19 noviembre, 2014
Lost, el evangelio y la metafísica
Tercera entrega de “Seriamente (todos somos personajes)”, una construcción colectiva y fragmentaria sobre series de televisión, esos productos pensados para meterse en las grietas de un tiempo atiborrado y durar lo que dura una sesión de terapia. En ese rato resuelven, intrigan, abonan con misterio. Y su consumo anatomiza la vida metropolitana.

(Continuando con la discusión previa, afirmaría que la supuesta superación del dogma religioso no es otra cosa que una vuelta a un estadio anterior.)
Empecé a ver Lost cuando oí a un conocido decir que estaba esperando tener Alzheimer para poder volver a verla. No gusto mirar tele, solo fútbol. Aunque prefiero ir a la cancha. Pero si no puedo, o juega el pincha de visitante, entonces pantalla. La tele como soporte es idiota, no idiotizante, como gustan decir. Es idiota y carece de gracia. Uno no se va a volver más tonto por ver tele, simplemente no produce nada, es una pérdida de tiempo. Siempre preferí consumir ficción en soporte papel. Pero tengo que admitir una desventaja crucial de éste, su volumen. Ya no tengo lugar en casa para guardar los libros y revista que leo, o gustaría leer. Las colecciones y ejemplares están por doquier, debajo de la cama, en la alacena de la cocina, en el ropero entre la ropa, en garaje, en el cuartito del fondo de casa, donde también hay herramientas. Pero tampoco sería la ficción lo preferido. Definitivamente siento perder el tiempo cuando leo una novela. Es que podría estar leyendo filosofía, que es lo que, para mí, tiene sentido.
Con Lost me sucede que puedo verlo sin sentir que pierdo el tiempo. En realidad, tampoco es que la consumo como yonky loco y desenfrenado. Puedo ver un capitulo en muchas cuotas, pausado, como quien lee un libro; puedo sostenerlo a veces dos o tres días. Ahora que pienso, creo que las series, este fenómeno narrativo que circula exponencialmente por la red, tienen algo de las películas, pero sobre todo tiene algo de los libros. Cuando uno encara un libro es raro terminarlo en dos horas o en hora y media, como hace con una película. El libro, mas cuando es ancho, demanda pausas; también acarrearlo, llevarlo con uno buscando el momento sanguche para poder seguirlo. Las series, al menos como vi que se consumen, en dispositivos móviles, se llevan como un libro. Cuando se viaja en transporte público aparece el momento ideal, donde uno quiere elidir el tiempo ese que es de transito y que aparezca ese otro tiempo que es el esqueleto de la trama. El dispositivo móvil, donde se ve la serie, también se pausa como el libro cuando se marca la hoja y se cierra. Decía entonces que las series tienen algo de los libros pero demanda muchos menos que aquel, abriendo un canal de engarce más ancho para el consumidor. La lectura exige una cantidad de acciones intelectuales mucho mayor que la que demanda el registro visual. La película y la serie requieren menos atención, menos concentración, por lo tanto son más masivas que el texto. Entonces la serie tiene la ventaja del libro, en su temporalidad larga y pausada, y la ventaja de lo visual, en el bajo costo intelectual de las operaciones demandadas.
Entonces, puedo tardar en ver un capitulo de Lost dos o tres días. Y una temporada me puede durar un mes. Cuando veo Lost descanso de las lecturas filosóficas, teológicas o futbolísticas. Pero no es cualquier descanso, con ese criterio pondría la tv en un programa pedorro de panelistas, el volumen a velocidad crucero, como cuando la caja tonta quiere ser radio, y dejaría la mirada de conejo frente al tubo (aunque ya no son mas de tubo, sino de leds). En fin, el descanso no puede ser para mí un simple estar echado, debe tener una intensidad mínima y necesaria que requiera alguna tarea intelectual menor. El descanso que me procuro con Lost es un trabajillo de baja intensidad. Descanso pensando lentamente, procesando con detenimiento, arrullando imágenes y las palabras con parsimonia. No podría descansar haciendo nada. Lost me da eso, un descanso apropiado para me inquieta mente. Y sobre todo la serie me atrae por su objeto: la religiosidad. La médula de la trama es el evangelio. No como quieren algunos que sea “la filosofía”, inducidos quizás por los nombres de John Locke y Rousseau. Lost tiene por objeto de reflexión la teología y el estudio evangélico.
