Cultura

20 febrero, 2015

La década en que le ganamos a los zombies

Cuando aún no se han secado los paraguas del 18F, en Notas vamos a analizar la que tal vez sea la más importante producción cultural de los últimos años acerca del fenómeno zombie: Guerra Mundial Z, la enormemente infravalorada novela de Max Brooks.

Guerra Mundial Z, segunda novela de Max Brooks, editada en 2006, es no sólo una de las principales fogoneras del furor por los muertos vivos que sigue adueñándose del planeta sino, antes que nada, se trata de una logradísima novela coral, en clave estremecedoramente realista e informada, sobre las consecuencias geopolíticas, sociales y hasta psicológicas del apocalipsis zombie.

Está claro que el género muertos vivos presenta insuperables ventajas para la crítica social, como lo prueban las maravillosas versiones setentistas del maestro George Romero, pero también puede ser un gran negocio. En el nuevo milenio, los walkers parecen más vitales que nunca. En cine y televisión hay versiones “en serio”, como The walking dead o 28 días después (pasando por Resident Evil, REC y decenas y decenas de otros productos más o menos mediocres con títulos tan increíbles como Pride and Prejudice and Zombies, Ninja zombies o Atom the Amazing Zombie Killer) y algunas grandes comedias tales como la señera El amanecer de los muertos  (2004), la divertidísima Zombieland (2009), la cubanísima Juan de los muertos (2011) o la imperdible saga argenta Plaga Zombie, que viene haciendo escuela desde 1997.

Max Brooks logró ubicarse en el podio de la zombiemanía con sólo dos novelas: Zombie: guía de supervivencia (2003) y Guerra Mundial Z (2006) , obras que no sólo motorizaron la invasión sino que además le dieron una substancia, realismo y profundidad al asunto que ya quisiera para sí más de un escritor presuntamente “serio” que preferiría ser engullido por los muertos vivos antes que leer una novela sobre el asunto.

Brooks, en tanto hijo del genial Mel y de la divina Anne Bancroft, estuvo ligado al medio audiovisual desde su más tierna infancia. Además de pequeñas participaciones como actor (incluso poniendo la voz en series de animación como Batman del futuro o la Liga de la Justicia, con lo que lustra una chapa de ñoño que nos encanta), trabajó tres años como guionista de Saturday Nigth Live, hasta el boom de su guía de supervivencia.

Si bien esta primera novela resulta una lectura interesante y llevadera gracias a la premisa de instalar la invasión zombie en un contexto absolutamente realista, la verdadera revolución literaria es Guerra Mundial Z. Ésta novela coral ubica el inicio de la epidemia en la República Popular China del año 2012 y recoge testimonios de combatientes o sobrevivientes de los 13 años de guerra contra la plaga que transformó al 70% de los seres humanos en cadáveres hambrientos (estamos hablando de tres mil millones de muertos vivos). Con un ritmo atrapante, un enorme criterio periodístico y una indudable solvencia geopolítica, el texto de Brooks ordena los testimonios cronológicamente para pintar esa década fatídica en la que la especie humana estuvo al borde de la extinción.

El relato se presenta como una serie de entrevistas recogidas por el autor durante años a lo largo y ancho del mundo como insumo para un informe a la Comisión de las Naciones Unidas para el Reporte Posterior a la Guerra. Pero a la ONU sólo le interesaban los datos duros, por lo que el autor decide publicar la parte “censurada” como libro independiente.

En él se suceden, con tanta diversidad como verosimilitud, las voces de numerosos militares de todas las armas y de diversos lugares del planeta (un guardia nacional de Tennesse, una recluta rusa, un oficial irlandés, el comandante supremo de las fuerzas europeas, un infante indio, un buzo hawaiano encargado de luchar con los zombies bajo el agua y muchos más). Si bien la impronta castrense es omnipresente -al fin y al cabo se trata de una guerra-, también hay arquitectos creadores de barrios inexpugnables, industriales capaces de aprovechar el caos para vender una falsa vacuna, mercenarios al servicio de estrellas atrincheradas, directores de cine, nuevos millonarios cubanos, patriotas chilenos, agentes de la CIA y del Mosad, psicópatas adictos a matar zombies, entrenadores de perros, economistas, médicos, políticos y simples sobrevivientes.

