4 noviembre, 2014
Mauricio Kartun: «La verdadera trascendencia humana está en buscar un sistema más justo y feliz»
Primera parte de la entrevista exclusiva con Mauricio Kartun, dramaturgo autor y director de Terrenal. El mito de Caín y Abel reinterpretado desde América latina y desde lo criollo. El anarquismo como «grado cero de la política».

Mauricio Kartun, que con Terrenal, su varieté criollo basado en el mito bíblico de Caín y Abel acaba de confirmar que se encuentra en un momento de plenitud creadora, tuvo la gentileza de recibir a Notas en su departamento de Villa Crespo. Allí pudimos hablar largamente con quien probablemente sea el dramaturgo argentino más importante de la actualidad, entre libros, discos y multitud de objetos Ch (en una reciente “conferencia performática”, Kartun planteó esta referencia paródica al Objeto A lacaniano): “chiches, chapucería, chucherías, chotadas, chabacanerías, cachivaches, chirimbolos, chatarras”. Es que además de escribir y dirigir sus proyectos teatrales, Kartun es un fanático coleccionista de objetos y fotografías antiguas y un empedernido basurero capaz de dedicar horas a restaurar un mueblecito encontrado en un container para utilizarlo en su próxima obra.
Más allá de las chucherías, el primer libro que salta a la vista en una mesita ratona colmada de volúmenes es Limónov, la genial novela de Emmanuel Carrère sobre el poeta maldito ruso. Al lado están La ebriedad de los dioses, de Fabián Cardozo, y Un hombre enamorado, de Karl Ove Knausgård. Al fondo de la sala se ve una biblioteca de pared a pared, que podríamos pasarnos horas chusmeando. Desde una pequeña batea de CDs apoyada sobre unos alambres de sifones (dentro de los que unos dignos tintos esperan su turno para alegrar el espíritu del maestro), asoman una versión de Turandot y Heartattack and vine, de Tom Waits. El gran balcón de un séptimo piso poblado de plantas, donde Kartun despunta esa “pasión jardinera” que le permite mantener una conexión permanente con los “tiempos humanos” aún en medio de la locura metropolitana, amortigua los ruidos de la calle. Al final no llegó el prometido té de hierbas sino que “pintó el mate” y, entre cebada y cebada, también la charla.
– Queríamos pedirte que nos cuentes cómo fue para Terrenal ese encuentro mágico que suele estar en el origen de todas tus obras, esa conexión entre acontecimientos dispares que al combinarse se constituyen como la semilla de lo que luego se verá en el escenario.
– A la hora de crear no es que hay una idea que se ilustra sino que la propia escritura la produce. Y en general la idea nace de un par, de un apareamiento, de una relación de elementos que antes no se habían relacionado en tu cabeza y que de pronto empiezan a funcionar. A mí en 68 años nunca se me había ocurrido asociar lo que asocié para Terrenal. Cuando se produce esa relación, como en todo lo orgánico, empieza a haber reproducción, un crecimiento de sentido. En este caso el óvulo y el espermatozoide habitaban por separado en mi cabeza desde hacía 20 años. Estaban en la misma fiesta pero bailaban en salones separados, cada uno tomaba bebidas diferentes y no se habían mirado a los ojos.
Por un lado la imagen de un día en que andaba por Benavidez con mis hijos buscando una entrada para una tosquera donde íbamos a pescar. Y al costado del camino por el que pasábamos los pescadores clandestinos ya había un par de tipos vendiendo carnada. Uno vendía lombrices y otro isocas. Me llamó la atención que los dos eran muy parecidos pero estaban separados como por 50 metros. Los carteles de ambos estaban hechos con la misma letra y con la misma pintura. Y pensé: Son hermanos pero están peleados. Tienen un lotecito acá cerca que les dejó el padre, pero los dos boludos no se hablan y dividieron el terreno con un alambre para que el otro no pase. Son dos hermanos que se dañan sin parar, que juntos podrían ser mucho más pero que no pueden resolver ese problema.
Para esa misma época estaba leyendo Los mitos hebreos, de Robert Graves, que debe andar por acá por la mesa… Allí Graves, hablando del mito de Caín y Abel y citando al viejo historiador Flavio Josefo, dice: “Caín inventa los pesos y las medidas haciéndole perder al mundo toda inocencia”. También cuenta que promogénito de Adán y Eva vive varios siglos, que se enriquece de forma desmedida gracias a su invención y que construye ciudades amuralladas en las quer obliga a vivir a los suyos para proteger lo ganado. Y la paradoja era casi cómica. Si uno quisiera hacer un chiste sobre la propiedad como castigo casi no podría encontrar una mejor: un tipo inventa una forma de enriquecerse que es dividir lo que ya tenía, con lo que se queda con menos de lo que poseía originalmente pero diciendo “es menos, pero es mío”, y eso le produce riqueza. Y dedica todo el resto de su vida a construir ciudades amuralladas para que no se lo afanen. Yo pensaba que si uno quisiera alguna vez hacer un chiste sobre el capitalismo no encontraría uno más claro y más expreso.
