26 junio, 2015

26 de junio: Actualizando esperanzas

Ante un nuevo aniversario de la Masacre de Avellaneda, donde las balas policiales enviadas por el gobierno de Eduardo Duhalde asesinaban a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, Mariel Martínez nos convoca a multiplicar horizontes y sonreirle a la vida como forma de celebrar el Día de la Militancia, de cara a un futuro cargado de oscuridades.

Por Mariel Martínez. Que el futuro se viene más cargado de oscuridades políticas de lo que querríamos, a esta altura es innegable. Resulta inútil decir que lo avisamos, que lo veníamos viendo, que nada emancipatorio ni liberador podía venir de aquellos que no juegan a fondo. Que no cambian todo lo que debe ser cambiado. Que por sobre todo, se preservan. Que sobre todo, se conforman. Que trabajan por lo menos peor. Que van achicando sus ambiciones militantes para ver si caben en algún lado esta vez.

Si por esta vez no es para tanto. Si recortando prolijamente y ensamblando más o menos bien, el techo no se llueve al menos en el centro. Porque que se le va a hacer, algunos nos iremos a mojar. Algunos más que antes. Porque en la chapa más o menos amigable que muchos jóvenes ayudaron en esta década a construir, primaron los agujeros.

Sueños militantes. Convicción. Enamoramiento ¿algo de aquello les faltó? ¿ambiciones? Porque de eso nosotros tenemos mucho. Sobre todo cada 26.

Porque para nosotros la militancia no es conformarnos. No es junio abrigados si hay algunos muchos de pechos descubiertos. No es creernos las mentiras si hay otros entregando el aliento helado en gritar verdades. No es ni más, ni lo que falta: es otra cosa.

Decimos que el 26 de junio es el Día de la Militancia porque para nosotros la militancia es fundamentalmente vida. Lucha empedernida por la vida. Obstinada lucha. Lucha en la que nos importan los resultados, pero casi que más nos importan los mientras tanto que somos capaces de construir. Pelea fiera que incluso en la defensa de la vida, de las condiciones mínimas en las que se puede vivir, también sabe un gesto ofensivo de más. De que queremos más. Ambiciosa de vida es nuestra militancia. Insaciable.

Por eso nos negamos a que este Día de la Militancia sea asociado con la muerte. Con lo quieto. Con lo inmóvil. Con mártires entregados o con un pasado ya pasado, superado, lejano a nuestras actualidades. A los problemas de la década para acá. Porque la lucha piquetera de allá es la misma que la nuestra: contra el imperialismo asesino por nuestramerica unida, contra el capital por el trabajo, contra el poder arbitrario de los de arriba por el poder popular organizado desde el subsuelo de la patria.

Hace muchos años que el 26 de junio nos duele en la misma medida que nos enamora. La mano alzada de Darío Santillán cuidando la vida de Maximiliano Kosteki se convirtió en el resumen de nuestras convicciones militantes: la mano de Darío que en la firmeza es gesto de ternura, que en el temor es pura valentía, que en la debilidad es fuerza. La mano que se mueve nerviosa y que se planta serena. Que señala hacia dónde y que dice hasta acá. Por acá no se pasa. Por acá está la vida.

El 26 de junio no celebramos la muerte. Nos hacemos eco de la vida llevada al límite. Sembrada. Multiplicada. Celebramos el fruto de una lucha y la semilla de otra. Que es la misma, porque los mismos son los enemigos. Celebramos el ejemplo resumido en el gesto de la mano en alto y la rodilla en tierra.

Los responsables políticos e ideológicos de la llamada Masacre de Avellaneda no han sido juzgados y lógicamente menos aún condenados. Los seguimos señalando como culpables, como arquitectos de la muerte. De candidatos no nos asustan: nos bulle la indignación y nos hierve la bronca.

Qué les pasará por las venas a los militantes que apostaron a otra cosa pero que le militaron la campaña gubernamental. Qué sentirán los jóvenes que están convencidos de aportar a la emancipación y que durmieron con la camiseta de Aníbal Fernández. El que nos mandó a reprimir. El que nos envió a la muerte. El que nos llamó piqueteros hostiles amantes de la lucha armada. El que dijo que nos habíamos matado entre nosotros. Cuántos de los sueños, compañeros, serán de nuevo invitados a guardarse en el bolsillo.

¿No nos desgastamos por las mismas ansias y peleamos por mundos sino idénticos, similares? ¿No es hora de encontrarnos, bolsillo descosido, por acá?

Por acá, por lo nuestro, mano en alto y rodilla en tierra. Para recordar que la memoria de lo que pasó sólo se honra construyendo lo que se viene. Para no olvidarnos nunca de qué lado de la ruta estamos. De que junio nos arde, nos quema, nos lacera. Pero de que también nos mueve, nos gana, nos ganas, nos milita. Nos encuentra en el puente. Renovando sueños. Continuando luchas. Multiplicando horizontes. Actualizando esperanzas.

 

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