Géneros

26 noviembre, 2014

“Nunca voy a entender por qué creía que Gisela era su propiedad”

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Gladys Nieto relata la historia del crimen de su hija, Gisela Nieto, en manos de su esposo, Horacio Leguizamón. Un testimonio de la violencia de género.

El despertador de Gisela sonaba todos los días a las 2 de la mañana: era el horario en el que necesitaba levantarse para entrar al frigorífico La Anónima, donde trabajaba. El 5 marzo de 2010 el reloj sonó, pero ella no lo escuchó. Se despertó recién un rato después, con Horacios Leguizamón, su esposo, abrazándola en intentando tocarla.

-Dejame- lo echó dándole un manotazo.

-Donde yo no llego, no va a llegar nunca nadie- le respondió él. Y le clavó el primer cuchillazo en el bajo vientre.

Gisela murió a la tercera puñalada, pero Leguizamón siguió hasta la número 24. Luego se pegó a sí mismo un martillazo para simular una herida y encubrir el femicidio que acababa de cometer intentando hacerlo pasar por un robo.

“Era muy alegre y laburadora”, dice Gladys, su madre. Le gusta recordarla riéndose, porque ella siempre reía y bromeaba. “Era un cascabelito”, dice.

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Gladys Nieto relata la historia del crimen de su hija, Gisela Nieto.

-¿Cuándo y cómo comenzó la relación de Gisela con Horacio Daniel Leguizamón, su esposo?

-Gisela tenía 18 años cuando en un baile de la secundaria conoció a Horacio, enseguida empezaron a salir y ella se enamoró. Él tenía apariencia de buen pibe. De su familia, era el más laburador de cinco hermanos. Jamás hubiese imaginado que él podría hacer semejante cosa.

Un día, al año y pico de relación Gisela me dice: “¡Me voy a casar!”. No se qué cara puse, mezcla de alegría y susto, porque ella me dijo al instante que no estaba embarazada. Pensaba que era muy chica, que tenía solo 20 años, pero ella me aseguró “estoy bien, mami”. Viajamos a Salto, donde ellos vivían, y el 26 de octubre del 2001, el mismo día que mi papá, su abuelo, hubiese cumplido años, se casaron por iglesia y por civil. Ella estaba llena de ilusiones.

-¿Cuándo te enteraste sobre los conflictos en la pareja?

-Pasaron los años, ella soñaba con tener un bebé pero no se iba dando. Lo justificaba diciendo “cuando tenga mi casa, más adelante”. Después entendí que la cosa pasaba por otro lado. El 5 de octubre de 2009 llama llorando y me dice: “Me separé”.  No eran la pareja perfecta porque tenían discusiones como todo el mundo, pero nunca vimos nada más que eso. A los tres días viajé para Salto, con Camila, su hermana. En esa charla de mujeres, llorando, nos contó que se había sacado la venda de los ojos al ver lo que le habían contado muchas veces. Comprendí que hasta que ella no lo viera, hasta que su cabeza y su corazón hicieran un click no iba a dejar de estar al lado de él.

-Luego de esa separación ¿retomaron la relación?

-En diciembre de ese mismo año, era el cumpleaños de 15 de Camila y Gisela me llama y me pregunta: “¿Mami no te enojas si voy con Horacio?” ¿Y una que podía decir? Nadie puede juzgar las decisiones de los otros, si ella quería darle otra oportunidad, estaba en todo su derecho. Le dije que no había problema. Pero cuando llego el día de la fiesta nos dimos cuenta que ella no estaba bien, entonces cada uno de los miembros de la familia, a su manera, hablamos con él.  Me pedía perdón. “A mi no me pidas perdón, pero terminaste convirtiendo a una chica alegre en esto que veo hoy en mi hija, una cara llena de ojeras y la mirada triste”, le dije. Y me respondió que iban a salir adelante. Esa fue la última vez que sus hermanos vieron a Gisela con vida.

-El 5 de marzo de 2010 ¿cómo te enterás de lo ocurrido a Gisela?

-Ese día me estaba preparando para ir a trabajar cuando mi hermano vino a buscarme y me dijo: “Flaca, nos vamos a Salto”. Pensé que era por mi mamá, que es grande y no está bien de salud. “La Gise, está mal”, respondió. Pensé que estaba triste o que le había agarrado una crisis de asma. Durante el camino, nadie me explicaba nada. Cuando llegamos a la esquina de la casa de mi hija, veo policías y una ambulancia. Me bajé con el auto andando, pedía que me dejaran pasar y no me dejaban. Todo el mundo me decía “espera acá, quédate tranquila, todo se va a arreglar”. Y yo no entendía nada. Lo vi salir a mi hermano, que vivía allá y empecé a los gritos. Una no está preparada para ver salir a tu hijo en una bolsa, te preparás para criarlos, para educarlos, para amarlos, pero no para verlos salir en una bolsa.

-¿Cómo vivió Gisela ese día previo?