Quiero presentar una idea que surgió de ver uno de los capítulos de la segunda temporada. Existe un malentendido respecto de la teología, la filosofía, y la ciencia. Se repite por doquier que durante la edad media la filosofía se había vuelto la sierva de la teología; y que con la modernidad, la filosofía, podía al fin deshacer la servidumbre. Pero eso no es más que propaganda escolar. La filosofía nunca dejo de ser la sierva de la teología y lo que supuestamente fue un acto de emancipación de la filosofía, no es más que el acta de nacimiento de la metafísica, una metafísica que es profundamente religiosa. De hecho el supuesto fundador de la filosofía moderna, el autor de Meditaciones Metafísicas, escribe con el objeto de probar la existencia de Dios. Y el que lo sigue en orden de importancia y calidad, el huraño de Königsberg, escribe con el mismo fin. Y el que se distingue del primero, el que disiente, lo hace hablando de Dios, al grado de plantear uno que esta por doquier. Tenemos que esperar hasta finales del siglo XIX, cuando ocurre la ciencia, para comenzar a escuchar hablar de vida, de lenguaje, de representación, de especie, de sociedad, de psiquismo, de significante… Y me pregunto ¿qué son esas entidad post déicas? Pues no son otra cosa más que ídolos; falsos pequeños dioses.
Y fue Lost quien, como descansando de Levinas, de Aristóteles, de Hegel, de Parmenides, me hace pensar lo que acabo de decirles: la supuesta superación del dogma religioso no es otra cosa que una vuelta a un estadio anterior. Para que puedan entenderme mejor cito las palabras de Eko, en el capítulo 9, de las 2da temporada, “Lo que Hizo Kate”. Eko llama a un costado a Locke, luego de ver el film “orientación” y dice lo siguiente “El rey de Judá llamado Josías. En esa época el templo donde la gente rezaba estaba en ruinas; entonces la gente adoró ídolos, dioses falsos y el reino estaba en desorden. Josías, un rey bueno, envió a su tesorero a reunir todo el oro posible para repara el templo. Pero el secretario dio la mala nueva: no había oro, sólo un libro. Hoy lo conocemos como el Antiguo testamento y fue con ese libro, y no con el oro, como Josías reconstruyo el templo”. Después de contarle la historia de le muestra una Biblia ahuecada que contiene un carrete pequeño de película de 16 mm…
¿Entonces? Bueno, después de la era de la metafísica moderna, esa que pretende ser la que libera a la filosofía del yugo de la teología, adviene la era de la ciencia. Y con ésta aparecen los ídolos falsos; porque la vida, la riqueza, las representaciones, el lenguaje, la sociedad, la psique, las especies, la gravedad, el universo, no son más que ídolos que se adoran tras el derrumbe del templo. Ya no filosofía, ni teología, ni metafísica; sólo nos queda el edificio derrumbado un miríada de falsas estatuillas que nos complacen en la desazón.
Por último quería intentar pensar con uds, con los que hayan visto Lost, la estructura de la trama. A mi entender aparecen claro tres sitios desde donde se narra. Uno es la Isla donde habitan los sobrevivientes; otro es el pasado, al cual se accede por medio flashbacks, dónde narran las historias de vida de cada uno de ellos, y por último está ese otro lugar que no se nos muestra, que suponemos que es en la Isla, (pero esto puede no ser así dada dado lo insólito del modo de abrir misterios). Ese tercer lugar es un más allá misterioso que puede, o no, ser la Isla. Desde ahí surgen los misterios. Esta estructura reproduce el espacio vivencial del cristianismo, pues el lado oscuro de la Isla se corresponde con el inframundo, la Isla misma es la vida en la tierra, y por último, ese lugar donde transcurren los flashbacks, que es la vida que cada uno tenía antes de la caída del avión; y también representa el mundo, el lugar donde quieren volver (aunque no todos). Cuando digo caída no lo hago de modo ingenuo, pues todos sabemos qué es la caída en las escrituras. Salmo XXIII: “El señor es mi pastor, nada me falta…”.
Federico
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