21 abril, 2015
La sudamérica vacía
A través de diez cortos, diez consagrados directores y directoras comparten su óptica sobre un eje que atraviesa a todo el continente: la educación. Violencia, pobreza y trabajo infantil son algunos de los problemas que impiden que los jóvenes latinos estudien y Gael García Bernal los trata en El aula vacía, su ultimo trabajo.

A través de diez cortos, diez consagrados directores y directoras comparten su óptica sobre un eje que atraviesa a todo el continente: la educación. Violencia, pobreza y trabajo infantil son algunos de los problemas que impiden que los jóvenes latinos estudien y Gael García Bernal los trata en El aula vacía, su ultimo trabajo.
Un joven. Pequeño, frágil, un niño en realidad, se enfrenta a la naturaleza, en primer lugar, y a la férrea autoridad humana en segunda instancia. Un robusto y espeso verdor selvático lo separa de una pequeña escuela rural, a la que desea ir por mucho más que sus patrones se lo impidan.
Pablo Fendrik abre esta obra ómnibus en la que se embarca lo más destacado de los realizadores latinoamericanos: Flavia Castro, Mariana Chenillo, Carlos Gaviria, Tatiana Huezo, Lucrecia Martel, Nicolás Pereda, Eryk Rocha, Pablo Stoll y Daniel y Diego Vidal ofrecen su visión, coordinada por la dirección creativa de Gael García Bernal, sobre qué es lo que separa a jóvenes y niños de la educación formal.
Tal amalgama de realizadores da como resultado un dispar fresco de época sobre esta densa temática, donde el marco de la más espesa naturaleza rural de los argentinos Fendrik y Martel contrasta contra el urbanismo del brasileño Eryk Rocha o el crudo relato sobre abusos intraescolares de la salvadoreña Tatiana Huezo.
Como toda obra de composición caleidoscópica, en El aula vacía muchos relatos se sobreponen a otros. Quizá alguno desentone con el resto de las construcciones (como por ejemplo el claro síntoma Ciudad de Dios que el colombiano Carlos Gaviria le imprime a su historia) y otros destaquen por su sutileza y claridad. Sin embargo algo es claro, el trabajo de García Bernal arroja, acompañando las historias, datos y números certeros acerca de la escolaridad en el continente: pobreza, trabajo infantil, discriminación y diferentes formas de abuso son problemáticas que se presentan como tareas pendientes y el film muestra cómo ello desborda desde diferentes ángulos. Es así como la mochila se presenta como elemento recurrente en cada una de las historias: colgada en un gancho, solitaria en un costado del cuadro, en un raudo suelo teñido de polvo o en la espalda de un chico merodeando las calles.
Es necesario señalar que el recorte social que intenta hacer la película realizada en conjunto por el Banco Interamericano de Desarrollo y Canana Films (productora de Gael y Diego Luna) es amplio: así como retrata la realidad de lo más carenciado de Sudamérica en villas, barriadas, comunidades indígenas o colegios en zonas de emergencia, también menciona la marginalidad forzada de clases media como la uruguaya o la mexicana, donde por un lado la maternidad adolescente aleja a una joven del aula en el corto de oriental Pablo Stoll o un joven mexicano ve dificultado su proceso educativo por una sordera de nacimiento.
Sin dudas es interesante el planteo de El aula vacía, sobre todo al presentarse atractiva tanto como conjunto de relatos ficcionales y, también, como un experimento documental por demás ambicioso explicando la miseria educacional que corroe una porción del continente. Un dato es por demás llamativo: ninguna de las historias tiene como escenario la patria cubana.
Iván Soler – @vansoler
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