3 agosto, 2015
Israel mata a ambos lados de la frontera
Este domingo se conoció la triste noticia de la muerte de Shira Banki, joven israelí de 16 años apuñalada por un judío ultraortodoxo el jueves pasado en el marco de la Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén. Tan solo un día después colonos judíos quemaron una casa palestina en Cisjordania asesinando a un bebé de 18 meses.

Este domingo se conoció la triste noticia de la muerte de Shira Banki, joven israelí de 16 años apuñalada por un judío ultraortodoxo el jueves pasado en el marco de la Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén. Tan solo un día después colonos judíos quemaron una casa palestina en Cisjordania asesinando a un bebé de 18 meses.
Los crímenes fueron distintos y se enmarcan en conflictos y disputas diferentes. No obstante ponen de relieve el peso y la impunidad que tienen en la actualidad los sectores más reaccionarios de la sociedad israelí. La justificación de un Estado que enfrenta una contradicción insalvable entre su presunto carácter democrático y, al mismo tiempo, cultural-religioso obligan a analizar estos asesinatos desde una perspectiva similar.
De la frontera para adentro
Yishai Schlissel es un judío ultraortodoxo que en 2005 había apuñalado a tres personas en la Marcha del Orgullo Gay de Jerusalén. Tras purgar diez años de cárcel este año recobró la libertad para volver a realizar el mismo acto, solo que esta vez con el triste saldo de una víctima fatal y cinco heridos más.
La marcha de Jerusalén, que a diferencia de la más festiva que se celebra cada año en Tel Aviv tiene un carácter de protesta contra la discriminación de la comunidad de gays, lesbianas y transexuales en la ciudad, estaba custodiada por cientos de agentes de varios cuerpos de la Policía y por un helicóptero que sobrevolaba la zona. Sin embargo esto no fue suficiente para frenar a Schlissel que asistió -sin que nadie se percatara- al lugar donde una década atrás había cometido el mismo acto y logró herir de muerte a Shira.
«Estamos decididos a luchar enérgicamente contra las manifestaciones de odio, fanatismo y terrorismo de cualquier parte», dijo Netanyahu a su gabinete en Jerusalén. «Nuestra política respecto a tales crímenes es de tolerancia cero», subrayó.
El sábado miles de personas se manifestaron en las calles de la histórica ciudad para repudiar este crimen de odio.
De la frontera para ¿afuera?
Israel es el único país del mundo que no tiene declaradas oficialmente sus fronteras. Esta decisión consciente del Estado israelí es la que lo auto-habilita a implementar la política del hecho consumado sobre los territorios palestinos ocupados. Es decir la ocupación y población gradual de los mismos para, en algún momento determinado, anexarlos oficialmente.
Pero este accionar no se lleva a cabo de forma pacífica si no, por el contrario, mediante la represión, exclusión e incluso asesinato indiscriminado de las y los palestinos. Las colonias israelíes en Cisjordania se encuentran fuertemente militarizadas y las agresiones a los nativos son constantes.
En esta línea se enmarca el hecho del pasado viernes cuando residentes en un asentamiento israelí en Nablus rompieron la ventana de varias casas de la aldea palestina de Duma. Allí rociaron líquidos inflamables y provocaron incendios con bombas de fabricación casera. Un niño de 18 meses falleció víctima de las quemaduras y la asfixia. Además resultaron heridos de gravedad sus padres y su hermano de cuatro años.
«Responsabilizamos al Gobierno israelí del brutal asesinato del menor Alí Saad Dawabsha, esto es la consecuencia de décadas de impunidad de los pobladores de los asentamientos», declaró Saeb Erekat, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon coincidió con el vocero de la OLP: «Los fracasos para abordar efectivamente la impunidad en los repetidos actos de violencia de los colonos ha dado lugar a otro incidente horrendo, que causó la muerte de un inocente. Esto debe terminar», dijo.
Además agregó que «la falta de un proceso político, la insistencia de Israel en la ilegal construcción de asentamientos en territorios ocupados y la demolición de casas palestinas, han provocado el auge del extremismo en ambos bandos».
El Estado judío y la justificación religiosa
Desde su nacimiento como Estado en 1948 Israel enfrentó una contradicción. Punta de lanza del imperialismo en una región repartida entre jeques y dictadores, quiso constituirse con un país democrático que, por un lado, fuera ejemplo a seguir y, al mismo tiempo, marcara una clara diferencia con los «bárbaros» árabes.
Sin embargo este interés político (y geopolítico) chocó con una marca de nacimiento: el carácter judío de la nueva nación. El sionismo, movimiento de liberación nacional que llevó a cabo la creación del Estado de Israel, justificó su asentamiento en la entonces provincia otomana y luego territorio bajo mandato británico de Palestina por estar ubicada en la región de la bíblica “Eretz Israel” (la tierra de Israel).
A su vez, como explicó Joaquín Zajac en Notas «el carácter judío de Israel fue definido en la Declaración de Independencia de 1948, que señalaba que la Tierra de Israel había sido la cuna histórica del pueblo judío, que este vínculo era el que daba legitimidad histórica al sionismo y que se declaraba el Estado judío en esta tierra».
Esto también está implícito en la llamada “Ley de retorno”, que establece que toda persona de fe judía, o descendientes de judíos hasta tercera generación, tiene derecho inmediato a la ciudadanía israelí.
Finalmente esta definición es la que le impide a Israel asumir los territorios palestinos ocupados sin antes «limpiarlos» de otros pobladores. El Estado israelí es judío no solo formalmente, si no porque la mayoría de su población pertenece a ese pueblo. La anexión de Cisjordania y/o Gaza en las condiciones actuales modificaría el balance demográfico generando una mayoría árabe incompatible con la legislación.
Estas contradicciones que mezclan política, religión, cultura e historia, sumadas a una sucesión de gobiernos ultraderechistas en los últimos años, han favorecido el auge de los sectores ultraortodoxos que así como se creen con el derecho a echar a los palestinos de sus territorios (violando tratados internacionales como la Convención de Ginebra o los acuerdos de Oslo de 1993) también pretenden imponerse puertas adentro, tras las fronteras de una nación cuyo carácter democrático es puesto permanentemente en cuestión por sus propios actos.
De esta forma las acciones presuntamente individuales de ciertos sectores extremistas religiosos no pueden analizarse al margen de una política de Estado que lleva décadas de auto justificación. Shira Banki y Alí Saad Dawabsha fueron dos nuevas víctimas de esta lógica que mata, a ambos lados de la frontera.
Santiago Mayor – @SantiMayor
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