Y de pronto sucedió ese encuentro entre el óvulo y el espermatozoide. El abejorro vino a tocar la flor y dije: Yo tengo una historia sobre esto. Recordé aquello y de mi archivo traje nuevamente la historia de dos hermanos en el lote. Las dos cosas se juntaron y de ahí nació Terrenal.
-Está claro que en la obra jugás con la contradicción de un par de opuestos muy claros, donde uno representa lo libre y natural, lo nómade y vitalista, mientras que el otro está más vinculado con la producción y la posesión, con las medidas y la acumulación.
-Vos lo expresaste bien, por un lado hay una mirada vitalista, humanista y natural sobre la relación del hombre con el mundo, y por el otro hay una mirada transformadora en términos de propiedad, productora. Son las dos miradas arquetípicas sobre el mundo y su realidad: la sagrada y la profana. La profana siempre ha sido la de la producción, que no tiene en cuenta que muchísimo antes de que existiera la propiedad el hombre vivía y se reproducía. Por el otro lado está la forma que conocemos como sagrada, que en términos de ideología se expresa en lo utópico, que tiene que ver con entender que el fin del hombre sobre la tierra es la búsqueda de un sistema más justo, que ese es el verdadero acto de trascendencia del ser humano: pensar en un sistema igualitario y, sobre todo, feliz.
-Ya desde el título mismo de la obra planteás una clave interpretativa vinculada con el pensamiento ácrata, libertario. Y en otras obras, sobre todo en la maravillosa Sacco y Vanzetti, te acercás a ese universo. ¿Cómo juega en tus textos el anarquismo y su idea de un mundo efectivamente feliz, incluso con una búsqueda que a veces puede ser impráctica, alejada de las consideraciones de la realpolitik?
-El anarquismo es el grado cero del pensamiento político y, por lo tanto, no se lleva bien con las circunstancias de la política. Nosotros siempre enfrentamos dos realidades. Una es la del presente que alguien ha construido para nosotros y otra es la del futuro que intentamos construir para otros. Ninguna de las dos puede ser olvidada. Naturalmente no pensar en el presente es no pensar en una realidad política como la de, para ponerlo en términos muy convencionales, a quién voy a votar. Pero después está la otra: qué sueño para el futuro, qué voy a elegir en la hipótesis de que este presente permita avanzar hacia un estado más justo.
Y hay algo que estamos perdiendo de vista y es que en dos siglos hemos hecho mierda el mundo de una manera absolutamente inédita e impensable y que si esto sigue en la misma proporción geométrica en dos o tres siglos más estamos en la lona absoluta. Me parece entonces que la hipótesis libertaria, ese grado cero, se ha vuelto una especie de necesidad desesperante de manifestación porque en realidad es la gran impugnación a lo que está sucediendo. Si no aparece ese lugar de cuestionamiento no hay manera de romper la red conceptual que el capitalismo ha creado en cada uno de nosotros. Y de alguna manera me parece que cierta crisis del mundo -en ese sentido no dejo de ser ingenuamente optimista- nos lleva justamente a la recuperación de esto.
-Si bien es cierto que a principios del siglo XX vienen muchos Abeles de Europa, inmigrantes anarquistas, también arriba una buena cantidad de Caínes, de tipos que sólo vienen a laburar, a hacerse la América. En ese sentido Argentina también podría entenderse como ese terrenito en el que conviven ambas influencias.
-Eso es cierto, pero también, desde un cierto punto de vista, la llegada del inmigrante puede interpretarse como una llegada cainísta contra un abelismo americano. Hay un pensamiento americanista que sostiene que la filosofía del hombre americano es la del ser y del estar. Es decir, alguien que puede estar en contacto natural con su entorno y puede ser en su entorno sin la necesidad feroz de transformarlo para enriquecerse. Cuando llega el europeo con la idea de “hacer” la América, en la propia palabra expresa el verbo de su deseo: vienen a hacer, no a ser ni a estar. Entonces esa necesidad de hacer, de realizar, es el gran choque filosófico que se produce desde el origen en la conquista.
El hombre americano es un Abel en el sentido de que tiene algo nómade, tiene algo de estado natural y ritual de contacto con el universo. Lo que llega no es solamente el conquistador que mata porque quiere tener más tierra, es también el conquistador que mata porque mete en las cabezas la nueva idea de que tenés que hacer mierda todo para estar a la altura de los nuevos dioses que llegan con el poder de sus armas de fuego, tenés que hacer lo mismo que ellos, esto es, dañar la tierra, trabajarla, dividirla y aceptar el concepto de propiedad… Ese es el verdadero daño que produce la conquista en la cabeza de los americanos.
(…)
Pedro Perucca – @PedroP71
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