Batalla de Ideas

17 noviembre, 2014

Recalculando

Por Ulises Bosia. A poco menos de un mes y medio para fin de año, es necesario tomar nota de que el escenario político nacional es distinto al de principios de 2014.

Por Ulises Bosia. A poco menos de un mes y medio para fin de año, es necesario tomar nota de que el escenario político nacional es distinto al de principios de 2014.

En aquel momento el gobierno nacional se encontraba a la defensiva, golpeado por los resultados de las elecciones legislativas, con un recambio importante en el gabinete y presionado por una fuerte corrida cambiaria que lo condujo a la fuerte devaluación del peso.

La Revolución Bolivariana, símbolo por excelencia de la lucha contra el capitalismo neoliberal, sufría una fuerte operación mediática para generar la idea de que su gobierno tambaleaba.

Por otra parte, el espinoso problema de la sucesión parecía muy difícil de resolver sin pagar altos costos internos, en la medida en que Scioli era rechazado por sectores progresistas y de la izquierda del kirchnerismo que, si bien son minoritarios, podían ocasionar una ruptura de consecuencias significativas.

La idea del “fin de ciclo” se había instalado desde sectores de los medios opositores casi como una obviedad, empujada por el éxito de Sergio Massa y de la mano de la profecía de que el Frente para la Victoria sufriría una fuerte desbandada de dirigentes que emigrarían al Frente Renovador.

Hoy, por el contrario, queda claro que esos pronósticos deben ser, al menos, matizados. Ya son varios los estudios de opinión que afirman que la imagen positiva de la presidenta se está recuperando y hasta supera su imagen negativa, que la gestión presidencial tiene mayores niveles de valoración positiva a partir del enfrentamiento con los fondos buitres y que una parte mayoritaria de la población hace un balance positivo de la década kirchnerista, si bien solamente una tercera parte demanda abiertamente una opción de continuidad en las próximas elecciones.

Por otro lado la situación interna del Frente para la Victoria es más sólida que unos meses atrás, tanto por las demostraciones de fuerza que implicaron los masivos actos organizados por sus distintos sectores como porque la perspectiva cada vez más concreta de que Scioli sea la opción más competitiva para 2015 parece haber sido aceptada por el conjunto del kirchnerismo. Es decir que la hipótesis de un giro conservador al interior del movimiento podría ser aceptada sin grandes realineamientos.

Además la situación política latinoamericana acompaña las pretensiones de continuidad del kirchnerismo, sobre todo después de la apretada victoria de Dilma en Brasil, pero también de la reelección de Evo Morales en Bolivia y el muy probable regreso de Tabaré Vázquez en Uruguay.

Finalmente, en cuanto a la situación económica, la inflación implicó una pérdida del poder adquisitivo del salario, especialmente en los grandes sectores del pueblo trabajador que quedan por fuera del universo sindical. Y la recesión generó despidos y suspensiones, especialmente en el complejo automotriz, pero los conflictos sociales que se derivaron de ambas situaciones fueron puntuales mientras que las medidas paliativas del gobierno cumplieron su efecto, con el resultado de que no se generó el alza de las luchas populares que muchos anunciaron.

La llegada de las fiestas será una prueba clave para el gobierno, tanto en el terreno de la conflictividad social como en el de la presión hacia nueva suba del dólar que, a partir de la batería de medidas tomadas tras la salida de Fábrega del Banco Central, momentáneamente fue contenida, sin apelar al endeudamiento externo de manera significativa tras el piquete de Griesa.

A partir de estos elementos, es razonable preguntarse si sigue teniendo validez la idea del “fin de ciclo”, o en todo caso qué se quiere decir con eso.

Si triunfara algún sector de la oposición, está más claro que implicaría dar vuelta una página de la historia política. Pero incluso si el Frente para la Victoria lograra retener el gobierno, la salida de Cristina y su reemplazo por cualquiera de los precandidatos existentes, en un régimen tan presidencialista como el nuestro, ameritaría de por sí el inicio de un nuevo ciclo político, por más que existan elementos de continuidad. Y puede suponerse desde ahora que se tratará de una experiencia más conservadora.

La oposición no termina de afianzarse, como queda en evidencia por la crisis del FAUNEN, que tendrá un nuevo capítulo esta semana de la mano de la UCR. La dirigencia radical se mueve orientada por la ambición de alcanzar el gobierno de varias provincias para extender su escaso poder territorial y de mantener el segundo lugar en el futuro Congreso Nacional. Desde ese punto de vista, las chances de una ruptura del FAUNEN son muy probables.

Macri logró consolidarse como el gran opositor a la década kirchnerista, lo cual lo convierte en uno de los animadores principales de la elección, pero con eso no le alcanza para ganar un eventual ballotage, como quedó en evidencia al plantear la posibilidad de un acuerdo con Carrió y Sanz.

Massa por su parte construyó un perfil más amplio que lo pone en mejores condiciones de alcanzar una mayoría. Sin embargo, para llegar a un ballotage deberá sacarse de encima al PRO y lograr polarizar la elección con el Frente para la Victoria.

El Frente de Izquierda, si estas tendencias se profundizan, será la principal fuerza a contratendencia de este panorama, aunque su juego no pasa por la disputa real del poder en 2015 sino por instalarse como una referencia opositora, un poco por el desarrollo real de las fuerzas políticas que lo integran y otro poco por falta de vocación de poder.

La burguesía delibera aún donde poner sus principales fichas, con la tranquilidad de que en cualquier caso, lo más probable es que logre un gobierno más dócil a sus dictados. No es poca cosa. Las elecciones del año que viene serán uno de los principales episodios de la lucha de clases en nuestro país, quizás el más importante del año. Le abren la posibilidad al poder económico de modificar decisivamente las correlaciones de fuerzas entre las clases sociales establecidas tras la rebelión popular de 2001.

Por supuesto, allí entra en juego la iniciativa del pueblo trabajador, que no será un expectador pasivo, que está bien parado en cuanto a organización popular y disposición a la lucha, pero que no cuenta con herramientas electorales suficientemente poderosas para dar la pelea en ese terreno decisivo.

 

@ulibosia

 

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