16 diciembre, 2014
«El intelectual revolucionario debe supeditar la teoría a la realidad»
Un dialogo con Iñaki Gil de San Vicente, en el marco del encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad. La relación entre trabajo intelectual y manual y el vínculo entre los intelectuales y las organizaciones populares.

Por Marco Teruggi*, desde Caracas. “En términos generales la gran mayoría de los intelectuales son de derechas, por la propia concepción de la ideología burguesa, que tiene dos características: la neutralidad del saber y la división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. El intelectual, dentro de esa concepción, se cree por encima del trabajador, depositario de un conocimiento que desarrolla, la verdad abstracta y pura, mientras que el trabajador actúa por debajo, ensuciándose las manos con la vil materia”, responde Iñaki Gil de San Vicente ante la pregunta de cuáles son los roles de los intelectuales.
El marco de la entrevista: el encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, que celebra en Caracas sus 10 años de fundación. La jornada cierra en el Cuartel de la Montaña, donde descansa Hugo Chávez. Allí están los 141 intelectuales venidos de 35 países del mundo. Entre ellos Iñaki Gil de San Vicente, pensador y militante por la lucha de la independencia del País Vasco.
Ante lo que define como “el mito del intelectual, que como depositario y creador de la verdad no está sujeto al juicio de la práctica”, antepone otra perspectiva, desde una mirada marxista y socialista:
“Lo primero es que el intelectual tiene que cuestionarse a sí mismo. Hay una frase del Che Guevara que es concluyente, hablando con Nasser -presidente de Egipto de 1956 a 1970- le dijo una vez que si un político no ha puesto nunca su vida en riesgo, no se ha jugado la vida, no pasará de ser un político. Al intelectual le sucede otro tanto. Con esto no quiero decir que un político deba ir directamente a la guerrilla sino que cualquiera que se haya enfrentado al poder, donde sea, en su fábrica, su oficina, su universidad, sabe que decir no, basta, luchar por la libertad, siempre supone un riesgo, puedes ser expulsado del trabajo, te pueden poner multas, o te pueden abrir un expediente o detener.”
La praxis entonces, la unión entre la mano y la mente, la práctica y la teoría. “Una vez que estás metido en la lucha contra el sistema, al nivel que sea, que empiezas a sentir en la nuca el aliento del lobo, de la represión de la forma que sea, comienzas a ver el mundo de otra forma, ves la lógica de la explotación, de la miseria, y el pensamiento te cambia. Buceas en las contradicciones, en la miseria, te mueves en la realidad de la lucha, de la explotación, y encuentras las razones. Es justo lo contrario a lo que hace el intelectual que flota por las nubes”.
En esta concepción el intelectual cumple una función clara: unir la práctica con la teoría, y supeditar en último caso, siempre la teoría a la práctica. “Hay un ejemplo de la mitología griega: había un semi-dios, Procusto, que era un campesino, ladrón, y vivía en una encrucijada de caminos donde tenía una chabola para recibir a los que se perdían. Allí tenía una cama. Entonces invitaba a dormir a las personas, y si la persona era más pequeña que la cama, le estiraba los huesos hasta que ocupara la cama; si era más grande que la cama entonces le cortaba las extremidades para que cupiera. Esto es lo que hace un intelectual en la ideología burguesa: ve la teoría como una cama, si la realidad es diferente rompe la realidad para mantener la cama y peor para la realidad. La teoría es la cama, el dogma que tiene que permanecer: el de la propiedad capitalista, de la superioridad de Estados Unidos, del occidente blanco. Si la realidad cuestiona eso, peor para la realidad. El revolucionario, el socialista, lo que tiene que hacer es justo el contrario, supeditar la teoría a la realidad, que es como se desarrolla la ciencia, superando dogmas. Pero claro, esto tarde o temprano te enfrenta al poder. Entonces hay dos concepciones radicalmente opuestas”.