En la versión reducida de la novela que se editó con formato de audiolibro es el propio Brooks quien interpreta al periodista y las voces de entrevistados son de grosos como Alan Alda, Mark Hamill, Jürgen Prochnow o John Turturro.

Pero a pesar de esa impresionante verosimilitud en cada uno de los hablantes, el mayor mérito de Guerra Mundial Z no es tanto su amplitud como su profundidad. Efectivamente, Brooks no sólo realiza el milagro de pensar en cada uno de los detalles políticos, sociales, económicos, militares, urbanísticos y hasta psicológicos de una humanidad casi derrotada por la infestación zombie, sino que esa minuciosidad no hace más que resaltar la densidad de las alternativas morales imposibles que se han planteado a cada momento de la lucha. En ese aspecto es una novela brutal, impiadosa, alejada de todos los clichés del género.

En los únicos aspectos en los que la agudeza geopolítica de Brooks parece resbalar un poco hacia los lugares comunes es cuando se enfoca en los regímenes socialistas o ex socialistas del mundo o cuando casi no habla de América Latina. Una vez más, los soportes principales de la heroica victoria humana contra los zombies son Estados Unidos y, en segundo término, Europa. Está bien, hubiera sido un milagro que un autor estadounidense pudiera sustraerse a esa omnipresente matriz ideológica. Pero aún así cuando Brooks se enfoca en los países del capitalismo desarrollado no lo hace de forma acrítica.

En la novela también aparecen todas las paranoias post 11S, la inutilidad de los militares, la corrupción de los empresarios, la venalidad de los medios masivos de comunicación, el rastrerismo de los políticos. Está claro que no se trata de una crítica revolucionaria al capitalismo, pero sí hay un cuestionamiento agudo a muchas de sus miserias y contradicciones.

En 2013 se estrenó la homónima adaptación cinematográfica, dirigida por Marc Forster y protagonizada/producida por Brad Pitt. Su éxito en la taquilla apenas prueba lo que pueden los tanques hollywoodenses en términos de publicidad. No se trata sólo de que lo mejor de la historia de Brooks quedó en el camino (casi el único vínculo con la novela es el título y algunas escenas iniciales) sino que se traiciona bestialmente el espíritu de la obra. Allí donde originalmente hay sutileza y relativismo geopolítico, el film desborda de propaganda pro norteamericana e israelí (la asociación evidente entre zombies y palestinos es uno de los momentos más vergonzosos), donde el libro se luce en el retrato multidimensional de los personajes, el film se contenta con mostrar lo lindo que es Brad Pitt. Etcétera.

Brooks, quien no tuvo participación en la horrible adaptación, no se manifestó sorprendido por el “millón de cambios” que realizaron sobre su idea, aunque sí afirmó que a cualquier autor le gusta “ver una adaptación fiel de su trabajo”.

Puede que tamaña indignación cinematográfica (tanto de Brooks como de los millones de fanáticos de la novela) tenga compensación en algún momento no muy lejano. Hace apenas un mes se anunció que cuando Brooks acabe su trabajo como escritor en el próximo largo de Zhang Yimou (La gran muralla china, a estrenarse en 2016), podría encarar la tarea de escribir una World War Z 2. Se rumorea que el film quedaría a cargo del español J. A. Bayona, director de El orfanato.  Los fanáticos de la novela esperamos que, además de aprovecharse del impacto en la taquilla de su predecesora, WWZ2 apuesta a contar de una vez la terrible historia de esos 13 años de batallas inimaginables en que la humanidad pudo derrotar a la insaciable horda zombie. La verdadera década ganada.

 

Pedro Perucca – @PedroP71

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