21 enero, 2015
Paños fríos a esta nominación salvaje
A menos de una semana de la nominación de Relatos Salvajes en la terna Mejor Película Extranjera de la próxima edición de los Premios de la Academia, es necesario analizar el tipo de cine que adoptó su director, Damián Szifron. Sectas, arte y vocación popular.

Más allá de lo que signifique Relatos Salvajes en sí en cuanto a película (¿es buena? Sí. ¿lo mejor que se haya hecho en el mundo o Argentina? Falta mucho para terminar de dilucidarlo) habría que ponerse contento por la apuesta de Szifrón como productor de sentido en el cine argentino.
Es difícil alegrarse sólo por el hecho de que Relatos… sea una producción argentina (aunque ostente doble ciudadanía: España también estuvo involucrada). Muchas otras películas, quizá a la altura de la tercera del creador de Los Simuladores, se estrenaron en 2014 y se vieron eclipsadas por este fenómeno y sin dudas merecerían estar en el podio junto a las representantes de Rusia, Mauritania, Polonia, etcétera. Basta repasar la cartelera del año pasado y ya nos encontraríamos con títulos como Dos Disparos o Jauja, que resonaron en muchos medios pero sin embargo no tuvieron el salvaje rebote de la titánica película de Szifrón.
Podríamos hablar largo y tendido acerca de la colosal ayuda de Telefé, El Deseo (productora de los Almodóvar), el ojo mágico de Kuschevatsky y demás. Sin embargo, esto sería subestimar la intencionalidad autoral de su director. Y aquí se abre una grieta enorme entre su concepto de hacer cine y el de muchos directores de la historia reciente del cine argentino.
“No me interesa demasiado lo que pueda pasar con la película. Para mí lo más importante fue filmarla y la gran experiencia que tuvimos en el rodaje” diría Lisandro Alonso al final de la proyección estreno de su Jauja en Cannes. Lejos de desmerecer esta forma de encarar el cine, debe valorarse a los autores que entienden este arte como una manera de generar sentido y entablar una comunicación amena con el público sin subestimarlo. Szifrón (se lo puede leer en sendas entrevistas) encara la cámara de esta manera. Invita al público a llenar las salas como tantas películas de la cultura popular, muchas veces defenestradas por los sectarios de siempre de acá y de afuera.
La carrera de este joven director es corta y vertiginosa. El fondo del mar, su primera obra, no es Relatos Salvajes. No sorprendería a nadie que su próxima película estuviera más cercana a un El séptimo sello de Bergman que de un Volver al futuro de Zemeckis. Puede ocurrir. Sin embargo, su poco (nulo) miedo a la masividad ya destaca su sello: el querer entretener sin por eso descuidar el encuadre. Es eso lo que hay que premiar. Un cine que hable, que grite, que emocione. Pero a alguien. No a uno o dos en un centro cultural. O también eso, ¿por qué no? Que logre llevarse de un lado para el otro sin quedarse en la retina de unos pocos.
Nadie le prohibe a nadie hacer lo que quiera con su cámara. Está en cada uno su forma de entender el cine. Szifrón optó, y no le está yendo mal.
Iván Soler – @vansoler
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.