, se extendió mucho más allá, abordando todo tipo de violencia de género incluso en un plano de batalla cultural.
Se evidenció una clara comprensión de que a las mujeres las matan por ser mujeres; que las muertes de mujeres y la violencia más en general no son problemas individuales sino sociales en los cuales hay responsabilidades políticas; que existen múltiples formas de violencia de género. Los grandes cuestionados de la jornada fueron el Estado, fundamentalmente el Poder Ejecutivo y el Judicial, y la política argentina en su conjunto.
Mal que le pese a La Nación, la jornada tuvo elementos de lo mejor del feminismo radical, aquel que planteaba que “lo personal es político”. Puso el foco en los femicidios, cacheteó al machismo y atacó a la violencia politizando el amor: no se mata por amor; el que ama no maltrata, no humilla, no asesina.
Garcés podrá decir que la era del patriarcado terminó y deslizar que el feminismo entonces no tiene razón de ser. Puede decir lo que quiera, pero la realidad fue más allá del debate académico / ideológico: se hizo feminismo popular en las calles.
Y eso es precisamente lo peligroso: no sea cosa que las mujeres decidan ir más allá y, de empezar a criticar la violencia tomen conciencia de la urgencia de legalizar la interrupción voluntaria del embarazo o de que una vida libre de violencia es también empoderarse, liberar los deseos, enfocarse en el placer y exigir mayores niveles de autonomía social, política y económica. Es mejor no exagerar.
Contra la violencia estamos todas y todos de acuerdo. Pero hasta ahí. Ojo con que las mujeres lleguen a pensar que el feminismo no es mala palabra y que, sin temor a caer en la radicalidad, lo tomen como una herramienta de liberación.
La irresponsabilidad de negar la realidad
Como poder decir cada autor tiene derecho a decir lo que quiera. Siempre habrá algún medio dispuesto a garantizarlo y una pretendida academia que legitima realizar ensayos de lo que a cualquiera se le ocurra.
Como comunicadores hay que preguntarse cuál es la responsabilidad y cuál es el límite. Y desde este punto de vista, las volteretas que da el artículo para terminar poniendo en discusión los femicidios es de una irresponsabilidad inmensa.
Garcés afirma que “según el portal Datosmacro.com, en Argentina el 83,6% de los asesinados son hombres y sólo el 16,4% mujeres. Pero no por sus parejas o ex parejas”.
Una de las denuncias del 3 de junio fue justamente la ausencia de estadísticas oficiales sobre femicidios en nuestro país. Si sabemos que sólo en 2014 ocurrieron 277 femicidios, lo sabemos gracias al trabajo de una asociación civil, La Casa del Encuentro. Afortunadamente después de la movilización se han creado dos registros, uno de la Secretaria de DDHH de la Nación, otro de la Corte Suprema de Justicia.
Desconociendo estas cuestiones, Garcés recurre a Datosmacro.com, un portal español que desde ya no incorpora la perspectiva de género en sus trabajos estadísticos. Pero además se pregunta: «¿En qué sentido esto sería una ventaja para los hombres? ¿Es un privilegio ser asesinado por un cuñado, un vecino o un amigo, en vez de serlo por un novio? La pregunta es: ¿la violencia contra mujeres es una violencia diferente, con móviles diferentes a las demás?”.
La respuesta es sí Garcés: el término femicidio es político, denuncia la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista y es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad. El femicida se arroga nada menos que el privilegio de terminar con la vida de la mujer y lo hace como punto máximo de una larga cadena de privilegios que ha tenido mientras ella vivía: controlarla, someterla, humillarla, golpearla.
Cuando las feministas utilizan el término femicidio no lo hacen para hacer de las mujeres víctimas y mártires a ser colocadas “en lo más alto del podio de la infamia”, lo hacen para interpelar a la sociedad y ayudar a la reflexión de que la violencia puede prevenirse, combatirse, terminarse; y para exigirle a los Estados los recursos para acabar con todo ello.
La violencia contra mujeres no la única violencia que existe, pero sí es una diferente. No entenderla en su especificidad no sólo es equivocado, es muy grave: impide la comprensión y esencialmente invisibiliza la necesidad urgente del diseño de políticas públicas que eviten que siga muriendo asesinada una mujer cada 31 horas. Discutir en este marco si el feminismo es radical o sectario es algo totalmente secundario.
El 3 de junio fue una jornada histórica. Más de un millón de personas gritaron Ni Una Menos en más de 80 ciudades del país. Ya se empezaron a lograr algunas cosas, pero no se logró evitar la muerte de muchas mujeres. Tenemos el desafío de seguir exigiéndole al Estado en todos sus niveles las medidas concretas para terminar con todo eso.
Y este ensayo de Garcés en La Nación no colabora en absoluto. Al contrario.
@MariaPaula_71
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