-Esa tarde habían discutido. Ella pasó a tomar mate con mi mamá, luego fue a la casa de su amiga y por último a visitar a su ahijada. Cuando volvió él le sugiere ir a cobrar el sueldo. Gisela al principio no quería, le decía que se vaya, que no tenían nada más que hablar. Esas son sus textuales palabras, según la declaración de Leguizamón. Finalmente la convence, cobran ambos sueldos y pasan por una casa muy conocida de Salto a comprar comida. Mientras cenan, discuten. Todo el tiempo por lo mismo: infidelidad. Ella se baña y se acuesta. A las 2:10 él la despierta y la quiere tocar, ella lo rechaza con un manotazo y le dice que la deje.  A oscuras él agarra un cuchillo de la mesita de luz, se pone guantes y le clava primer puñalada en el bajo vientre diciéndole  “donde yo no llego, no va a llegar nunca nadie”. Ahí empieza una pelea en la cama y termina en el piso,  donde ella queda tendida muerta, luego de 24 puñaladas. Nunca voy a entender por qué no pego un portazo y se fue, por qué tanta saña, por qué creer que ella era de su propiedad. Después contó que se bañó, escondió los pedazos de guantes en una bolsa, lavó el cuchillo, desordenó la habitación y escondió la plata de los dos sueldos atrás de la heladera. Se golpeó un poco con un martillo de esos de machacar la carne, se hizo un tajo muy superficial y llamó a los vecinos. Gritó: “nos quisieron robar”. Cuando sale la pareja, les pidió que se fijen en cómo estaba Gisela. Enseguida llamaron a la policía y la ambulancia.

-¿Qué descubriste de vos misma a partir de lo sucedido?

-Descubrí el dolor más profundo, la soledad. Aunque estés rodeada, estás sola, sentís que a vos te duele de una manera particular, que no lo entienden los demás. Después conocí gente que en un abrazo contenedor te da paz.  No se si él en algún momento fue consciente, aunque el estudio psicológico que le hicieron dijo que él sabía perfectamente lo que hacía. Quisiera saber si fue consciente de lo que causó o quizás no le importo y eso es peor. Yo estoy enferma de dolor, esa persona me quito un pedacito de mi vida. Siempre digo que el dolor más hermoso que hay es el de parir un hijo y el peor de todos es el de no tenerlo. No hay una palabra que lo describa: al que se le muere la pareja es viudo, al que se le muere el padre es huérfano, pero al que se le muere un hijo no se… nada ocupa el lugar que ella ocuparía.

-¿Tenés una fuerza que desconocías?

-Encontré que soy fuerte, no sabía que era tan fuerte, no me conocía tan luchadora. Siempre fui una mina laburadora, emprendedora, pero creo que colmé mis expectativas porque no imaginaba que  podría ser tan así. Yo defendí a mi hija desde el primer latido. No entiendo porque él, que no era nadie, creyó que era el dueño de la vida de mi hija y me la arrebató. No lo voy a entender nunca.

-¿Qué opinas de que el sistema judicial pueda permitirle una salida anticipada?

-Es como que les da lo mismo, no entiendo porque no se legisla de otra manera. No comprendo hasta donde justifican el hecho, no encuentro el razonamiento. ¿Creen en esa persona? ¿En el discurso que da un abogado de que esa persona pudo haber cambiado? No hay un motivo para matar. Las victimas de femicidios terminan siendo un número, en un juzgado, en un cementerio, en una lista de femicidios y a ese número nadie le da valor. El sistema judicial debería garantizar que quien hizo que una persona termine siendo un número pague por ese crimen. Debe cumplir como corresponda la ley, si le dieron 25 años no pido 25 y un día más, si no que cumpla esos 25 años, no me importa dónde, ni cómo.

-¿Sentís que hay algo que pueda brindarte paz?

-Lo único que me va a dar no paz, sino tranquilidad, es ver que él cumpla todos los años que le dieron. Me duele mucho ver como cada uno que cometió un femicidio, que son miles en este país, nunca cumple su condena, siempre sale a cagarle la vida a otra mujer, a cagarle la vida a otra familia. Eso me da bronca. Que el sistema no reconozca que ellos no van a cambiar, que volverán a hacerlo una y otra vez. Que el sistema no revea esa situación de dejarlos salir porque ahora leen la Biblia. Estoy segura que ella hoy tiene paz, desde el mismo momento en que comenzamos a hacer todo para que él esté en la cárcel. Ella tiene paz, pero yo no, el dolor no me deja.

-¿Qué le aconsejarías a una madre que observa algún tipo de conducta agresiva en la relación de su hija?

-Les recomiendo que busquen la manera más viable de pedir ayuda, alguien que las pueda socorrer en el momento y luego ayuda profesional, en un hospital, un gabinete de psicólogos. Buscar una amiga que te resguarde en ese momento. Gisela gritó, mucho y una vecina escuchó. Pero privilegió el “no me voy a meter, es una pareja discutiendo”. Pidió auxilio y él subió el televisor a un volumen de 100. Deberían existir más lugares donde las mujeres se puedan refugiar, para que no se tengan que quedar con un tipo que las caga a palos por un plato de comida para ella y sus hijos. Yo también me replantee que Gisela quizás no entendió que lo que estaba padeciendo era violencia, era violencia psicológica y en algún momento quizás habrá sido un golpe y yo no lo supe. Porque la mujer que sufre de violencia, que la maltratan, que la insultan siempre trata de ocultarlo por vergüenza por miedo o por no aceptar que se equivocó.

Andrea Alcalde

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas