Cultura

7 abril, 2015

¿Por qué Mommy?

Con escaso lugar en una superpoblada cartelera argentina, se estrenó Mommy, la quinta obra del joven director canadiense Xavier Dolan. Alejado del joven impulso super-estético por momentos excesivo de sus anteriores películas, Mommy plantea qué es la soledad, un Estado paternalista y el Edipo en tiempos de Instagram.

Con escaso lugar en una superpoblada cartelera argentina, se estrenó Mommy, la quinta obra del joven director canadiense Xavier Dolan. Alejado del joven impulso super-estético por momentos excesivo de sus anteriores películas, Mommy plantea qué es la soledad, un Estado paternalista y el Edipo en tiempos de Instagram.

La photographie c’est la vérité,
et le cinéma,
c’est 24 fois la vérité par seconde

Jean – Luc Godard – Le Petit Soldat (1960)

El primer cuadro que vemos en Mommy, la sucesora de Tom en la granja (2013), es un aviso: nos encontramos en una Canadá de un futuro no muy lejano en la que el Estado posee la potestad de criar un hijo en el caso de que sus padres considerasen no poseer la capacidad de hacerlo por ellos mismos. Si bien la primera intuición, impulsada por la sobre-oferta de títulos que se encaminan hacia ese estilo, es que veremos una película relatando una historia distópica de una madre combatiendo una sociedad con un Estado totalitario, la realidad es bien distinta.

Mommy se sitúa en todos los espacios temporales y al mismo tiempo en ninguno. Su presente, impreciso, cuenta los andares sentimentales entre una madre y un hijo presentes en cualquier época de la historia.

Diane (Anne Dorval) es una madre viuda que debe volver a hacerse cargo de su hijo adolescente Steve (un superlativo Antoine Olivier Pilon) luego de que sea expulsado de un instituto de menores por provocar un incendio que le costó media cara a uno de sus compañeros. La relación de ambos es potente, simbiótica, por momentos más parecida a una hermandad adolescente que a un vínculo de madre e hijo. Sin embargo, por el desfasaje juventud – adultez de Diane y la explosiva bipolaridad de Steve, el trato estalla por los aires y las contradicciones entre ambos pasan a un nivel de violencia difícil de controlar. Es entonces cuando entra en escena Kyla (Suzanne Clément), una vecina otrora profesora de secundario con un impedimento verbal pero no emocional que equilibra la situación entre Steve y Diane.

Nada es casual en la puesta en escena que elige Dolan para contar su historia. Desde la ropa de los personajes, confeccionada por él mismo, hasta la llamativa forma en la que muestra los sucesos en una pantalla cuadrada que nos coloca en un plano casi voyeur. Todo refuerza la idea de que estamos siendo testigos de una carrera cinematográfica que quedará plasmada en los libros.

Al respecto de la relación de aspecto elegida para Mommy, Dolan comentó en varias entrevistas que hubo varias razones para su elección: por un lado, casi obvio, para captar mejor las expresiones de los personajes, pero por otro (quizá más donelesco) es al mismo tiempo un homenaje a la tapa de los discos que compraba en su infancia y plasmaba en sus remera, así como también una crítica a la cultura Instagram (red social que usa el formato 1:1 para sus fotos) de la actualidad.

Pero quizá lo más resaltable de esta obra del canadiense es que no se trata de un cine hermético, culto. Las referencias culturales son las propias de cualquier persona crecida en los ’90 al son de películas como Mi probre angelito (a la cual le tira un guiño), MTV prendido de fondo y tardes enteras tomando una Coca Cola en el Sacoa sin por eso subestimar al espectador. Mommy la pueden apreciar quienes sepan de qué se trata el ensayo “De la abyección” de Rivette como quienes nos emocionemos con Superbad de Greg Mottola.

La relación de Diane, Steve y Kyla fluye hacia muchos lugares y se agudiza al llegar una denuncia a la casa por las graves lesiones provocadas al joven compañero del problemático chico en su paso por la institución. El momento aparentemente apacible por el que final y merecidamente pasaba el trío (plasmado en un apoteósico montaje de Dolan en el que la pantalla a lo iPhone colapsa) se tensa y la montaña rusa de Mommy vuelve a funcionar.

Lejos está de ser este el techo de la carrera del joven director de 26 años. Aún así podemos encontrar varios elementos que permiten ver en el ADN de la película los avisos de un salto madurativo en su obra. Por un lado se aleja del tópico recurrente de sus películas anteriores: la trama girando alrededor de la exploración sexual de sus protagonistas sufre un desplazamiento hacia la relación edípica entre Steve y Diane (lo maternal, sí, vuelve desde lo lejano de su ópera prima Yo maté a mi madre) que puede devolvernos el recuerdo de un joven Almodóvar en los orígenes de su carrera.

Por otro lado es llamativa la ausencia del propio Dolan, actor él, frente a la pantalla. Sucede que esta vez corrió el foco. Así como en Mommy vemos a través de los ojos de la madre y no del hijo, el propio director decidió hablar a través de otras formas y no desde su propio cuerpo. La música, las luces, la ropa, todo habla de un presente indefinido pero decididamente transicional fundamentalmente formativo de su carácter.

Mommy levanta puentes. Imperfectos, perfectibles. Por momentos aturdidoramente directa, salvaje, quizá más de la cuenta, pero cálidamente genuina. Su mandato, aún así, es el de establecer puentes. Puentes entre décadas (desde la música, salida directamente de un compilado radial, y desde un vestuario de principios del 2000, que lejos de ridiculizar busca acentuar), puentes entre lazos filiales y, ya desde fuera de pantalla, puentes entre generaciones de directores.

Sucede que Xavier Dolan compartió el Premio del Jurado en Cannes nada menos que con Jean – Luc Godard, mítico y fundacional director del cine europeo. La entrega, más que una premiación en sí, significa un pase de posta.

Y es entonces cuando un desatado Steve corre hacia una puerta que lleva hacia quién sabe donde estallando por los aires los significantes en un impaciente e irreverente homenaje a Truffaut con Lana del Rey de fondo. Y el círculo se cierra dentro de un cuadrado perfecto.

Iván Soler – @vansoler

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