18 marzo, 2015
Voley: Esa fiebre de verano
Martín Piroyansky se le anima a hablarle a toda una generación en su segundo largometraje. Comedia, sexualidad indie y un elenco de élite.

Martín Piroyansky se le anima a hablarle a toda una generación en su segundo largometraje. Comedia, sexualidad indie y un elenco de élite.
Es difícil comprender que una nueva generación de cineastas está naciendo y no necesariamente mira hacia sus predecesores vernáculos. Muchas veces se confunde cine argentino con solemnidad. De hecho, hay algo de eso. Sin contar el humor retorcido e hipertextual de Martín Rejtman, la cinematografía celeste y blanca mantuvo una tendencia clara: hablar de temas “en serio”.
Aquel que osaba intentar sacarle una sonrisa al espectador, muchas veces optaba por la desfachatez y el chiste a los pelotazos. Durante los últimos años una cierto puñado de nombres intentó inclinar la cancha. Hoy no vamos a arrojar un diagnóstico sobre estos jóvenes cineastas pero sí vamos a animarnos a identificar un síntoma: Martín Piroyansky.
Cinco amigos. Una cabaña perdida en el Delta tigrense. Chicos y chicas. La ecuación se presenta apta para prejuzgarla como una típica comedia de enredos pos-adolescente. Sin embargo, interiorizándonos en la historia de este grupo de amigos nos damos cuenta que todo lo que rodea la historia ideada por Piroyansky se anima a ir un poco más allá.
Weekend at Piro’s
Pilar, Cata, Manuela y Nacho. Todos a la cabaña que tiene la familia de Nico en el Delta para pasar la fiesta de fin de año. Cada uno con sus particularidades bien marcadas funcionan perfectamente como grupo. Sin embargo, la llegada de la apabullante Belén, invitada por la obsesiva Manuela, rompe el equilibrio del grupo. Sucede que la dinámica grupal está atravesada por la militancia por la liberalización sexual de Nico, que nunca oculta su inclinación por la poligamia en forma teórica y práctica, como veremos lleva a cabo con Cata (una por momentos acentuada Vera Spinetta) y Pilar (una adorable Inés Efrón).
Las referencias inmediatas son muchas en Voley. El segundo largometraje de Piroyansky (con su sinfonía Indie Abril en Nueva York como predecesora) toma como padres conceptuales obras que van desde Weekend At Porky’s (con guiño desde el arte) hasta Supercool. Porque resulta que la tensión sexual de la cabaña vuela por los aires cuando el liberal Nico se da cuenta que toda su cosmovisión acerca de la hipersexualidad cae a pique al descubrir que está enamorado de Manuela, la estricta novia de su mejor amigo Nacho.
Ahí es donde Voley establece la diferencia: no hay chiste escatológico o lisérgico que tape el filtro por momentos pasado de Instagram (aunque muy funcional a la historia) que lleva un poco más allá la historia.
La pregunta que más facilmente brota al mirar el póster de la cartelera es si realmente funciona un elenco compuesto de nombres tan resonantes. La respuesta viene de forma inmediata a la cabeza al observar esos largos planos secuencia en los que se establecen diálogos que son por demás orgánicos a la puesta de cámara. Esto tiene una explicación que se escapa directamente de los protagonistas en la presentación de prensa de la película: el rodaje forjó una amistad férrea entre los actores. Muchas de las mejores escenas surgieron de manera espontánea dando como resultado situaciones por demás fluidas.
Lejos de hundirse en la comedia gruesa por la que algunas veces amaga por ir, Voley se anima a sacar el pie del acelerador y dejarnos ahí, flotando, en un río que, por ser río, no deja de ser profundo.
Iván Soler – @vansoler
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