11 marzo, 2015
¿Nueva derecha democrática?
Por Ulises Bosia. Horacio Verbitsky propuso la hipótesis de que el 18F expresó la formación de un partido democrático del poder económico, por primera vez. Un debate interesante para profundizar.

Por Ulises Bosia. Horacio Verbitsky propuso la hipótesis de que el 18F expresó la formación de un partido democrático del poder económico, por primera vez. Un debate interesante para profundizar.
Después de la marcha el columnista de Página/12 planteó una interpretación propia de lo que había pasado. Alejada tanto de las acusaciones de “golpismo” y “desestabilización”, lanzadas por la propia presidenta, pero también de la candidez de algunos discursos mediáticos y opositores que negaron el sentido claramente opositor de la marcha. El titular del CELS escribió en sus habituales columnas dominicales el 22 de febrero que:
“La marcha encabezada por un grupo de fiscales mostró a una nueva derecha con capacidad electoral y de movilización callejera. Podría soldarse así la profunda fisura del sistema político fundado por una oligarquía incapaz de llegar al poder por medios democráticos y que ha debido colonizar para ello a los partidos populares. Esta nueva derecha constituiría un saludable estabilizador”.
Es decir que el surgimiento de esta nueva derecha sería saludable porque lejos de una dinámica de interrupciones institucionales, promovería más bien la estabilización del sistema político alrededor de dos grandes polos políticos: uno de centroizquierda o nacional-popular y el otro de centro derecha.
No se trata de una idea completamente nueva, de hecho el propio Néstor Kirchner ya lo había planteado, así como varios sociólogos y politólogos antes, a raíz de la comparación de nuestro sistema político con otros más estables como el de los países europeos o el de los Estados Unidos, pero Verbitsky lo hace de manera ambiciosa. Plantea la hipótesis de un cierre de ciclo de casi cien años, porque desde que el sufragio universal (masculino) rige en nuestro país el poder económico nunca tuvo un partido democrático capaz de ganar elecciones y debió apelar al partido militar para acceder al gobierno.
Además la hipótesis está actualizada según la lectura desarrollada entre otros por Eduardo Basualdo del largo ciclo neoliberal en nuestro país, que plantea que el PJ y la UCR, que se alternaron en el poder ejecutivo desde 1983 hasta ahora, pero que no eran partidos orgánicos de la clase dominante, fueron colonizados por la gran burguesía local y extranjera, y sus dirigentes atravesaron un fuerte proceso de transformismo.
¿Salvar al PJ?
La hipótesis de Verbitsky es interesante y abre una serie de debates. Entre ellos, vale la pena discutir la suposición de que el Partido Justicialista habría logrado una ubicación definitiva en la centroizquierda o el campo nacional y popular. ¿Pero puede alguien descartar que en los próximos años la estructura del PJ cambie su orientación y se ubique más bien al servicio de una política derechista? ¿Sería más improbable eso que lo que hubiéramos podido pronosticar en 1998 o 2000 sobre el porvenir del justicialismo?
Es claro que bajo la conducción de Cristina la orientación del PJ acompaña y sostiene un proceso político que, con todos sus matices, está mucho más cerca de la centroizquierda que de la centroderecha. Y también es cierto que el liderazgo de la presidenta por ahora no deja entrever fecha de vencimiento, yendo más allá del final de su mandato, e independientemente del resultado de las elecciones. Sin embargo, ¿qué razones hay para creer que esa sería una ubicación definitiva para el que es hoy el principal dispositivo de gobierno en sindicatos, municipios, provincias y el Estado nacional?
El peronismo tiene la virtud para sus integrantes y el defecto para sus detractores, de correr siempre con las tendencias de la época, de adaptarse a los cambios globales. Del nacionalismo industrializador y proteccionista en la posguerra al movimiento de liberación nacional a fines de los sesenta y comienzos de los setenta; del menemismo neoliberal al neodesarrollismo latinoamericanista actual.
Pareciera que la estabilidad del sistema político argentino oscila entre un esquema bipartidista más tradicional, y un formato más sui generis en el que la alternancia se da al interior de un mismo partido de gobierno, el PJ, con una oposición cada vez más minoritaria y fragmentada, que no puede disputar el control del Estado nacional.
En cualquier caso, la hipótesis de Verbitsky, así planteada, corre el riesgo de cubrir con un manto de piedad a la estructura del PJ, garante orgánico del dominio de la clase dominante.
Las potencialidades del macrismo
Por otro lado, es cierto que el macrismo logró construir una identidad política sólida, que poco a poco, y de la mano del recurso a figuras mediáticas o deportivas, la referencia en la gestión de la Ciudad de Buenos Aires y una ubicación clara de oposición consecuente al fenómeno kirchnerista, va creciendo a nivel nacional. Las elecciones en Santa Fe podrían significar un salto de calidad de este crecimiento.
Efectivamente el macrismo comparte rasgos de una nueva derecha, moderna y de gestión, de forma similar a lo que ocurre en otros países de nuestro continente, como es el caso de Capriles en Venezuela o de Piñera en Chile, que no se referencian en estructuras políticas tradicionales sino que más bien surgen de la crisis de esas viejas organizaciones. En otros casos, los candidatos de esta nueva derecha surgen al interior de antiguas formaciones, pero comparten un aire con el macrismo. Puede ser el caso de Peña Nieto en México o de Neves en Brasil.
Sin embargo, la identidad del macrismo hasta ahora está íntimamente entrelazada con la del kirchnerismo. Es el no-kirchnerismo. Eso es un elemento de fuerza en la actual coyuntura, pero lo obligará a repensarse pasado diciembre de 2015, salvo que el kirchnerismo logre sentar a un delfín de Cristina en el sillón de Rivadavia, o por supuesto, si lograra ganar las elecciones, algo que por ahora parece lejano.
Por otro lado, si bien el PRO es la formación que está en mejores condiciones de capitalizar el 18F, al mismo tiempo hay que decir que lo predominante entre sus participantes fue el ánimo antipolítico, que bien puede utilizar a un partido o un candidato ante determinadas elecciones, pero que no duda en abandonarlo cuando ya no le sirve, tal como puede testimoniar De Narváez.
Es difícil animarse a pronosticar hasta dónde puede llegar el PRO, o si será reemplazado por alguna variante peronista o radical. Pero en cualquier caso, parece que la interpretación de Verbitsky funciona mejor en una foto de la actualidad que en la dinámica futura de la política nacional.
@ulibosia
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