Entonces el intelectual no está desarraigado, no trabaja su soledad como una virtud, no cultiva un distanciamiento para obtener una verdad que lo colocaría en un lugar superior al pueblo.
Las consecuencias de quienes sí lo hacen son visibles en la historia reciente de Venezuela: “Cuando en 1992 Chávez dirige la sublevación, ¿cuántos intelectuales se cayeron, cuántos se mofaron, le llamaron populista?, eso en Europa fue terrible, el desprecio. Cuando gana las elecciones en el 98 con un apoyo masivo, exactamente igual, cuantas expresiones racistas, ¿cuántos intelectuales lo apoyaron?, muy pocos. Cuando en el 2002 con el Golpe fascista, la mayoría de los intelectuales y artistas se callaron. Y cuando a comienzos de este año han salido las filas fascistas, ¿qué han hecho la mayoría en mesas intelectuales?: esperar que ganaran, siempre buscando el sol que más calienta, la sombra que más protege, el lado por donde sopla el viento para que me arrastre a mí y me beneficie.”
El intelectual, desde una perspectiva marxista, tiene una función central, diametralmente opuesta: aportar al pueblo, pero resalta Iñaki: “Siempre desde dentro del pueblo, nunca por fuera, ni antes”. ¿Cómo? “El intelectual lo que debe hacer es diluirse en los movimientos colectivos, reducirse a los niveles más de base, a nivel popular, cultural, de una barriada, debe ser uno más, y solamente cuando es uno más, cuando aprende a expresarse como se expresa el pueblo, como se expresa una madre de 60 años que en una barriada la droga le ha matado tres hijos, cuando vive esa realidad, solamente entonces el intelectual puede empezar a aportar”.
Aportar desde dentro del pueblo entonces, y con dos características: “En primer lugar crear un pensamiento colectivo, donde la egolatría típica del intelectual desaparezca, y domine el pensamiento colectivo, una característica que a los intelectuales les resulta extremadamente difícil porque la mayoría de ellos lo único que buscan es su egolatría, su foto, su firma, su artículo, su momento de gloria. Y en segundo lugar que ese aporte sea desinteresado en el plano mercantil, no busque el beneficio económico propio. Porque allí donde interviene el dinero la inteligencia se retira. El enemigo de la inteligencia es el dinero; el enemigo de la cultura popular es la industria cultural burguesa; el enemigo de la creatividad artística es la producción en serie de obras de arte baratas; el enemigo del pensamiento crítico es el dogma generado sistemáticamente por el capitalismo”.
Sobre el primer aspecto insiste: “Un intelectual que quiere desarrollarse y convivir en el pueblo tiene primero que superar todos los lastres mentales de la realidad y la forma de pensar capitalista, y aprender lo que es la cultura popular. Si ha vivido y crecido y si es del pueblo, de maravilla. Pero la mayoría de ellos provienen de la burguesía, de sectores de la mediana burguesía muy pocos, de la clase media, hijos de intelectuales, entonces ya vienen con todos los prejuicios, toda la mística, prepotencia y desprecio”.
Y cita un ejemplo: “En este sentido es muy claro el esfuerzo que hizo Engels para escribir una de las principales obras de todos los tiempos del socialismo y la sociología, que es La situación de la clase obrera en Inglaterra: estuvo viviendo nueve meses en lo más profundo de lo más empobrecido y explotado de la clase trabajadora inglesa en 1845, y solamente después de eso pudo escribir esa maravillosa obra. Ese ejemplo vale para muchísimos más. Hasta que no ves cómo siente, piensa, y padece el pueblo -porque muchas veces su lenguaje ha sido totalmente cercenado, y no le permite decir lo que sienten y lo tienen que expresar de otras formas-, hasta que un intelectual no comprende eso, no dejará de ser un intelectual burgués”.
Licenciado en Sociología
comoelvientoenlanoche.wordpress.com
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